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Un submarino robot británico inicia el rescate internacional del batiscafo ruso

Los siete tripulantes del sumergible, preparados para una evacuación de emergencia

Pilar Bonet

La operación de rescate de los siete tripulantes del batiscafo militar ruso AS-28 atrapados en las profundidades del Pacífico llegó a un punto culminante esta madrugada cuando el robot británico Scorpio se sumergió en la zona del siniestro y comenzó a cortar los cables metálicos que aprisionaban al batiscafo. La inmersión se produjo pasada la medianoche (hora peninsular), 40 minutos más tarde el robot cortaba los cables que mantenían atrapado al minisubmarino, y a las 3.40 de hoy los tripulantes se preparaban para ser evacuados.

En una comunicación con el equipo de salvamento, la tripulación del batiscafo confirmó que estaba preparada para una evacuación de emergencia, según informó el jefe del servicio de prensa de la flota del Pacífico, Alexandr Kosolápov, a la agencia Interfax. A pesar de que a las 3.40 (hora peninsular española) la tripulación se preparaba para salir, la confirmación oficial de que el salvamento se hubiera completado no había llegado.

El Scorpio británico fue transportado al lugar, a 70 kilómetros de la costa en la bahía de Beriozóvaya, a bordo de un buque ruso. El traslado de los tres sumergibles estadounidenses (dos Super Scorpio y un Deep Drone 8000), que llegaron ayer a Kamchatka, transcurría con varias horas de demora respecto al equipo británico y su utilización iba a depender del resultado de la misión de éste, según informó la agencia Ria-Novosti citando el centro de prensa de la Flota rusa.

Las informaciones disponibles no permitían comprender si en el retraso del nutrido equipo estadounidense influían consideraciones militares. Antes, el ex jefe de la Flota del Mar Negro y héroe de la Unión Soviética, Eduard Baltin, calificó de "equivocada" la decisión de pedir ayuda a la OTAN en una región llena de secretos militares, donde se encuentra la principal base estratégica de submarinos atómicos del Pacífico. La antena con la que se enredó el submarino es uno de los principales componentes del sistema de detección de submarinos a grandes distancias, señaló Baltín a la agencia Intefax. Las primeras versiones oficiales señalaban que el submarino se había enredado en una red de pesca.

Tras llegar por vía aérea desde Moscú de orden del presidente Vladímir Putin, el ministro de Defensa, Serguéi Ivanov, navegaba de madrugada hacia la zona de este rescate sin precedentes.

Las informaciones sobre la duración de las reservas de oxigeno de la nave siniestrada y el uso que de ellas hacían los tripulantes resultaban confusas, ya que los portavoces rusos repetían con algunas variaciones que el oxigeno podía durar un día, pero lo hacían a distintas horas de la jornada y desde distintos lugares. La precisión resultaba muy importante dado que entre Moscú y Kamchatka hay nueve horas de diferencia. En Moscú el jefe adjunto del Estado Mayor de la Flota Rusa, Vladímir Pepelíayev, había afirmado que los tripulantes "continúan esperando ayuda. Se controlan. Su estado es satisfactorio". La temperatura en el interior del batiscafo oscilaba entre 5 y 10 grados. La esposa del comandante, Yelena Miloshevskaya, ha declarado que su esposo, Viachelav, de 28 años, a menudo volvía a casa preocupado por el estado técnico del batiscafo, donde ya habían sucedido diversos accidentes y que se había hundido ya en una ocasión. "Una nueva avería era totalmente previsible", señaló la mujer a la agencia Nacional de Noticias.

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A lo largo de la jornada de ayer los buques de la flota rusa peinaron la zona y lograron enganchar al batiscafo para remolcarlo a aguas menos profundas. El sumergible fue arrastrado unos metros pero no pudo ser izado puesto que la antena que lo había atrapado estaba anclada al fondo marino con varios lastres de 60 toneladas. Al final hubo que esperar a los minisubmarinos para ver los trabajos de estos aparatos permitían un nuevo intento para izar el batiscafo.

Bajo el síndrome del 'Kursk'

El accidente del batiscafo ruso AS-28 el 4 de agosto ante las costas de Kamchatka, en el océano Pacífico, y la catástrofe del submarino nuclear Kursk el 12 de agosto de 2000 en el mar de Barents, pese a ser muy diferentes por su magnitud e implicaciones, tienen sin embargo algo en común: en ambos casos, las autoridades rusas se han demorado en informar y han perdido un tiempo precioso.

Sobre los problemas del Kursk, los militares rusos comenzaron a divulgar información con cuentagotas dos días después de que estallara un torpedo a bordo. Sobre las dificultades del AS-28, la noticia de la avería se divulgó al día siguiente. Algo se ha avanzado, pues, si se tiene en cuenta que la información ha ido acompañada ahora de la solicitud simultánea de ayuda internacional, pese a los consejos de los muchos uniformados que, por una cuestión de orgullo nacional, son partidarios de abordar las dificultades en solitario.

El Kursk, que estaba participando en unas maniobras navales, se encontraba a 110 metros de profundidad y a 100 millas del puerto de Murmansk cuando sufrió el percance que costó la vida a los 118 miembros de la tripulación. Por entonces, las mentiras y contradicciones de los portavoces oficiales mantuvieron las esperanzas de encontrar a la tripulación con vida cuando ya el presidente Vladímir Putin, a la sazón de vacaciones en la costa del mar Negro, sabía que la salvación no era posible. En uno de los intentos de salvamento se utilizó un batiscafo semejante al atrapado ahora. El intento resultó fallido, porque el Kursk se había deformado y no fue posible acoplar el artefacto que hubiera podido trasladar a los marineros a la superficie. Además, la nave de salvamento se llenó de agua y tuvo que ser izada rápidamente a la superficie. El submarino, con todos sus cadáveres a bordo, fue izado en 2001 gracias a la ayuda de una compañía holandesa que remolcó la nave hasta el puerto militar de Severomorsk. En el fondo del mar de Barents se encuentra todavía el submarino atómico K-159, que se hundió a finales de agosto del 2003 durante una tormenta, cuando era manipulado para su desguace en una plataforma. Murieron 9 de los 10 tripulantes de la nave, que había sido construida en los años sesenta y dada de baja en 1989.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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