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Zapatero reanuda el diálogo directo con China tras un paréntesis de cinco años

El Gobierno espera importantes acuerdos económicos en una visita de menos de 72 horas

¿Es posible colmar en menos de tres días un silencio de cinco años con la cúpula de un gigante como la República Popular China? José Luis Rodríguez Zapatero debuta hoy en Asia -su viaje a Singapur no fue un milímetro más allá de la candidatura olímpica- con el síndrome de cuantos presidentes del Gobierno le precedieron en democracia: la prisa por volver a la política interior y el riesgo de dejar una impresión desdibujada. Justo lo contrario de lo que los expertos creen que habría que hacer con la tercera potencia comercial del planeta.

Zapatero espera, sin embargo, cerrar importantes acuerdos en Pekín, sobre todo en la esfera económica. Tiene asegurado, en cualquier caso, el récord de la concisión, pues ni siquiera se moverá de Pekín durante los tres días escasos que permanecerá en China. Los sinólogos insisten en que el Gobierno tendría que ampliar, no sólo la frecuencia, sino también el circuito de estas visitas, limitado habitualmente a Pekín y Shanghai. Zapatero ha renunciado, en cambio, a ver Shanghai en este viaje, tras anular la escala posterior en Japón que estaba prevista.

Es una decisión paradójica, porque las más altas fuentes de la estrategia internacional de La Moncloa reconocen que "son muy pobres" los contactos económicos con este enorme país que, en lugar de aliviar la maltrecha balanza comercial española, como está haciendo con las latinoamericanas, nos dejó en 2004 un déficit de 7.335 millones de euros. Añaden las fuentes que, para potenciar esos contactos, "hay que partir de la política".

Pero la paradoja no es nueva. En 2000, José María Aznar realizó el último viaje anterior a éste de un presidente español a China y presentó un Plan Asia con el mismo objetivo actual de reducir la unidireccionalidad del comercio exterior español, que, en más de un 74%, se realiza en la UE. No volvió por la región. Debido a razones personales, en un caso, y a un ataque terrorista, en otro, canceló dos viajes posteriores, que hubieran incluido Vietnam, se concentró en la invasión de Irak y todo su proyecto asiático languideció como lo que era: un repertorio hueco de objetivos inalcanzables, sin el apoyo financiero imprescindible para a unas empresas españolas exhaustas por el desembarco en América Latina.

Zapatero ha devuelto ahora a los corrales la segunda edición del Plan Asia, con la esperanza de que, dentro de unos meses, haya sido reforzado con propuestas precisas que diluyan las tentaciones retóricas. Pero su estreno asiático viene lastrado por la misma premura.

Reiteran las fuentes gubernamentales que la agenda del presidente está siempre muy cargada de temas nacionales, que el respeto al Parlamento sólo le deja estos finales de julio para viajes de larga distancia que requieren en la práctica al menos una semana. Japón cayó de la agenda concretamente cuando estaba previsto que la cumbre de presidentes autonómicos se celebrara por estas fechas. La cancelación de la visita a Shanghai ha sido de última hora.

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Se ha dicho que el alcalde de la ciudad no estaría para recibirle y que Zapatero hubiera tenido que hacer la visita en sábado, un mal día para la capital económica. Se da la circunstancia de que el mismo sábado jugará en Pekín el Real Madrid contra la selección nacional china, y el presidente ha retrasado varias horas su regreso a Madrid para asistir a ese partido. El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, realizará el resto de la gira.

China no esperaba esta vez al presidente español con los brazos abiertos, y no porque las relaciones sean problemáticas, sino porque el presidente chino, Hu Jintao, quería viajar a Madrid en septiembre y prefería que todos los acuerdos se firmaran durante esa visita. Jintao tiene como emblema la diplomacia pública y sus frecuentes viajes internacionales le están dando una imagen de moderación, flexibilidad y prudencia.

El Gobierno español insistió en que el viaje de Zapatero a Pekín no tenía por qué desmerecer la visita oficial china. Problemas de agenda obligaron finalmente a Jintao a retrasar su viaje a Madrid hasta noviembre, y la gira española alcanzó cota. "Nos interesa tener el mayor número de contactos posible", subraya una fuente de Presidencia.

Las conversaciones, se dice oficialmente, tendrán tres ejes: político, cultural y económico, que es con mucho el más importante. En lo político, España y China se declararán mutuamente "interlocutores privilegiados" sin problemas destacables. Por un lado, el Gobierno español nunca ha cortejado a Taiwán ni puesto en duda la unidad territorial de China. La delicada cuestión de los derechos humanos es, por otro, "un tema en manos de la UE", que desarrolla su "diálogo crítico" con Pekín, de modo que Zapatero no tiene intención de evocarlo en esta visita.

España es, además, con Francia y Alemania, pese a la oposición de EE UU, favorable al levantamiento del embargo armamentista adoptado por la UE contra Pekín tras la brutal represión de Tiananmen, en 1989. Bueno, no todo el Gobierno parece de la misma opinión, ya que el ministro de Defensa, José Bono, en un reciente encuentro con periodistas, se declaró personalmente contrario a vender armas a un país que, según él, todo lo copia.

Zapatero firmará un protocolo para que se abra un centro del Instituto Cervantes en Pekín y reunirá con hispanistas chinos.

Preocupación por el déficit comercial español

La estrella programada de esta visita es la economía. El presidente José Luis Rodríguez Zapatero pondrá en marcha el protocolo financiero de 500 millones de euros que vertebra el Plan China, un programa de 690 millones para el periodo 2005-2007, presentado hace poco por el ministro de Industria y Comercio, José Montilla, a fin de reanimar los tráficos bilaterales.

Tras el parón de 1996, y pese a que en el último año se ha apuntado una tendencia a la mejora, España es sólo el número 32 de los proveedores de la potencia asiática, con una cuota de mercado del 0,3%. Desde el punto de vista de la inversión, la situación es aún más precaria. Las exportaciones chinas han crecido entretanto, y el déficit bilateral español es motivo de alarma.

Zapatero no evocará, sin embargo, problemas como el de la invasión del textil chino, porque entiende que también está en manos de la UE, indica La Moncloa. Según un sondeo de la Universidad de Maryland publicado este año por la BBC, España es el país con peor opinión de China, tras Turquía y Argentina. Ello no parece afectar a la ajetreada capital que hoy encontrará Zapatero, una ciudad que ha enterrado bajo un frenesí de modernidad y muchas toneladas de cemento sus raíces urbanas soviéticas.

Y que tiene prisa por completar la larga marcha económica: según un reciente estudio del Banco de Inversiones Goldman Sachs, China podría superar en términos de PIB a Alemania en cuatro años, a Japón en 2015 y a EE UU en 2039, colocándose como la primera potencia económica del planeta.

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