Un continente con hambre

MALÍ: LOS NATOMO, DE KUAKURU

Con dos madres

Pama y Fatoumata son las dos esposas de Soumana Natomo. Tienen nueve hijos y forman un buen equipo. Ellas son el sostén familiar, como en la mayor parte de África. No descansan ni un minuto y viven con lo básico, entre gachas y en torno a la hoguera.

Pama es la compañera metódica, la que tiene una mente matemática y adopta una perspectiva amplia de las necesidades de su familia. Fatoumata es más contemplativa. En cualquier cultura formarían un buen equipo; en Malí son coesposas. Además, Pama es sobrina de Fatoumata.

El pueblo de Kuakuru, al norte de la capital de Malí, Bamako, junto al río Níger, parece que haya surgido un día cualquiera de las profundidades del desierto. Las casas y los muros de los patios se funden con la tierra que los rodea: ladrillos de adobe de color arena, secados al sol, unidos con mortero de barro y cubiertos de ese mismo material. No hay electricidad. En las viviendas, las habitaciones sin ventanas son frías y austeras, con sólo uno o dos colchones y, a veces, un cojín o un taburete. Un patio de muros altos (para cocinar, comer y la vida diaria en general) rodea todas las casas, y además es una zona en la que las mujeres y las chicas (y, en ocasiones, los chicos, pero nunca los hombres) agarran con manos expertas una mano de mortero y machacan cereales en un almirez, cantando para pasar el rato. Las mujeres y las chicas recorren callejones con delgados y altos muros hacia los pozos comunitarios, con cubos de agua, platos o montones de ropa sobre la cabeza. Esos mismos caminos conducen al río, donde la gente se asea y lava la ropa y los platos; o cogen un barco de pasajeros con techo de madera, en un viaje de varias horas río abajo hacia Mopti, un concurrido centro comercial.

Entre las dos, Pama y Fatoumata tienen un marido y nueve hijos a los que alimentar y criar. Son musulmanes y, de acuerdo con los preceptos de su religión, su marido puede tener hasta cinco esposas si las puede mantener y tratar por igual. "Lo que Soumana hace por una de nosotras", dice Pama, "lo hace también por la otra. En muchas familias no ocurre así. Tenemos que compartir a nuestro marido, pero nos parece bien. Si ve a mujeres peleándose, normalmente es porque su marido no las trata por igual".

El día comienza al amanecer. Mientras Fatoumata acaba de preparar la comida, Soumana vuelve de la otra casa y reza la primera de las cinco oraciones diarias de los musulmanes. Poco después llegan los niños para desayunar. Las dos familias se sientan juntas en el suelo, cerca de la hoguera, y hunden la cuchara en la cazuela de avena comunitaria. Algunos días, una esposa puede preparar gachas de arroz ahumado con leche amarga, y una sopa de okra con pimientos rojos secos y sal; otros, unas gachas de maíz y un estofado de pescado ahumado con tomates. No existe un plato designado para la mañana o la noche; toda la comida se centra en las gachas. Los niños ayudan cuando se lo piden, y nadie parece preocupado por qué madre lo está solicitando.

Los sábados por la mañana toca mercado. A primera hora, vendedores y clientes llegan a la orilla del río en carros tirados por burros y caballos, o en motos y camiones. Los primeros vendedores consiguen tenderetes cubiertos para vender sus mantas, artículos en latas abolladas, precarios productos para el hogar, cacharros de barro y rollos del algodón fino, barato, de vivos colores y tejido a máquina, que las mujeres de Malí utilizan para sus holgadas prendas y sus pañuelos para la cabeza. Vendedores de verduras, cereales, carne y pescado se distribuyen juntos en hileras, extienden la mercancía en el suelo y se hacen visitas mutuas mientras trabajan.

Nuestras dos mujeres acuden al mercado, que dura todo el día, y aprovechamos un descanso para hacer el retrato de familia de este reportaje y sacar un tema espinoso: "¿Es mejor ser mujer u hombre en esta cultura?", le pregunto a Pama y a Fatoumata. "Hombre", responde Pama. Se ríe. "Porque aquí, en África, las mujeres sufren la mayoría del tiempo. Trabajamos mucho". Fatoumata explica: "En nuestro pueblo, en el que viven más de 100 hombres, no encontrará a uno solo que se ocupe de su familia como Dios manda". Pama prosigue: "¿No ve a nuestros maridos sentados y durmiendo mientras las mujeres trabajan para alimentarlos?".