Terry Gilliam propone un divertimento sobre los cuentos de los hermanos Grimm
Krzysztof Zanussi reflexiona sobre la decepción de la vejez en 'Persona non grata'
Los cuentos de los hermanos Grimm han educado en el horror a decenas de generaciones. Brujas que engordan a los niños para comérselos, padres que abandonan a sus hijos porque no pueden alimentarles, niñas de rojo que caminan solas por el bosque para visitar a una abuelita recién ingerida por un lobo... El de los Grimm es un universo esencialmente malvado, óptimo terreno de caza para tipos como Terry Gilliam. No es fácil entender qué hace una película como El secreto de los hermanos Grimm, una superproducción de horror-humor que ha costado 80 millones de dólares (más de 65 millones de euros), entre los aspirantes al León de Oro. El caso es que está ahí, como una rareza más de la Mostra.
Como espectáculo visual, cuesta encontrarle defectos a la pesadilla fantástica del antiguo miembro de los Monty Python. La obra rezuma color, monstruos y fuegos de artificio, y es de suponer que más de un adolescente la considerará durante varios meses su película favorita. El autor de Brazil, Las aventuras del barón Munchausen y Doce monos tiene un mundo particular, y El secreto de los hermanos Grimm lleva su firma en cada secuencia, humor pythoniano incluido.
El rodaje fue tormentoso (interrupciones, dimisiones, despidos, fallos de coordinación), costó un dineral y requirió el traslado y posterior destrucción de 700 árboles en unos estudios checos. Si se hablara estrictamente de cine, habría que concluir que la inversión, los disgustos y el delito ecológico no merecieron la pena. Pero no es el caso. Hablamos de un espectáculo montado sobre un soporte cinematográfico. No hay nada que recordar a la salida del cine ni necesidad de reflexión. En último extremo, tiene las virtudes de los programas de vídeos domésticos: puede ser muy entretenido ver a la gente cayéndose por la escalera o perdiendo los pantalones mientras baila. El entretenimiento que ofrece Gilliam es, en el fondo, de ese tipo. Un "tiemble después de haber reído" sin mayor trascendencia.
'Cazafantasmas' del XIX
Para mezclar en la batidora todos los cuentos de los Grimm, Gilliam convierte a los hermanos en charlatanes, una especie de cazafantasmas de principios del XIX que esquilman a aldeanos supersticiosos en la Alemania ocupada por las tropas napoleónicas. Los dos hermanos (interpretados por Matt Damon y el ubicuo Heath Ledger, protagonista de otras dos películas en la Mostra) topan finalmente con la brujería auténtica y por un tiempo viven dentro de sus futuros libros, en combate con una reina muy pérfida (Monica Bellucci en doble versión, como momia de 500 años y como sex symbol decimonónico) y con un general francés no menos malvado.
La película será agradecida por padres que por alguna razón deseen traumatizar a sus hijos pequeños, por chicos en plena verbena hormonal, por adultos que quieran pasar un rato con la mente en blanco y por los vendedores de DVD.
La otra película presentada ayer fue Persona non grata, de Krzysztof Zanussi, productor de la trilogía tricolor de Kieslowski y con una carrera como cineasta de casi cuarenta años. Persona non grata constituye un comentario sutil sobre la decepción de la vejez, sobre el conflicto entre los ideales y la realidad, y sobre el dulce veneno de la paranoia, iluminado por la presencia solar del director ruso Nikita Mijalkov como actor secundario.
La trama es de las que espantan: un embajador polaco en Montevideo, antiguo opositor al régimen comunista, sufre la muerte de su esposa y de su perro mientras intenta cerrar un contrato para la venta de helicópteros al Ejército uruguayo.
Se aprende bastante sobre la disfuncionalidad de los funcionarios del servicio diplomático polaco (o de cualquier otro país), pero las miserias burocráticas son solamente un lienzo sobre el que Zanussi traza el mapa de un fin de vida. El viejo embajador, alcohólico, desconfiado y triste, ofrece un interesante panorama del alma humana en fase terminal. No se trata de ninguna maravilla. Persona non grata difícilmente pasará a las antologías. Pero es cine, que ya es mucho.
Babelia
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