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Columna
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La percha

Elvira Lindo

Quisiera asistir a un desfile de modelos pero sólo consigo asistir a un desfile de perchas. Perchas que avanzan por la pasarela con mirada perdida y que levantan las rodillas al andar como aves zancudas, perchas que según los cánones han de caminar sin traslucir ningún tipo de sentimiento, ni alegría ni disgusto, más al estilo de un zombi que de una presencia real. La delgadez y la falta de expresión en la mirada de las chicas es a veces tal que me recuerdan a esas otras que veía desfilar a diario desde mi balcón de la calle Pelayo, cuando el barrio de Chueca era una pasarela diaria de yonquis. Avanzaban lentas con una bolsa de plástico en la mano y desaparecían de mi vista, yéndose a dormitar a ese backstage del mundo de la droga que era entonces la plaza de Vázquez de Mella. Algunas acabaron sus días allí, delante de los ojos de los vecinos, que estaban ya acostumbrados a no intervenir salvo cuando observaban que aquel cuerpo doblado hacia delante llevaba un día entero sin moverse. El porqué el mundo de la moda ha elegido ese modelo estético, el porqué se ha hecho despreciando lo que es el natural encanto del cuerpo femenino, las curvas voluptuosas que hacen distinto, interesante y natural el cuerpo de una mujer, es un misterio. Existe la teoría, dicha normalmente en voz baja por gente sensata que trabaja en todo ese tinglado de la estética, de que en el mundo de la moda la vanidad del modista ha de quedar por encima, que el traje importa más que el cuerpo. El cuerpo es una presencia molesta que hay que borrar. Llegamos así al colmo de la paradoja: en el mundo de la moda las mujeres no gustan. Pero lo más irritante del asunto es que siendo un sector que lleva ya tantos años sembrando en las mentes tiernas de las adolescentes la idea de que no hay aspecto más deseable que el insano, luego castigue duramente a uno de sus iconos, la bellísima Kate Moss, retirándola de una campaña publicitaria por haber sido pillada esnifando coca con sus amigotes. Si se mira con atención es perverso moralmente: les gustan las mujeres de imagen enfermiza, apartan a las viciosas y saben de sobra que muchas veces una cosa y otra van de la mano. Ay, si lo saben.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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