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Reportaje:

Arte con los días contados

Varios pintores decoran una casa de Aravaca antes de que sea demolida para fundir "destrucción y creación"

Esther Sánchez

Una veintena de artistas ha dado rienda suelta a su creatividad en una casa de dos plantas a punto de ser demolida en la avenida de Valdemarín, en Aravaca. Su obra no pasará a la posteridad porque será destruida al mismo tiempo que las excavadores conviertan la casa en escombros. La vivienda será sustituida por modernos bloques de pisos.

De la intervención artística sólo quedará un documental. La demolición es el punto de partida del proyecto, que ha tratado de encontrar respuesta a cómo se enlazan los conceptos de destrucción y creación.

La casa -enfoscada en blanco, de aspecto ibicenco y ya cercada por bloques de viviendas que han cambiado la fisonomía del entorno en sólo cuatro años- emerge entre los árboles del jardín. Su blancura ha quedado oculta en parte bajo el colorido de las creaciones artísticas, que cubren tanto el exterior como el interior.

"Ha sido complicado aplacar los egos de los artistas. Se trataba de no firmar la obra"

Los coordinadores del proyecto -Eva Ramón, Alejandro Morales, Xabier Murúa y Joe Alonso- explican que la idea se les ocurrió cuando Xabier, hijo de los dueños de la casa, les comentó que iban a venderla. "Nos dijo que en nueve meses desaparecería. Nos produjo una gran tristeza, y decidimos hacer algo sobre la destrucción", dice Joe.

Contactaron así con artistas que conocían y que pensaban que podían entender el proyecto. "Porque es muy difícil sacar a una persona de su entorno habitual y decirle que se encierre seis días en una casa", subraya Eva. "También ha sido complicado aplacar los egos de los artistas. Aquí se trataba de no firmar las obras, de crear para nosotros, con completa libertad, sin tabúes, sin ningún tipo de beneficio económico y sin plantearse si era una gran obra o no", puntualiza Alejandro.

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Explican que había que verlo como una oportunidad de creación y punto. Una visión muy alejada, según Eva, del espíritu empresarial que destila el mundo artístico. "Se ha convertido en una profesión. Trabajas en función de lo que te pide el galerista. Por este motivo el proyecto también se convirtió en una crítica al mundo del arte actual", opina.

El trabajo empezó el 1 de julio. Había normas: la convivencia duraría siete días -seis para crear y uno para contemplar la demolición- sin posibilidad de abandonar la casa; la técnica de los trabajos era libre; y la temática se centró en la forma de enlazar el concepto de destrucción y creación del entorno, tanto de la casa como el general.

Los artistas se distribuyeron los 27 espacios de los que constaba la vivienda. Así comenzaron a surgir las creaciones. En la fachada principal trabajaron los muralistas franceses Louis Lambert, Guillaume Alby y Martín Lefebvre, que han interpretado el ciclo de los siete días de la creación del universo, y cómo el ser humano decide finalmente usarlo a su antojo. También en la fachada, tres amigos de Iñaki (un hijo de los antiguos dueños de la vivienda, ya fallecido) han querido ofrecerle un homenaje con unos murales que plasman el recuerdo que les ha dejado. Son el diseñador Javier Bergasa, el pintor Jorge Martínez y el arquitecto Carlos Tomás.

El único que ha trabajado la escultura es el arquitecto Daniel Bajo. Ha creado una obra con cuerdas en la que se refleja la forma en la que caerían las paredes de una casa. Diego Capuz, pintor procedente de Huesca, decoró varios ventanales con vidrieras. El fotógrafo David Latorre ha dejado constancia de las escenas cotidianas que vivió la familia en la casa. "Es la obra que más se acerca a las artes escénicas, porque es como una instantánea", comenta Eva.

En la fachada que da al jardín, Eugenia Carranza ha pintado un jardín imaginario con el que reivindica los lugares mágicos desaparecidos. Juan Luis Berral, pintor realista de Badalona, ha plasmado en las paredes de una habitación el ciclo de los proyectos arquitectónicos, y el pasado, presente y futuro de la casa.

La artista Doralice Souza ha decorado otra habitación con mariposas para simbolizar el tránsito suave que se produce en la vida, los cambios como algo positivo y lógico, sin grandes dramas.

Patricia de los Reyes y David Martínez, ambos pintores, se centraron en un mural que representa las nuevas edificaciones de ladrillo, la construcción salvaje. Eva Ramón ha pintado la cocina de rojo, y en el medio cuelga una crisálida de la que sobresale una cabeza.

El pintor Francisco Javier Vallejo ha decorado las escaleras con hojas de palmera que representan la lucha de Oriente y Occidente. Además, pintó las paredes de una habitación con unos caballos que han escapado del tiovivo al que estaban enganchados, y que nos hablan de la existencia de otro camino diferente al marcado.

En el proceso también han intervenido dos cámaras: Daniel Requena y Germán Lorenzo, y el fotógrafo Pablo Herrero.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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