El Vaticano pide que se sancione por ley a los clientes de las prostitutas
La Santa Sede considera que se trata de "un acto de violencia contra las mujeres"
El Vaticano pide que se establezcan leyes severas para sancionar a los clientes que alimentan el "mercado del sexo" y considera que la prostitución es "una forma de esclavitud moderna, un acto de violencia contra las mujeres, una ofensa a su dignidad y una grave violación a los derechos fundamentales". Así lo ha expresado la Santa Sede en un documento con el que ha concluido el Seminario sobre la Prostitución, organizado por el Consejo Pontificio para los Emigrantes. La Santa Sede considera que los clientes de la prostitución "tienen que recibir algo más que una condena social".
Las conclusiones de este seminario -redactadas por misioneros, sacerdotes, obispos, monjas y psicólogos- concentran su atención en el "cliente" como uno de los elementos del sistema del "consumismo", que está "en la base del comercio del sexo". El documento explica que el usuario, además de contribuir a que se extienda la prostitución, también "es un esclavo". El Vaticano pide que el cliente deba afrontar leyes severas por su conducta.
"Un número creciente de hombres busca a las prostitutas más para dominar que para gozar sexualmente. En las relaciones sociales y personales experimentan una pérdida de poder y de masculinidad, y no consiguen crear relaciones de reciprocidad y respeto. Son éstos los hombres que buscan la compañía de las prostitutas, porque lo que buscan en realidad es una experiencia de total dominio y control", asegura el Vaticano. Y añade que, por esto, los clientes deben ser ayudados a resolver sus problemas más profundos: "Comprar sexo no resuelve los problemas de soledad, frustración o falta de relaciones auténticas", dice.
La publicidad también fue fuente de debate, como ilustra el documento, ya que la Iglesia considera "importante servirse de medios eficaces contra las humillantes representaciones de la mujer en la publicidad". "También es necesario colaborar con los medios de comunicación para asegurar una correcta información sobre este grave problema", plantea la Santa Sede.
El texto también hace un llamamiento a la necesidad de formación sobre "el género, el respeto, la dignidad, los valores interpersonales y la esfera completa de las relaciones y la sexualidad". La Iglesia dice que tiene la "responsabilidad de promover la dignidad humana de las personas explotadas y la responsabilidad también de sostener su liberación, tanto económica como culturalmente, ayudándolas a formarse y educarse". El documento anima a los obispos a incluir en sus cartas pastorales la protección de la dignidad humana de las mujeres y los menores y a reforzar la red de voluntarios, congregaciones religiosas u ONG que se ocupen de este problema.
En palabras de Oreste Benzi, que participó en el seminario en representación de la Asociación Comunidad Papa Juan XXIII, "todos los alcaldes de Italia, si quisieran, podrían emitir cuantiosas multas como ya hace el alcalde de Soma y otros de la provincia de Verona". Para resolver definitivamente el problema, "Se debería actuar inmediatamente como Suecia, que con la ley 408 ha ganado la batalla contra las relaciones sexuales de pago
[esa ley castiga al cliente, no a la prostituta]", añade Benzi. Este portavoz concluyó: "Los clientes cometen el mismo delito que los criminales, por tanto deben ser castigados como ellos".
Respecto a la mujer prostituta, el documento señala que "es lacerada psicológicamente y espiritualmente muerta". "Es un ser humano que grita para recibir ayuda, ya que vender su cuerpo por la calle no es lo que voluntariamente elegiría", añade.
En el encuentro han participado representantes de las Conferencias Episcopales de 19 naciones -entre ellas España, la República Democrática del Congo, India, Nigeria y Tailandia-, quienes han concluido que los clientes "deben recibir algo más que una condena social y afrontar el pleno rigor de la ley". El Consejo Pontificio advierte del incremento de las mujeres que "se prostituyen en el primer mundo pero que vienen del segundo, tercero o cuarto mundo, por razones económicas complejas, sociales y culturales". "En Europa, y en otros lugares, muchas de ellas han sido víctimas del tráfico que las trae de otros países y que responde a un creciente demanda de consumidores".
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