Los habitantes del enclave palestino de Al Mawasi se preparan para resistir dos meses de encierro
El enclave palestino de Al Mawasi, situado en el corazón de los asentamientos judíos de Gush Katif, se prepara para sufrir un largo encierro. Las agencias humanitarias internacionales han llenado de provisiones los almacenes municipales para asegurar el alimento y el agua de sus 5.300 habitantes al menos durante dos meses, que es el tiempo que se calcula que durará la operación militar israelí en la zona de los alrededores.
"Nos preparamos a vivir el peor y más largo encierro de nuestras vidas", aseguran los vecinos de Al Mawasi, sentados al pie de la carretera de acceso al enclave, donde recogen a diario y en directo las últimas noticias relacionadas con el desmantelamiento de las colonias israelíes cercanas de la franja de Gaza.
Al Mawasi, oficialmente un barrio del campo de refugiados de Yan Yunis, se encuentra desgajado del territorio palestino desde hace unos cinco años, tras el inicio de la Intifada. Fue entonces cuando los soldados israelíes consideraron este punto como "altamente estratégico" y decidieron someter a su población a un encierro permanente, que les impide salir de su territorio a no ser que consigan un permiso especial de la autoridad militar.
El encierro ha diezmado los recursos económicos de los habitantes de Al Mawasi y ha colocado sus granjas e invernaderos agrícolas, la principal fuente de recursos, al borde de la quiebra. Donde antaño se recogían entre tres o cuatro cosechas de mangos, aguacates o legumbres, hoy apenas se cultiva nada. La escasez de agua para poder regar sus campos y la falta de libertad de movimientos para llevar a los mercados sus productos son las dos razones clave de la crisis del enclave. La caída en picado de la producción ha afectado la vida de la comunidad, colocándola al borde de la desesperación.
Sin cloacas
Los últimos informes de las agencias internacionales de defensa de los derechos humanos han lanzado un grito de alerta sobre la situación en que se encuentran estos vecinos. Las calles no están asfaltadas, no hay cloacas y la red de agua y electricidad no llega a todas las casas. La vieja escuela, un edificio antiguo construido hace siete años, se ha quedado pequeña para sus más de 1.000 alumnos, lo que ha obligado a las autoridades municipales a habilitar aulas especiales en tiendas de campaña. El dispensario de atención primaria es desde hace tiempo el único centro de asistencia médica, obligado a atender al mismo tiempo la fractura de una pierna o una peritonitis aguda.
"La retirada del Ejército israelí y el desmantelamiento de las colonias nos permitirá volver a ser hombres libres; podremos cultivar nuestros campos, volveremos a pasear. En definitiva, podremos volver a vivir", aseguraba ayer desde esta misma carretera, convertida en observatorio humano, Suleiman Abu Amira, de 52 años y padre de cuatro hijos, mientras observaba su huerta yerma por falta de riego.
Pero antes de recobrar la libertad, este agricultor en paro, como el resto de los vecinos de Al Mawasi, se prepara para sufrir el último encierro de su vida.
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