"Nuestro público ideal es el que está abierto a que le sorprendan"

Miguel Martín (San Sebastián, 1956) lleva 25 años al frente del Festival de Jazz de San Sebastián, que inaugura hoy su 40 edición. Pero ni ha perdido la ilusión ni ha dejado de tener miedo a algo más que a las inclemencias del tiempo. "La dificultad está en mantener un programa siempre respetable para el aficionado al jazz", dice. "Hablamos de la edición número 40, pero para nosotros es, como todas, la número 1".

Pregunta. Joe Cocker, Roberta Flack, Keith Jarret, Van Morrison, Gilberto Gil... ¿La edición de este año se vende sola?

Respuesta. Entradas se veden, porque hay músicos con tirón, pero para nosotros es muy importante explicar de qué va todo esto; decir que el festival de este año son esas grandes figuras pero también la big band del 40 aniversario, el noneto de Iñaki Salvador o La locomotora negra. Los cuarenta años llegan en un momento en el que el Jazzaldia goza de mucho prestigio y tiene audiencia. Eso nos permite mirar hacia atrás y programar a los músicos que ya han protagonizado grandes conciertos y, al mismo tiempo, seguir ahondando en esa filosofía de apertura, de búsqueda de un público más joven.

P. ¿Cuál es su secreto? El festival tuvo el año pasado 70.000 espectadores y esperan alcanzar los 90.000 en 2005...

R. Y no lo veo nada difícil.Se han vendido ya 22.500 entradas. Y al margen del taquillaje, hay un dato importante: el programa incluye 47 conciertos gratuitos y además de artistas como Eric Burdon, Maceo Parker y Marlango, que tienen grandes audiencias.

P. Gratuidad, conciertos al aire libre. ¿Son elementos clave en el éxito del festival?

R. Lo son, pero yo lo expresaría de otra manera. El festival se ofrece, no hay que ir a buscarlo. Usa escenarios que de alguna forma ya tienen su propio atractivo. Bajar a la playa a escuchar un concierto es de por sí agradable. Y si a eso le añades una programación variada e interesante, la suma sale.

P. En estos 40 años, ¿el Jazzaldia ha creado una cultura de jazz en la ciudad?

R. Sí, pero porque la ciudad buscaba esa cultura. En todo caso, nosotros no buscamos solo al aficionado estricto al jazz. Nuestro público ideal es el que tiene curiosidad por escuchar nuevas propuestas, el que está abierto a que le sorprendan musicalmente hablando.

P. De ahí que se programe menos jazz ortodoxo que en los inicios del certamen...

R. En el programa de este año hay mucho jazz ortodoxo... Pero sí.

Con 75 conciertos y el ánimo claro de involucrar a cuanta más gente mejor, de hacer una gran fiesta colectiva, lo que tenemos que hacer es salir un poco hacia los linderos del jazz, hacia la frontera. Lo que sí intentamos es que la programación que no es estrictamente jazz, sí sea al menos música respetable para el aficionado al jazz. Suelo citar para explicarlo a Van Morrison... Duke Ellington dijo una vez que sólo hay dos tipos de música, la buena y la mala. Nosotros procuramos programar sobre todo del primer tipo.

P. ¿Hacia dónde mira ahora el Jazzaldia?

R. Continuaremos con la misma filosofía. La dificultad está justo en mantener un programa siempre absolutamente respetable para el aficionado al jazz, sin desperdigarnos.

P. ¿Siente que ha descubierto a alguien en estos años?

R. El festival no tiene que descubrir músicos. Lo que tiene que hacer es ofrecer un programa lo más abierto posible. Es el público el que descubre.

P. Diego Galán suele decir que le hubiese gustado tener a Jack Lemmon en el Festival de Cine donostiarra. ¿Quién es su asignatura pendiente?

R. Tanto Sting como Tom Waits son objetivo de este festival. Por el momento no ha habido posibilidad, pero no desespero en absoluto.

P. Después de 25 años en la dirección (en dos etapas) ¿tiene miedo a algo, además de al tiempo?

R. Al tiempo y a otras muchas cosas. Ahora mismo estamos hablando de la edición número 40, pero en realidad para nosotros es la número 1, como lo serán la próxima y todas las que vengan. En una ciudad como esta, que tiene un Festival de Cine y una Quincena que funcionan muy bien, como por lo que sea pinches un poco un año... Eso sí que me da miedo, perder algo de fuelle con respecto a los otros festivales.