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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una libertad de papel para las mujeres afganas

La mayoría son analfabetas y desconocen sus derechos

Ángeles Espinosa

Farzana W. es el ideal de mujer afgana con el que Occidente soñaba para después de los talibanes. A sus 21 años se ha convertido en fotógrafa de prensa, ayuda a sustentar a su familia y espera una beca para ir a estudiar a Canadá. "Mi caso es excepcional", admite esta joven que se educó en la clandestinidad. "La mayoría de las mujeres aún no tiene independencia de decisión, ni siquiera sabe que tiene derecho a ello", subraya. La campaña electoral está poniendo de relieve sus limitaciones.

Pantalones cargo con los bolsillos llenos de objetivos, una camisola hasta la rodilla y un ligero pañuelo amarillo hacen a Farzana inconfundible entre el tropel de reporteros gráficos que siguen al presidente Karzai. Pero ni la competencia masculina ni su talla menuda la arredran en su trabajo. "Es mi pasión, la descubrí cuando, tras la salida de los talibanes, me apunté a uno de los cursos de Aïna [una ONG francesa que forma periodistas] y después de dos años empecé a trabajar por mi cuenta", relata con seguridad.

¿Y su familia? "Aunque mi hermana mayor y mis tíos se oponen, sobre todo porque viajo fuera de Kabul, siempre he tenido el apoyo de mi padre. Él insistió en que todas las hermanas siguiéramos estudiando cuando los talibanes cerraron las escuelas y así pude aprender inglés y matemáticas, aunque muchas veces teníamos que esconder los libros", recuerda. "Incluso ahora, para una mujer es difícil andar por la calle después de que anochece, y si tengo que trabajar hasta tarde, mi padre o mi novio vienen a recogerme a la oficina".

Farzana cuenta cómo sus primas, que no estudiaron, se encuentran a merced de sus maridos hasta para salir de casa. "Tengo una amiga que se casó durante la época talibán; quiere estudiar medicina, pero su marido no la deja", explica. Es lo más frecuente. A pesar de que se levantaron los impedimentos legales para que las mujeres estudien o trabajen, las tradiciones sociales aún pesan. "Yo ya he advertido a mi prometido de que no voy a consentirle que me dé órdenes", concluye Farzana, que conoció a su novio estudiando fotografía.

"Sin los hombres todavía no es posible nuestro trabajo", coincide Fatana Gailani, presidenta del Consejo de las Mujeres de Afganistán y premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 1998. Su asociación se dedica desde 1993 a la promoción de las mujeres afganas, un 85% de las cuales son analfabetas (frente al 55% de los hombres) y cuya esperanza de vida no supera los 44 años. "No se trata sólo de enseñarles a leer y a escribir, sino también de hacerles conocer sus derechos, las leyes afganas que las protegen", explica.

El nuevo sistema político ha traído novedades para las mujeres más allá de permitir que se quiten el burka, algo que no todas se atreven a hacer todavía. Para empezar, los hombres van a tener que oír su voz. Por ley se les han reservado un 25% de los escaños tanto en el Parlamento como en los Consejos Provinciales. Pero las leyes no cambian las actitudes de inmediato y sólo un 10% de todos los candidatos son mujeres. Dadas las limitaciones que aún encuentran en su entorno familiar, no es poco.

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"Me preocupa más su bajo grado de información electoral, mucho menor que el de los hombres", declara una observadora extranjera. Por un lado, la dificultad para que salgan de casa complica su educación electoral. Por otro, la decisión del Ministerio de Educación de no permitir el uso de sus instalaciones para la campaña les dejó sin espacios en los que celebrar mítines. "Como ellas no se reúnen ni en las mezquitas ni en las shuras

[especie de tertulias exclusivamente masculinas], las candidatas sólo pueden hacer campaña puerta a puerta", explica la interlocutora.

Estos problemas se agravan en el llamado cinturón pastún, en el sureste del país. Allí el enclaustramiento de la mujer desde la pubertad es casi absoluto. En esas regiones, los observadores electorales internacionales detectaron numerosos casos de inscripción por intermediario. "En una de las oficinas hay inscritos 20 hombres y 500 mujeres. Eso no cuela. Significa que los hombres rellenaron las papeletas de registro de las mujeres de su familia, pero no sabemos si existen o no. Si también pretenden votar por ellas, planteará problemas", confía un observador.

"Aún hay un largo camino que recorrer", insiste Gailani; "durante los 25 años de guerra han perdido la esperanza y muchas no tienen interés en el proceso político". Esta activista, que estuvo amenazada de muerte por los talibanes, teme que con el fin del proceso de Bonn la comunidad internacional se olvide de Afganistán. "Es ahora cuando más les necesitamos".

Una mujer con <i>burka</i> porta la foto de la candidata Suraia Perlilka.
Una mujer con burka porta la foto de la candidata Suraia Perlilka.AP

Fawzia Habibi: "Estoy feliz de poder ser candidata"

"Estoy muy feliz de poder ser candidata. Esto era inconcebible hace cuatro años con los talibán y seis años antes con los muyahidín; incluso con los comunistas", manifiesta Fawzia Habibi, una maestra y activista de los derechos de la mujer, de 42 años.

Habibi es una de las 52 mujeres que se presentan al Parlamento por la provincia de Kabul, donde hay un total de 390 candidatos. Intenta lograr uno de los 9 escaños reservados para ellas entre los 33 que corresponden a esa demarcación. También pueden competir por los otros 24, pero saben que es casi imposible lograr uno. Para empezar, tienen muy difícil llegar a los hombres, ya que se trata de una sociedad muy segregada. Además, pocos varones se declaran dispuestos a votar por una candidata. Alguna de ellas incluso ha sido amenazada de muerte.

"No, no hago grandes mítines. Mi campaña es puerta a puerta. En algunas casas logramos reunir a varias mujeres, pero son grupos pequeños", explica sin que eso le parezca un gran inconveniente. Es la forma en la que las activistas afganas se han acostumbrado a trabajar desde la época de la clandestinidad bajo los talibán.

La ausencia de un programa concreto tampoco es nada extraordinario. Casi ningún candidato lo tiene. La mayoría de la gente va a basar su elección en la personalidad de los aspirantes. "En las reuniones, les explico que no deben vender su voto, que depositarlo en la urna es su derecho porque se ha conseguido con la sangre de los afganos", responde Habibi cuando se le pregunta por sus propuestas.

Realista sobre sus posibilidades, descarta que las mujeres tengan la ventaja de no tener las manos manchadas de sangre. "Algunas también tienen apoyos sospechosos, aunque se presenten como independientes", señala.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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