Viaje a la capital del paro en Alemania
El descontento y el éxodo crecen en la comarca de Uecker-Randow, con un desempleo del 28,3%
En la comarca alemana de Uecker-Randow no hay futuro. En los últimos 15 años alrededor de 15.000 de sus habitantes se han ido para escapar del mayor índice de paro de Alemania: 28,3%. Sólo quedan 81.000, y todo apunta a que la cifra seguirá menguando. El canciller Gerhard Schröder dijo antes de ganar sus primeras elecciones, en 1998, que si no reducía el paro no merecía ser reelegido. Desde entonces, la cifra aumentó en 450.000 -de 4,28 a 4,728 millones-, y superó temporalmente a comienzos de este año la barrera psicológica de los cinco millones.Según su propia lógica, Schröder no merece que le vuelvan a votar.
Dentro de la comarca de Uecker-Randow, situada en la costa del Báltico, junto a la frontera polaca, la mayor tasa de desempleo se concentra en la pequeña ciudad de Ueckermünde, de 11.000 habitantes, con un 28,7%. Hoy, la comarca trata de reorientarse hacia el turismo, aprovechando unos paisajes idílicos de playa, bosque, praderas salpicadas de vacas y terrenos llanos perfectos para el cicloturismo. Pero el buen tiempo es una excepción en esta esquina de Alemania. La temporada turística apenas dura tres meses, y no es raro el año que se pasa entre lluvias. Quien se dedica al turismo se queda nueve meses al año desocupado.
"Largarnos", aseguran dos jóvenes cuando son preguntados sobre sus planes de futuro
Una mujer de 83 años acusa a las empresas del oeste del país de arruinar la región
"Aquí no hay nada más que paro", dice Renate, de 75 años, con mirada desesperanzada mientras pasa la tarde de domingo en el paseo de la playa charlando con una amiga. Kay Brückner, de 18 años, y Rocco Löchert, de 17, tienen claro lo que quieren hacer cuando terminen la formación profesional. "Largarnos", dicen al unísono. "Múnich, Berlín, una ciudad grande. Pero fuera de aquí. Aquí no queda nada", dice Kay. Sus amigos también se quieren ir de Ueckermünde.
Además de su situación periférica -durante años fue el extremo oriental de la UE-, hay otros factores que impiden a la comarca levantar cabeza. "La infraestructura ha sido siempre muy mala, las comunicaciones deficientes, y la densidad de población es muy baja: las empresas se instalan donde hay mucha gente", explica Harald Bastian, director de la Oficina de Empleo de Ueckermünde. Las empresas que había en la zona en tiempos de la República Democrática Alemana (RDA) desfallecieron por la falta de subvenciones al caer el muro de Berlín. "Eran empresas creadas y mantenidas artificialmente por el Estado para mantener ocupadas a las mujeres de los militares estacionados en la zona", dice Bastian. De las industrias tradicionales, como la madera y la fabricación de tejas y ladrillos, sólo queda una serrería. En la fundición que hace 15 años empleaba a 2.000 personas hoy trabajan 350.
La apertura de las fronteras tras la ampliación de la UE supone una esperanza para Uecker-Randow, aunque Bastian no se hace ilusiones. "Nadie quiere trabajar en Polonia. Hay demasiados prejuicios", asegura con razón: hace cuatro años organizó un curso para formar soldadores que fueran a trabajar al país vecino, a sólo 30 kilómetros, donde estos profesionales escasean. "Hubo que suspenderlo porque no se apuntó nadie". En Polonia, además, los sueldos son inferiores a la ayuda social alemana. Este subsidio disuade a muchos de aceptar empleos mal pagados. "Yo creo que quien busca trabajo, lo encuentra", dice Gilberto, el camarero del único restaurante turco de comida rápida de la ciudad. "En Turquía se trabaja mucho más que aquí", agrega Gilberto, de 23 años, uno de los poquísimos extranjeros que habitan en Ueckermünde. De los 200 neonazis que se manifestaron allí hace unos días, asegura, al menos 50 eran clientes suyos.
En Uecker-Randow no hay tantos neonazis como en algunas comarcas cercanas. En las últimas elecciones obtuvieron un 3,3%. El partido más votado fue la Unión Demócrata Cristiana (CDU), con un 40%, seguida de los socialdemócratas de Schröder, con el 32%.
El campo para la propagación de la ideología nazi lo abona el resentimiento, la decepción, el sentirse engañados. "Se han cargado el este. Y ahora los tontos somos nosotros", dice Renate al acusar a las empresas del oeste del país de haber arruinado la región. "Quién sabe, a lo mejor tienen razón los neonazis", duda. "Hoy ya no puedes confiar en nadie porque todos los políticos mienten", sostiene, y asegura que "antes" no era así. Renate y su amiga Hella, de 83 años, han vivido la II Guerra Mundial, la huida hacia el este en 1945, la huida de vuelta hacia el oeste poco después -"¡a pie!"-, el régimen comunista de la RDA y la unificación alemana tras la caída del muro. Del nuevo Gobierno sólo esperan una cosa: "Que no nos corten las pensiones".
Peter tampoco cree una palabra de lo que dicen los políticos de los grandes partidos. Él vota a los neonazis del NPD. Albañil de 45 años, lleva nueve meses en paro. Peter se siente traicionado porque el Gobierno mantiene a los extranjeros mientras a él no se le tiene en cuenta. "No es normal que las obras estén llenas de extranjeros mientras los alemanes están en paro", lamenta antes de acabarse el aguardiente de un trago.
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