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Reportaje:ELECCIONES EN ALEMANIA

El Estado de bienestar está a dieta

La plantilla de Volkswagen, último paraíso laboral de Alemania, lucha por mantener sus condiciones laborales

Los trabajadores de Volkswagen parecen tener miedo de hablar con la prensa. Sólo unos pocos se paran. Los demás "tienen prisa". "Claro que temo perder mi puesto de trabajo", dice Axel, de 39 años. "Cualquiera lo teme". Axel lleva 21 años entrando todos los días por esta puerta de la fábrica de Volkswagen en Wolfsburgo, en Baja Sajonia, a la hora del cambio de turno.

Volkswagen pasa por una metamorfosis que hasta hace unos meses parecía imposible y que ilustra cómo Alemania se debate entre el generoso Estado de bienestar, posible gracias al crecimiento económico de los años setenta y ochenta, y las reformas para adaptarse a un menor crecimiento y a una población que envejece en un mundo globalizado.

Volkswagen, el mayor constructor de coches de Europa, proyecta eliminar 10.000 empleos
"Con la excusa de la europeización nos quieren recortar aquí y allá", dice un sindicalista

Para acabar con un problema de sobrecapacidad -la empresa puede fabricar seis millones de vehículos al año, pero sólo vende cinco millones- y unos costes de personal mucho más altos que los de sus competidores, el mayor productor de coches de Europa quiere recortar al menos 10.000 empleos. "La presión ha aumentado", dice Manfred, de 48 años, desde los 20 en Volkswagen. El convenio colectivo firmado en noviembre pasado impide a la empresa despedir a nadie hasta 2011, por lo que tendrá que recurrir a jubilaciones anticipadas, bajas voluntarias y otras fórmulas. Además, se rumorea que se eliminarán los 5,5 minutos por hora de pausa de que disponen los trabajadores para ir al lavabo a cuenta de la empresa. Volkswagen también quiere, en contra de la voluntad del comité de empresa, que se recupere el trabajo no realizado en los primeros 14 días de baja por enfermedad. "Las cosas ya no son como antes", lamenta Margret, de 50 años, recordando los tiempos de las vacas gordas.

Y es que en Volkswagen eran muy gordas, y ahora hay que ponerlas a régimen estricto. Los empleados del grupo automovilístico ganan un 20% más que las demás empresas del metal en Alemania. Gracias a la política de conservación de empleos practicada por el ex jefe de personal Peter Hartz, los 50.000 empleados de la fábrica de Wolfsburgo trabajan sólo cuatro días a la semana sin renunciar a la parte proporcional de su sueldo. La fábrica trabaja hoy al 50% de su capacidad. A pesar de eso, siguen haciendo turnos de noche para poder cobrar los suplementos libres de impuestos que ello reporta. Las condiciones en Wolfsburgo han sido tan ventajosas para la plantilla que la prensa alemana se ha referido a ellas como "el paraíso de Baja Sajonia".

Esto ha sido posible en parte por la participación del Estado federado de Baja Sajonia en Volkswagen como mayor accionista, con un 17%, lo que le ha permitido imponerse a favor de la conservación de puestos de trabajo en el mayor empleador del Estado federado. Pero también ha tenido mucho que ver un modelo de gestión empresarial válido en toda Alemania: la cogestión, o participación de los trabajadores en las decisiones de la empresa. Los derechos de cogestión de los empleados varían de un sector a otro y según la forma jurídica de la empresa. En la industria siderometalúrgica, el consejo de vigilancia, órgano de control de la gestión del consejo de administración, está formado a partes iguales por empresa y trabajadores. En las sociedades anónimas a partir de 2.000 empleados sus funciones incluyen el nombramiento de los miembros del consejo de administración. Los empleados eligen a su propio jefe.

La presencia del sindicato IG Metall en Volkswagen es notable. El 97% de los trabajadores está afiliado y su presidente federal, Jürgen Peters, es miembro del consejo de vigilancia. "Nos dijeron: quien no se afilie no lo va a tener fácil", declaró al periódico Süddeutsche Zeitung el operario Christian Holstein al recordar cuando quiso trabajar en la empresa. Holstein no se afilió, y fue el único de los 60 aspirantes que no fue contratado, asegura el diario.

Recientemente se descubrió que Volkswagen sobornaba con viajes y los servicios de prostitutas a miembros de su comité de empresa, representado también en el consejo de vigilancia, para que mostraran más flexibilidad en las negociaciones. Algunos encontraron en la cogestión el culpable de tanto "compadreo". "Hay que modernizar la cogestión", exige Roland Wolf, director del departamento de derecho laboral de la patronal alemana, BDA. "De ese modo los problemas de corrupción como los de Volkswagen serán menos frecuentes", añade. Este sistema, se aduce, espanta a las empresas extranjeras que se plantean invertir en Alemania. "Nos tenemos que abrir a la competencia europea", dice Wolf. "La cogestión no responde a las exigencias de un mundo globalizado".

