El hambre amenaza a más de dos millones de personas en Níger
Más de dos millones de habitantes de Níger (3,6 millones, según fuentes del Gobierno local), incluidos 800.000 niños, están amenazados por una grave hambruna, consecuencia de una severa sequía. Es lo que ha anunciado esta semana la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), secundando las denuncias de varias organizaciones no gubernamentales activas en el país africano, en particular de la ONG estadounidense World Vision.
Todos, tanto los expertos de la ONU como los voluntarios, al hablar de Níger mencionan con voz esperanzada el mes de octubre. Hasta entonces, cuando llegará la próxima cosecha, será necesaria una entrega selectiva de los alimentos básicos como el mijo, cada vez más escasos y por eso más caros, sobre todos en las áreas más afectadas, en el sur del país. "Hay un problema de acceso económico a la comida", señala Carole Lambert, cooperante de la organización internacional Acción Contra el Hambre, que acaba de volver de Níger. "La causa fundamental es precisamente la sequía que, junto a una plaga de langostas que en el último año ha afectado a parte del país, amenaza la repartición de los recursos naturales". En opinión de los expertos, ésta es, desde 1984, la mayor crisis alimenticia que sufre Níger, que cuenta con una población de 12 millones de personas. Las regiones de Maradi, Tahoua y Zinder, lindantes con la frontera meridional con Nigeria, son las más afectadas de la república subsahariana, y constituyen la meta de las ayudas humanitarias solicitadas por Naciones Unidas.
World Vision, en colaboración con el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, ha distribuido más de mil toneladas de víveres en esas zonas. Acción Contra el Hambre comenzará a finales de este mes un proyecto de ayuda a 20.000 familias, mientras que Médicos Sin Fronteras ha instalado hace poco un centro de nutrición terapéutica cerca de Maradi, donde ya han sido atendidos cerca de 600 niños desnutridos. Ernesto Paredes, enfermero belga de origen peruano, trabaja en esta instalación desde hace tres semanas. "Un niño de un año, en Níger, pesa sólo cinco kilos", relata. "Aquí llegan las madres con sus bebés. Les atendemos con antibióticos y les suministramos una leche especial. Cuando salen del centro están mejor, y además proporcionamos a sus familias raciones de comida suficientes para un mes". Un mes precioso para dos millones de personas con vistas a la última esperanza, la cosecha del próximo mes de octubre.
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