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Columna
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Neocarlistas

Enrique Gil Calvo

¿Está naufragando la estrategia gubernamental? Cuando Zapatero ganó por sorpresa las elecciones del 14-M, tuvo que diseñar un programa de gobierno cargado de promesas desmedidas por dos motivos. Uno era la dudosa legitimidad de su victoria, obtenida gracias al atentado del 11-M, lo que aconsejaba cargarse de razones añadidas para demostrar su derecho a gobernar. El otro era su debilidad parlamentaria, que le obligaba a pactar su investidura con aliados tan incómodos como los independentistas catalanes. Por eso improvisó una estrategia quijotesca, que empezaba por la retirada de Irak y seguía por el reconocimiento de múltiples derechos civiles y sociales. Pero sin duda la estrella polar de esa estrategia, destinada a llenar de sentido la legislatura entera, era la reforma del Estado de las Autonomías, cifrada en la doble refundación del Senado y el Estatuto catalán.

Pues bien, pese al optimismo profesional de que Zapatero hace gala, esa gran reforma autonómica parece a punto de fracasar. Así pudimos verlo la semana pasada con el evidente fiasco de la II Conferencia de Presidentes, que terminó como el rosario de la aurora como no podía ser de otra forma, dada la chapucera precipitación con que se improvisó: no sólo hubo que multiplicar por tres la oferta de financiación estatal con cargo al contribuyente (igualando el precio pedido por la oposición popular), sino que tal bajada de pantalones ni siquiera sirvió para comprar el consenso autonómico, que no se pudo lograr.

Y lo mismo parece a punto de suceder con la reforma del Estatuto, que si alguien no se echa atrás amenaza con irse a pique. Todo ello como consecuencia no querida de las alegres promesas del presidente, que dio carta blanca para cualquier aventurerismo federal. Y muchos se lo han tomado tan al pie de la letra, reclamando preconstitucionales derechos históricos (como esa delirante expropiación del Ebro por la Corona de Aragón), que parece estar resucitando el foralismo carlista. Y si ciertas bromas sin gracia pueden ser piadosamente olvidadas, no sucede lo mismo con el obcecamiento de los catalanes, que contradiciendo el seny demostrado desde la Transición, hoy parecen empeñados en echarlo todo a rodar, arrastrando con ellos al propio Zapatero. De ahí que éste, para no dejarse ahogar por el naufragio catalán, esté cambiando de apuesta estratégica en beneficio del diálogo por la paz.

¿A qué viene tan extemporáneo neocarlismo catalán, que pretende desbordar la Constitución para que su Estatut parezca constituyente de un Estado-ficción, blindado por antidemocráticos derechos históricos? Esto tiene mucho de oportunismo, sin duda, pues dada la patente debilidad de Zapatero, ninguna ocasión como ésta para obtener de las Cortes actuales lo que el Estado español no puede dar. Pero ésa es la consecuencia perversa de la aritmética electoral, que otorgó al partido bisagra de Carod Rovira un omnímodo poder arbitral. Por eso juega con dos barajas, manteniendo al mismo tiempo dos pactos incompatibles entre sí: el oficial de Gobierno con el tripartito que preside nominalmente Maragall, y el extraoficial con la oposición, convalidando desde el Parlament el maximalismo de Artur Mas. Todo para seguirle el juego a CiU, que no está dispuesta en absoluto a otorgar su consentimiento al nuevo Estatuto, y por eso busca el desbordamiento de la Constitución para hacerlo así prácticamente imposible.

Pero si Artur Mas se carga el Estatuto, es posible que Carod se cargue el tripartito por la misma razón última que ambos comparten: para no perder la batalla por el mercado del voto nacionalista. En Cataluña sólo hay sitio para un solo partido nacionalista con voluntad de poder, no para dos, pues el resto del electorado está cubierto por el PSC. Así es como CiU y ERC se enfrentan en un juego de suma negativa (como el dilema de los prisioneros) en el que todos los bandos pueden salir perdiendo. Y esto significa que Cataluña no es una nación, desgarrada como está por particularismos tan sectarios que prefieren que el barco se hunda antes que perder su parte del pasaje.

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