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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bajada de las aguas

La subida de las aguas tras el paso del Katrina por Nueva Orleans puso de manifiesto una profunda división social: los abandonados a su suerte eran en su mayoría negros y pobres. La bajada ha puesto al descubierto, entre otros, a 45 pacientes muertos en un hospital que no había sido desalojado. Son tremendas bofetadas que ha recibido la conciencia ciudadana de la mayor potencia de la Tierra. Ante la llegada del devastador huracán y los graves fallos de la protección civil dominó un insolidario "¡sálvese quien pueda!". Y los primeros que se salvaron fueron los que disponían de los medios para ello.

Dos hospitales que no tenían contratos de evacuación por helicópteros con entidades privadas fueron los últimos en ser desalojados; otros, ni eso. Es la privatización de los efectos del desastre. Y tras el agua llegan algunas empresas privadas -entre ellas, varias de las grandes beneficiarias de la guerra y la reconstrucción de Irak- para sanear la zona, sacar cadáveres y empezar una labor que resultará más onerosa que aquélla. Incluso ha comenzado la especulación de terrenos, pues lo único claro es que Nueva Orleans y toda la zona arrasada se recuperarán.

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Tardíamente, el martes, cuando las aguas empezaban a bajar tanto como su popularidad en las encuestas, Bush reconoció su "responsabilidad" como jefe del Ejecutivo en los "serios problemas" de los servicios de protección civil "a todos los niveles". A pesar de que, afortunadamente, los muertos se cifran ahora en centenares y no en los millares que presagiaban al principio varios responsables oficiales, la Administración y su presidente han quedado seriamente tocados. No es seguro que el gran programa de reconstrucción de la zona afectada que Bush debía anunciar la pasada madrugada, con una inversión global de 200.000 millones de dólares, le sirva para recuperar una popularidad perdida en Nueva Orleans y crecientemente en Bagdad, además del efecto psicológico de la subida del precio del combustible en una sociedad acostumbrada a derrochar una energía barata.

Con el Katrina ha quedado patente que esta Administración ni siquiera aprendió las lecciones del 11-S, por ejemplo, en materia de comunicaciones. Desgraciadamente, como se ha señalado en la prensa americana, "ha sido necesario un huracán para poner al desnudo las viejas evasivas, las hipocresías y las negligencias". Pero Estados Unidos es un pueblo optimista, y Nueva Orleans, adonde han empezado a regresar algunos de sus habitantes, resurgirá del fango.

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