Esquema de final dialogado
LA REVELACIÓN de presuntas conversaciones entre el partido socialista y Batasuna, efectuada por Juan José Ibarretxe, ha desviado la atención del nuevo plan que el mismo Ibarretxe acaba de presentar bajo el nombre de "esquema de final dialogado de la violencia". Ante todo, el lehendakari ha puesto buen cuidado en diferenciar su esquema del objetivo de derrota del terrorismo, que atribuye a la actitud negativa y a la política obstruccionista de socialistas y populares en la anterior legislatura. Ahora, según afirma, ya no se trata de buscar la derrota, sino de iniciar el diálogo. Tal vez los socialistas tendrían que decir algo en torno a esta cuestión, porque lo que el lehendakari saca en conclusión de su nuevo "escenario" es que el PSOE no piensa hoy lo que pensaba hace cuatro años.
Pero si el PSOE no piensa igual, el lehendakari sí, como se ha encargado de aclarar. De la misma manera que su famoso plan obtuvo la mayoría absoluta en la pasada legislatura, ahora, después de unas elecciones en las que su partido ha perdido cuatro diputados, su Gobierno ha logrado el "refrendo democrático para liderar el futuro". Evidentemente, a Ibarretxe no le importa nada que ese refrendo tampoco proceda de la mayoría absoluta de la sociedad vasca, sino de la que Batasuna le administra con cuentagotas. Maestro como es en el arte de birlibirloque, el lehendakari ve sociedad donde el resto sólo percibe a dos diputadas comunistas de las tierras vascas que le prestan sus votos.
Lo prestan, claro está, con intereses y fecha de vencimiento. A cambio de los dos votos de EHAK, y siguiendo su inveterada didáctica trifásica, el lehendakari acepta dividir su esquema en varias etapas. La primera, llamada "diálogo sin condiciones", debe echarse a rodar de inmediato, sin esperar a que ETA abandone las armas. Su contenido será consensuar procedimientos, establecer calendarios, tejer complicidades. Pero, atención: que para ese diálogo no hay que poner condiciones "es algo tan obvio como que estamos dialogando ya". Está dialogando el PNV, pero está dialogando el PSOE. Pues bien, si se dialoga ya, hágase a la luz del día, con todo el mundo sentado a la mesa y a la vista del público.
Hay que dialogar con Batasuna sin condiciones, eufemismo para decir: sin exigir a ETA la renuncia definitiva a la violencia. Eso queda para la segunda etapa, cuando desde la mesa de negociación se abra el "espacio de diálogo resolutivo". Sólo cuando todos los participantes en la mesa alcancen el nuevo espacio, ETA tendrá que abandonar las armas, porque tal espacio, según nos dice el lehendakari, no puede estar acompañado de la violencia de ETA ni de ese sustitutivo -Ibarretxe lo tiene más claro que los tres jueces de la Audiencia Nacional que de pronto se han quedado ciegos y no ven lo que tienen ante las mismas narices- que es la kale borroka.
En ese espacio de diálogo habrá que alcanzar, según el programa de gobierno, un Acuerdo Político -con mayúscula, como antes se escribía siempre Propuesta de Nuevo Estatuto Político- que será trasladado en la presente legislatura a la tercera y última fase, la de un "escenario de consulta". Nada se dice de la mayoría requerida para ese Acuerdo, y no se menciona siquiera la posibilidad de presentarlo ante el Parlamento español. Se trata de un nuevo proyecto soberanista, que no revestirá el carácter de una reforma de estatuto, sino de un acuerdo negociado en una mesa de partidos que, una vez aprobado por la mitad más uno de los participantes, se llevará ante el Parlamento vasco para que autorice una consulta popular. Las declaraciones del lehendakari y el texto del Acuerdo de Coalición dan por supuesto que las instituciones del Estado no tendrán más alternativa que aceptar el resultado final de todo este proceso.
Tratándose de piezas programáticas tan explícitas y contundentes, sorprende la confusa respuesta de los socialistas, siempre a la defensiva. Algo menos de gobernanza y un poco más de gobierno, habría que decirles, pues estamos ante un esquema que el tripartito vasco y su presidente anuncian con toda claridad y que sacarán adelante con los dos votos que Batasuna les ofrece en préstamo cada vez que los necesitan. Y ante un esquema definido con tanta precisión, con sus tres fases de diálogo sin condiciones, espacio de resolución y escenario de consulta, el Gobierno no tiene más remedio que mirar de frente y transmitir a la ciudadanía algo más que buenos deseos y la petición de una confianza que, de momento y por lo que se refiere a esta cuestión, no ha hecho gran cosa por merecer.
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