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Otra vez Aznar y las líneas convergentes

Eduardo Madina

El planteamiento clásico de todos aquellos que se han venido destacando por comprender los argumentos de ETA es de sobra conocido por todos. Sus acciones, dicen, son la expresión violenta de un conflicto político no resuelto entre vascos y entre vascos y españoles.

El elemento central de la argumentación de éstos suele ser que "la banda armada" no puede haber estado matando durante casi 40 años si en Euskadi no existiera un conflicto con sus raíces políticas bien hundidas en la historia. Dicen que ETA no mata por matar, que nadie lo hace y que en el fondo, ningún vasco tiene voluntad de ser, sin más, un asesino.

"El conflicto" tiende a ser orientado siempre hacia la definición política del pueblo vasco, su ubicación fronteriza en la historia y el derecho inherente a éste de proyectarse en el tiempo con Estado propio.

ETA sólo es la demostración criminal de su incapacidad para aceptar el gran acuerdo que supuso el Estatuto

La imposibilidad de concretar esta reclamación en una realidad tangible, originada por el papel colonizador-invasor-opresor de los Estados español y francés (con un poco de suerte, en Euskadi todavía se puede escuchar el término "potencias ocupantes") es el punto de salida de "la imposibilidad de ser" del pueblo vasco; una entidad étnico-política con lengua propia, con sentimientos de identidad exclusivos, destinado soberana y originariamente a conformarse en sujeto de derecho internacional sobre la línea que dibujan los siete herrialdes.

Coincido plenamente con quienes consideran que ETA hace mucho tiempo que dejo de ser una forma de nacionalismo. Siempre he pensado que éste, al igual que cualquier otra idea política, no se expresa a través de la violencia, que en el momento en que ésta aparece en la escena, desaparece la razón de ser de cualquier ideología quedando sustituida por el simple asesinato. ETA sólo es la demostración criminal de su incapacidad para la aceptación del gran acuerdo que supuso el Estatuto de Gernika; la convivencia de los vascos a través de un pacto entre identidades, el autogobierno y la definición política del territorio en el que vivimos, los techos competenciales, el concierto económico, la relación con el resto del Estado... Esta es la razón de ser de la banda terrorista; una forma criminal de no aceptar nuestro pacto. Su sueño más oscuro sería que, por haber estado matando durante cuarenta años, fuera tenida en cuenta a la hora del debate territorial y de la vertebración del Estado, que el debate político sobre ella se entrecruzara con el debate de las reformas estatutarias y constitucionales para poder sugerir así, el país por el que ha matado.

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¿Es ETA parte del debate territorial? ¿Tiene, por lo tanto, que entrecruzarse el debate sobre el terrorismo con el debate sobre la vertebración del Estado? José Maria Aznar, ex Presidente del Gobierno, piensa que sí. En la última edición de los cursos de verano de FAES, donde nunca defrauda, dijo que no sólo se tienen que entrecruzar sino que ambos debates son el mismo.

Pienso, sin embargo, que es difícil encontrar una sola razón para que estos dos asuntos sean considerados el mismo porque las líneas que describen ambos procesos, el del fin del terrorismo y el de la nueva definición de los marcos legales tienen que ser, obligatoriamente, líneas paralelas y no convergentes. Los responsables políticos deben hacer todos los esfuerzos para garantizar que la presión de los asesinatos no haga que el tratamiento político de ETA sea parte activa del debate territorial que nuestro país afronte. Ambas materias deben quedar claramente diferenciadas, acercándose solamente en la seguridad que los terroristas deben tener de que el país por el que han matan nunca será realidad.

Desde esa perspectiva, los ciudadanos de las comunidades autónomas y sus representantes políticos tienen legitimidad y derechos atribuidos para plantear las reformas que consideren oportunas en la adecuación de los marcos legales a las realidades actuales que vive nuestra sociedad. No hay nada de malo en ello si éstas iniciativas son respetuosas con los procedimientos de reforma, generan amplios consensos y no pretenden superar los límites constitucionales.

Debemos exigir que éstas sean, además, reformas limpias inspiradas por la voluntad popular y enmarcadas simplemente en el respeto a la legalidad, protegidas y seguras de todo lo que no sea democrático. Lo contrario es el sueño ideal de los terroristas y la esencia del pacto de Lizarra. Sus arquitectos pensaron que terrorismo y marco político eran el mismo asunto y firmaron aquel acuerdo entre terroristas y fuerzas nacionalistas en el diseño de una dinámica entrecruzada de ambos debates.

Aznar dice ahora que ETA es un agente político que forma parte del debate territorial. Los asesinos soñarán con que algún día se hagan realidad esas palabras del ex Presidente. Un hombre que aparenta estar lleno de odio y rencor (en ocasiones recuerda a Alcaraz) y en el que ya, nada sorprende. Y con ese odio y ese rencor, un Aznar ya perdido, tratará de que se pierdan todavía más los ortodoxos de su partido. No estaría nada mal que, en el siguiente curso de FAES, alguien le enseñara ese momento de El padrino en el que Al Pacino le dice a Andy García que evite el odio y el rencor hacia sus enemigos porque si no, se equivocará al juzgarlos.

Eduardo Madina es Secretario General de Juventudes Socialistas de Euskadi.

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