"No es cierto que el modelo alemán de cogestión sea una excepción en Europa. En Suecia también existe", asegura Jörg Köther, portavoz de la delegación de Baja Sajonia del sindicato IG Metall. "No aceptamos que, con la excusa de la europeización, vengan a decirnos que hay que recortar aquí y allá", añade Köther.

Sin embargo, hasta la patronal reconoce las ventajas de la cogestión. "Puede llevar a una mayor identificación del trabajador con la empresa y hacer que las decisiones más conflictivas se tomen en un ambiente de consenso y no de confrontación", explica Roland Wolf.

El Diccionario de Economía de Mercado, editado por la fundación Konrad Adenauer, vinculada a la Democracia Cristiana, lo expone así: "Desde hace muchos años, la mayoría de conflictos de interés se resuelve en un clima de paz social: en comparación con otros países industrializados similares, Alemania tiene pocos conflictos laborales y su duración e intensidad suele ser menor. Gracias a ello, los trabajadores participan en el desarrollo del bienestar". "Si nos quitan la cogestión, ya podemos ir haciendo las maletas", dice Tano, un operario italiano de 54 años que lleva 27 trabajando en Wolfsburgo.

La cogestión se inscribe dentro del modelo de capitalismo que se instauró en la República Federal de Alemania tras la II Guerra Mundial: la economía social de mercado, también llamada "capitalismo renano", impulsada por el entonces ministro de Economía, Ludwig Erhard. Erhard, que fue después canciller, es ahora el político más citado por la candidata democristiana a las elecciones del domingo, Angela Merkel, como su inspirador. El modelo del capitalismo renano se distinguía de la versión anglosajona por un mayor énfasis en la política social y por exigir una mayor responsabilidad social a los poderes económicos.

"El Estado de bienestar se basaba en supuestos que ya no están vigentes", sostiene el sociólogo Ralf Dahrendorf en un artículo publicado en el diario alemán Die Welt. Cayó en desuso la vieja idea de que "las grandes empresas eran responsables del bienestar de sus trabajadores y no sólo de los salarios, sino de poner a su disposición instalaciones deportivas, vacaciones baratas y generosas pensiones", añade el teórico. "¿Es éste el fin de la vía renana? De momento significa que las reformas son inevitables". El nuevo sistema, explica Dahrendorf, "se basará en un nuevo equilibrio entre solidaridad y esfuerzo personal, lo que posiblemente significa que, después de décadas de milagro económico, las personas tendrán que aceptar una modesta reducción de su nivel de vida".

Trabajadores de Volkswagen, en la fábrica de la compañía en Wolfsburgo.
Trabajadores de Volkswagen, en la fábrica de la compañía en Wolfsburgo.ASSOCIATED PRESS

El dilema de la cogestión

Como sistema establecido que ha perdurado en la economía alemana de la segunda mitad del siglo XX, la cogestión es algo que pocos se atreven a cuestionar. "Es indiscutible que la cogestión tiene ventajas y esto se ha demostrado. No la queremos eliminar", asegura el director del departamento de derecho laboral de la patronal alemana BDA, Roland Wolf.

El más radical en lo que se refiere a la cogestión es el partido liberal FDP, cuyo programa electoral no pretende abolir el sistema, sino reformarlo. Los sindicatos ya han anunciado que están afilando los sables para el caso de que los liberales lleguen al Gobierno de la mano de Angela Merkel. El programa de los liberales aboga por quitar influencia a los sindicatos en el nombramiento de miembros para el consejo de vigilancia y permitir que sean los mismos trabajadores los que elijan. Además, el FDP propone ampliar a todas las empresas la práctica existente en las que tienen menos de 2.000 empleados, en las que un tercio de los componentes del consejo de vigilancia son empleados, en lugar del 50%.

En cuanto a los demás partidos, la Unión Cristiano Demócrata (CDU) y su hermana bávara Unión Social Cristiana (CSU) no mencionan la cogestión en ninguna de las 45 páginas que componen su programa electoral. Sin embargo, en una reunión la semana pasada, la candidata, Angela Merkel, y los sindicatos coincidieron en su voluntad de mantener la cogestión.

"La cogestión y los derechos de los trabajadores en general son factores centrales de la participación y la innovación. Queremos que la cogestión y la autonomía tarifaria sigan estando garantizadas por ley", reivindica el programa del partido socialdemócrata (SPD). Los Verdes abogan por mantener la cogestión y rechazan cualquier ataque a la autonomía tarifaria (la libertad de empresario y sindicatos de negociar el convenio colectivo sin someterse a influencias externas) y la protección contra el despido.

Quienes van más lejos son los socialistas del nuevo Partido de la Izquierda, una alianza formada por el poscomunista PDS y un nuevo partido, el WASG, de sindicalistas y disidentes del SPD. La intención del Partido de la Izquierda es ampliar la cogestión así como la participación de los empleados en los beneficios de la empresa.

Por su parte, el sindicato IG Metall pidió el pasado jueves una ampliación de los derechos de los trabajadores en el marco de la cogestión. "La cogestión es un correctivo necesario frente a las expectativas de beneficios con frecuencia exageradas", dijo el vicepresidente de IG Metall, Berthold Huber.

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