Fracaso educativo

El último informe anual de la OCDE sobre la Educación en España confirma su crisis, especialmente en enseñanza secundaria. De entre los 30 miembros de esa organización, sólo tres están por debajo en fracaso escolar en el bachillerato. También estamos en la parte baja en gasto educativo -4.900 euros anuales por alumno, frente a una media de 6.100 euros- y en becas universitarias (un 8% del total del gasto educativo público, frente a una media del 17%). Y la masificación universitaria determina que "muchos jóvenes con estudios superiores no encuentren un empleo adecuado a su nivel de conocimiento", pese a que es alto el porcentaje de abandono antes de obtener el título.

El fuerte crecimiento económico de las dos últimas décadas no ha tenido reflejo proporcional en la enseñanza. Los socialistas se volcaron en los ochenta en la extensión de la obligatoriedad, fijada ahora hasta los 16 años. La medida fue eficaz para socializar la educación, pero ha provocado desequilibrios en la escuela y no pocas frustraciones del cuerpo docente. Ninguna de las reformas educativas, ni siquiera el proyecto que el Gobierno presentó en julio, esboza claras orientaciones sobre la homogeneidad de la oferta educativa en todas las comunidades ni sobre la conveniencia de una mayor disciplina, dos elementos que se han señalado como discrepancias entre las fuerzas políticas.

Un aspecto fundamental para el éxito de cualquier reforma educativa es su capacidad de lograr el mayor apoyo posible. La apertura al diálogo propiciada en los últimos días por el Gobierno y el principal partido de la oposición es una buena señal; sin embargo, las convocatorias de movilizaciones contra la Ley de Educación por los sectores más conservadores de la enseñanza, con apoyo eclesiástico, parecen orientadas a dificultar un acuerdo viable. De que el Gobierno y el PP estén a la altura del reto y sepan mirar más allá de estas turbulencias dependerá el futuro de un sistema educativo que anda necesitado de estabilidad.