Iñaki
En un país donde hay periodistas capaces de hacer de su piscina un sayo, reconforta saber que también está Iñaki Gabilondo. Siempre ha dado él las noticias; estos días él es la noticia. Y no sólo porque pasa a ser el hombre que las diga en el nuevo canal de televisión, el Cuatro, sino porque su trayectoria lo ha convertido en la voz que al amanecer nos dice de qué va la vida, y aunque el mundo, como decía Jorge Guillén, está mal hecho, él lo cuenta con una solvencia que dignifica la dificultad cansada de salir a vivir. Su trabajo en la SER ha estado marcado por una curiosidad omnívora, un rigor obsesivo y una exigencia profesional que sólo ha conocido un límite: el de su propio conocimiento. Preguntar es su modo de ser; dudar es su privilegio, y ha hecho de su grado de incertidumbre la parte principal de su libro de estilo.
Hace poco, un tertuliano expresó en su programa una duda y él subrayó el momento: "Señores, prestemos atención: alguien ha expresado una duda". Sus entrevistas son -ahí está su libro, Testigo de la historia- un ejemplo de su actitud personal: atento, riguroso, educado, jamás le verás con una daga en la mano, siempre le verás preguntando sólo hasta el límite de lo que interesa saber. Nunca tocó la basura: por eso los que la hacen se la arrojan. Su salto del liderazgo a la incertidumbre le retrata también: después de los sesenta no hace las maletas para retirarse a una trinchera conquistada, sino que se muestra como el periodista cuya edad sólo está marcada por el calendario pero no por la vocación que lo estimula.
Escuchándole despedirse, ayer, en su emisora de radio, a los que nos preguntamos cada día qué dirá Iñaki mañana a las siete nos resultó extraño imaginar que haya mañanas sin él. Él dijo que ahora formará parte de los oyentes, que son el verdadero tesoro de la radio. Y ahí está la clave de su éxito: siempre ocupó la silla del que escucha, de ahí nace su respeto por lo que pasa. Tiene con él, ahora, a un hombre de esa pasta, José María Izquierdo; aquí sabemos bien qué gana el Cuatro teniendo a José Mari y qué gana la profesión teniéndolos a ambos.
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