"La sustitución de Berlusconi debe hacerse con él, no contra él"
Gianfranco Fini (Bolonia, 3 de enero de 1952) lleva poco más de ocho meses al frente de la diplomacia italiana. Un periodo en el que ha tenido que hacer frente a las fuertes tensiones provocadas por la presencia de las tropas italianas en Irak y a las suspicacias que su pasado, como líder del extinto y heredero político del fascismo Movimiento Social Italiano, despertaba en las cancillerías europeas. Todo apunta a que ha superado la prueba. Hasta el punto de haberse convertido en un candidato legítimo a la sucesión de Silvio Berlusconi.
Fini asegura que Il Cavaliere no se opone a este debate sobre su sucesión, "pero debe hacerse de acuerdo con él y no contra él". La entrevista se celebra en Roma, en su despacho del ministerio, conocido como La Farnesina. Una habitación relativamente modesta para la magnificencia del edificio de la época mussoliniana. El ministro de Asuntos Exteriores y vicepresidente del Gobierno italiano luce un bronceado perfecto.
"La derecha italiana no era conocida fuera. Al conocerla ha desaparecido la desconfianza"
"Somos razonablemente optimistas porque hasta hoy hemos podido garantizar nuestra seguridad"
"Ningún gobierno cede en sus intereses nacionales, aunque todos invoquen la prioridad europea"
"España no está en Irak, pero tiene tropas en Afganistán donde se está recrudeciendo el terrorismo"
Pregunta. Participa usted por primera vez en el Foro de Diálogo España-Italia. ¿Qué tal son las relaciones con su homólogo, Miguel Ángel Moratinos?
Respuesta. Buenas. Nuestras posiciones en muchas cuestiones como Oriente Próximo y norte de África son coincidentes. Es obvio que tenemos opiniones distintas en algunos temas, pero nuestras relaciones son tan antiguas y tan sólidas que pueden superar las valoraciones políticas sobre temas concretos.
P. El foro se abre con un debate sobre el futuro de Europa, no precisamente claro. Hace unos días el presidente checo, Vaclav Klaus, propuso incluso cambiar el nombre de Unión Europea por el de Organización de Estados Europeos. ¿Qué está pasando?
R. Es cierto que nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que ocurre. Aunque parece evidente que no se podrá seguir la ruta trazada después del no francés y holandés a la Constitución. Pero al mismo tiempo, no se puede impedir a otros muchos millones de europeos que han dicho sí al Tratado que vean algún día que se alcanza ese objetivo. Por eso nos hemos tomado una pausa. En mi opinión lo que hay que hacer es continuar desarrollando las políticas con las reglas que tenemos.
P. El problema, quizás, esté en los diferentes modelos de futuro que defienden para Europa los grandes países de la UE.
R. No es un problema de grandes o pequeños. Lo que ocurre es que el interés nacional se ha convertido en un motor. Ningún Gobierno, cualquiera que sea su ideología, es capaz de ceder en esta cuestión, aunque todos invoquen la prioridad europea.
P. Incluso en Italia progresa el euroescepticismo.
R. Según el Eurobarómetro seguimos siendo el país con mayor entusiasmo europeísta.
P. Pero algún miembro de su Gobierno llegó a pedir no hace mucho el regreso a la lira.
R. Eran provocaciones de algún miembro de la Liga Norte.
P. La Liga forma parte del Ejecutivo. ¿No puede dar eso una mala imagen del país?
R. No, porque son comentarios que no inciden en las decisiones del Gobierno. Está claro que en un Gobierno de coalición se oyen diferentes voces, pero creo que lo correcto es comprobar cuál es la línea que sigue ese Gobierno a través del ministro de Exteriores y del primer ministro. Lo que sí he visto es que muchos ciudadanos europeos están reclamando a sus Gobiernos que se ocupen de los asuntos internos. Es la consecuencia psicológica del terrorismo y de otro fenómeno importantísimo, la inmigración.
P. En estos momentos parecen las dos preocupaciones centrales de Europa, terrorismo e inmigración. Después de lo ocurrido en Londres, el 7 de julio, la sensación de pánico es general. ¿No se siente Italia especialmente amenazada tras lo ocurrido en Nueva York y Madrid?
R. No creo que haya un riesgo mayor de atentado en Italia que en otros países, por nuestra presencia en Irak, porque el terrorismo no golpea por lo que hacemos, sino por lo que somos. El nivel de alarma en París y Berlín es idéntico al italiano. Es la comunidad internacional el objetivo de los terroristas, por tanto todos somos objetivos potenciales. Fíjese en el caso de España.
P. Justamente estaba pensando en el caso español y en el 11-M. Italia está en vísperas de las elecciones generales, previstas para la primavera.
