Un sueño de soberanía
La franja de Gaza -363 kilómetros cuadrados y 1.376.289 habitantes-, es un sueño de soberanía. El proceso de descolonización, iniciada con la expulsión de los 8.000 colonos judíos, la destrucción de los 21 asentamientos y la salida de los últimos 3.000 soldados que los protegían, no garantiza, de momento, el fin de la ocupación israelí. Los expertos aseguran que Gaza se encuentra, desde un punto de vista jurídico, a medio camino de un proceso que debería desembocar en la independencia.
El Gobierno de Israel se ha reservado el control de las aguas territoriales, el espacio aéreo y de las fronteras, incluida la de Rafah con Egipto, a pesar de las reclamaciones de la Autoridad Palestina y las quejas de la comunidad internacional.
Este control israelí podría incrementarse en los próximos meses si se convierten en realidad los proyectos del Ejecutivo israelí. Ariel Sharon ha anunciado la construcción, a lo largo de los 50 kilómetros de frontera común, un muro de alambrada electrificada de alta seguridad, vigilada por cámaras de televisión, con la que se reforzará la vieja verja levantada hace cerca de cuatro décadas. Entre las dos verjas quedará un corredor de 70 a 150 metros por el que patrullarán los vehículos militares israelíes, reforzando así la vigilancia.
El ministro de Exteriores francés, Philippe Douste-Blazy, propuso ayer en nombre de la UE hacerse con el control de las fronteras de Gaza para garantizar la libertad de movimientos de sus moradores y de sus mercancías, impidiendo de esta manera que el territorio se convierta en una inmensa cárcel.
Los europeos proponen, además, la reapertura del aeropuerto internacional de Gaza, construido con fondos de la UE, inaugurado en 1989 y destruido por los israelíes en una incursión de aviones F-16 en el verano de 2001. Como consecuencia de aquel ataque quedaron destruidas la pista de aterrizaje y la torre de control.
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