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Una multitud de jóvenes aclama al Papa en su primer viaje fuera de Italia

Benedicto XVI reivindica la cristiandad de Europa en la ciudad alemana de Colonia

Enric González

Benedicto XVI reivindicó ayer la cristiandad de Europa ante decenas de miles de jóvenes reunidos en la ciudad alemana de Colonia. El Papa subrayó en la jornada inicial de su primer viaje al extranjero una de las ideas que parecían definir el proyecto de su pontificado, la regeneración del "continente más viejo" por la vía del cristianismo. Una multitud le aclamó sin cesar en la orilla del Rin y a las puertas de la catedral y Ratzinger reflejó con sonrisas su alivio por un recibimiento más caluroso de lo esperado.

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El primer viaje comenzó de forma muy satisfactoria para Benedicto XVI. Pero quedaban, tras el impacto emocional de su "estreno" como peregrino entre muchedumbres, algunos escollos. Joseph Ratzinger volvía como Pontífice a su país natal, Alemania, porque Juan Pablo II convocó en Colonia la Jornada Mundial de la Juventud de 2005, y esa casualidad no le resultaba especialmente cómoda. "Nunca se me habría ocurrido elegir Alemania como destino de mi primer viaje", comentó días atrás en un encuentro privado.

Las relaciones entre Ratzinger y el catolicismo alemán fueron difíciles durante años: la Iglesia más rica de Europa, claramente decantada hacia el reformismo, tuvo frecuentes roces con el actual Papa cuando éste ocupaba la prefectura de la Congregación para la Doctrina de la Fe y velaba por una ortodoxia conservadora.

Esas diferencias se mantienen, pese al calor del encuentro de ayer. Divorcio, homosexualidad, participación femenina e incluso celibato sacerdotal son cuestiones en las que el Vaticano está muy lejos de la comunidad católica alemana. Basta un dato para hacerse una idea de la importancia de Alemania dentro de la Iglesia católica: la diócesis de Colonia tiene un presupuesto de casi 800 millones de euros anuales, unas tres veces más que el presupuesto del Vaticano.

La gigantesca presencia internacional en la ciudad, que acogía a 80.000 italianos, 45.000 franceses y más de 30.000 españoles (muy audibles en los vítores a Benedicto XVI ante la catedral gótica), permitía relativizar la "cuestión alemana". Ponía en primer plano, sin embargo, la gestión de la herencia de Karol Wojtyla. El catolicismo de peregrinación masiva y cántico de estadio, que realzaba el carisma personal del anterior Pontífice, nunca fue del gusto de Ratzinger. Para la próxima Jornada Mundial de la Juventud, a celebrar en Sydney en 2007, Benedicto XVI ordenó recientemente un formato más recogido e íntimo. Pero de momento casi un millón de jóvenes habían acudido a Colonia y el nuevo Papa tenía que adaptarse al formato del anterior. El diario de la Conferencia Episcopal Italiana, Avvenire, definió el desplazamiento a Alemania como "el viaje de los dos Papas", por el indudable peso de la ausencia del Pontífice muerto el 2 de abril.

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Benedicto XVI hizo alusión ayer de forma sutil, en uno de sus discursos, al asunto de las grandes concentraciones juveniles. Dijo que los jóvenes que le vitoreaban eran "la herencia de Juan Pablo II" y añadió: "Ahora me corresponde a mí recoger esta extraordinaria herencia espiritual que nos ha dejado el papa Juan Pablo II. Él os ha querido, vosotros le habéis entendido y habéis correspondido con el entusiasmo de vuestra edad. Ahora, todos juntos tenemos el cometido de llevar a la práctica sus enseñanzas".

La frase "llevar a la práctica" sugería la voluntad de Ratzinger de fomentar un activismo católico más profundo e íntimo, y forzosamente más minoritario, que el patrocinado por Wojtyla. "Os invito a servir sin reservas a Cristo, cueste lo que cueste", dijo Benedicto XVI, antes de referirse a "una Europa que debe mucho al Evangelio".

El Papa fue recibido a mediodía en el aeropuerto de Colonia por el presidente de la república, Horst Köhler, de religión protestante, quien recordó a Benedicto XVI el empeño de las iglesias alemanas en la consecución de "una sociedad justa" y en la solidaridad con los más débiles.

La auténtica llegada, sin embargo, se produjo después de las cuatro de la tarde, cuando el Papa embarcó en un buque y, escoltado por cinco naves menores que representaban los cinco continentes, recorrió 10 kilómetros del Rin hasta atracar ante un muelle en el que esperaban unas 300.000 personas. Después se dirigió a la catedral, donde honró las reliquias de los Reyes Magos (una tradición carente de sustento histórico) y donde recordó a "todos los santos que contribuyeron al crecimiento de Europa sobre las raíces cristianas".

El papa Benedicto XVI saluda a los peregrinos mientras recorre el Rin en barco, con la catedral de Colonia al fondo.
El papa Benedicto XVI saluda a los peregrinos mientras recorre el Rin en barco, con la catedral de Colonia al fondo.ASSOCIATED PRESS

400.000 peregrinos

En Colonia había ayer al menos 400.000 peregrinos jóvenes. Los obispos alemanes preveían que el sábado y el domingo, en la explanada de Marienfeld, iban a ser 800.000 o hasta un millón. La Jornada Mundial de la Juventud, creada en 1984 por Juan Pablo II, se ha convertido en un extraordinario fenómeno de masas. A veces deja atrás un déficit notable (las pérdidas en Montreal fueron de 24 millones de euros), pero el impacto social está fuera de toda duda.

¿Qué es lo que atrae a los jóvenes católicos a estas concentraciones? Un sondeo del diario Die Welt indicaba esta semana que más del 40% de los participantes acudían para encontrar a gente de su edad. El aspecto de la diversión y el espectáculo no puede soslayarse: el martes actuaron en el recinto ferial, epicentro de las jornadas, un grupo de percusión brasileña, un rapero, varios grupos de rock, especialistas en danza del vientre y bailarines africanos.

Pero ver sólo la fiesta sería reductivo. La fe es el centro de gravedad del acontecimiento, basta hablar con los muchachos para comprobarlo. Y luego está la presencia del Papa.

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