R. No estamos preocupados por las elecciones. Lo que nos preocupa es que el terrorismo ha demostrado tener capacidad para golpear y es enormemente peligroso, pero somos razonablemente optimistas porque hasta hoy hemos podido garantizar nuestra seguridad. No comparto esa lógica de que como estamos en Irak asumimos un riesgo mayor. Vayamos al caso de España, se ha retirado de Irak, pero sigue manteniendo tropas en Afganistán, donde se está recrudeciendo el terrorismo, aunque no llega al nivel de Irak. ¿Y por qué? Porque si con las elecciones de septiembre Afganistán se convierte en una verdadera democracia, será la prueba de que la democracia puede nacer en un país de mayoría musulmana. Y no creo que nadie en España esté pidiendo el regreso de las tropas de Afganistán.
P. Su llegada al Ministerio de Exteriores despertó bastante desconfianza en Europa por su pasado como delfín de Giorgio Almirante [líder histórico del Movimiento Social Italiano]. Sin embargo, se ha ganado usted a la izquierda europea.
R. Tenga presente que como vicepresidente del Gobierno he pasado 18 meses en la convención europea. Cuando no se conoce a una persona, o una determinada política, la desconfianza es lo natural, pero si no se tienen prejuicios y se esperan los comportamientos y los hechos, cae por su peso.
P. Pero no parece que la situación sea tan idílica dentro de su propio partido, donde ha recibido muchas críticas.
R. Es que es un partido democrático donde se discute, a veces animadamente. Lo malo sería que no hubiera una cierta dialéctica interna, precisamente porque somos un partido orgullosamente de derechas que tiene una determinada concepción del papel dirigente, no se imponen las decisiones, tienen que ser compartidas. Por lo demás, lo que ocurría es que la derecha italiana no era conocida fuera. Y en el momento en que se la ha conocido, ha desaparecido la desconfianza. Cuando entramos a formar parte del Gobierno se vio ya que manteníamos una coherencia entre nuestras declaraciones y nuestros comportamientos.
P. En la Casa de las Libertades se sigue utilizando el término fascista para dirigirse a Alianza Nacional como un arma arrojadiza. Lo ha hecho recientemente el presidente de la Cámara de Diputados, Pier Ferdinando Casini.
R. Sí, pero habrá visto que el presidente Casini ha aclarado enseguida que no se refería a nosotros. Hablaba de la Italia de la posguerra, cuando estaban los comunistas y la derecha social, y la Democracia Cristiana. Algo de lo que deben estar contentos los italianos es que en estos últimos diez años la polémica histórico-política que era cotidiana ha quedado archivada casi por completo. Ahora tenemos valores compartidos.
P. Italia está en vísperas de unas elecciones generales y el debate político está al rojo vivo. Desde hace meses se habla de la posibilidad de que la coalición de centro-derecha se funda en un partido único, ¿es eso viable?
R. Sí, en lo que a mí respecta, aunque, obviamente, con algunas condiciones. Primero hay que decidir cuáles son los contenidos, luego el contenedor. Primero se parte de valores comunes y luego se habla de la incorporación de partidos. Cuando se habla de partido unitario, no nos referimos a la Liga. Sólo estaríamos Forza Italia y Unión Demócrata Cristiana de Centro. Un recorrido ambicioso, largo, que contrasta con los tiempos muy breves de la campaña electoral.
P. Además, los centristas parecen muy críticos, especialmente con el presidente Silvio Berlusconi.
R. Es una dialéctica muy encendida y mi papel personal, y el de mi partido de derechas, es el de mediar entre ambos.
P. Se acusa a Forza Italia de carecer de ideología, de ser un partido de plástico.
R. Forza Italia es un fenómeno distinto, porque está completamente ligado a su fundador. Nadie pensaba en Italia que pudiera nacer algo así. Yo diría que más que un partido, Forza Italia es un movimiento.
P. Desde luego, depende muchísimo del presidente Berlusconi. Sin embargo, en estos momentos se discute su liderazgo al frente del Ejecutivo. ¿Se ve usted como futuro presidente del Gobierno italiano?
R. Berlusconi es el presidente del partido más votado, eso cuenta, aunque no tiene por qué ser forzosamente el que asuma el liderazgo, pero si se plantea una sustitución la cosa no resulta fácil. Berlusconi está dispuesto a discutirlo, pero hay que llegar a un acuerdo con él, no contra él. No se le puede decir simplemente que se quite del medio.
P. Las perspectivas electorales no son halagüeñas, los sondeos dan hasta 10 puntos por delante al centro-izquierda.
R. Los sondeos suelen ser favorables a quien los encarga y los paga, pero, sondeos aparte, creo que las elecciones están abiertas. Es cierto que hemos perdido las elecciones municipales y regionales, pero no porque nuestros electores hayan votado al centro-izquierda, sino porque se han quedado en casa. Nuestra tarea es convencer a esta gente para que vuelva a votar. Lo primero es discutir menos entre nosotros. Pero si uno mira las cosas con perspectiva, respecto a aquellos Gobiernos que duraban unos meses hoy tenemos una gran estabilidad. Nuestro sistema bipolar no es perfecto, pero ha garantizado una cierta democracia de la alternancia.
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