Amasados de desdicha
Cualquiera que haya pensado (sobre lo que sea) conoce la experiencia, y sabe que las ideas poseen vida propia. Irrumpen en escena, desaparecen, reaparecen, se articulan con orden o se enredan sin sentido alguno, combaten entre sí o se funden en amorosa síntesis al margen de la voluntad o el propósito de quienes las piensan. Éstos, con el proverbial candor (¿o es cosa de presunción?) de la condición humana, a menudo perseveran en el empeño de creerse propietarios de ellas y continúan utilizando, contra toda evidencia, expresiones tan manifiestamente impropias como "he tenido una idea", "se me acaba de ocurrir..." y semejantes. Cuando, en realidad, el papel que cumplen es, en el mejor de los casos, el de meros anfitriones de unas visitas que no habían sido invitadas por nadie, que se han presentado por su cuenta, pero que, no obstante, en ocasiones nos resulta extremadamente grato recibir. Tanto, que luego, cuando nos abandonan, lamentamos perderlas de vista.
ELOGIO DE LA INFELICIDAD
Emilio Lledó
Cuatro Ediciones
Valladolid, 2005
168 páginas. 14 euros
Emilio Lledó se halla en un momento dulce de su productividad filosófica. Como señala con acierto Mauricio Jalón -quien ha editado el texto con la elegancia y el cuidado que caracterizan siempre a su trabajo-, este Elogio de la infelicidad resume sólo una parte de la actividad como escritor desplegada por el autor en los últimos cinco años. Años en los que, por cierto, ha mantenido la tónica de intenso trabajo intelectual desplegada a lo largo de los noventa. Los seis libros de dicha década testimonian, además, la versatilidad teórica de Lledó, que ha alternado reflexiones de formato más ensayístico sobre asuntos de interés colectivo con comentarios, de extremada competencia filológica, acerca de los clásicos del pensamiento griego, o con meditaciones referidas a la naturaleza del lenguaje y la escritura.
Pues bien, de todo ello hay
también en el presente libro, representativo, en ese sentido, del quehacer del filósofo. El lector encontrará en sus páginas el texto sobre la infelicidad que da título al volumen, otro sobre el cuerpo o un tercero sobre lo que se denomina "la ideología del hombre lobo" (titulado originariamente Para una educación en paz), junto con capítulos dedicados a la Atenas clásica o al comentario del Alcibíades platónico, sin olvidar los trabajos sobre la necesidad de la literatura o sobre la lectura como forma de vencer al tiempo. Incluso, a la espera del monumental ensayo sobre la Filía que el autor nos tiene prometido desde hace tiempo, ese mismo lector imaginario podrá deleitarse con el hermoso trabajo Amistad y memoria. En fin, que si no fuera porque tendría escaso sentido una afirmación así, referida a alguien de la notoriedad pública de Emilio Lledó, el crítico sentiría la tentación de decir aquello de que este libro constituye una eficaz carta de presentación del conjunto de su obra.
No es, por supuesto, Elogio de la infelicidad un libro sombrío: su autor no hubiera podido escribirlo sin dejar de ser él. Es, eso sí, un libro lúcido, que entiende la infelicidad como desdicha y, por tanto, como algo distinto a la mera negación de la felicidad. Porque la desdicha -que nos acompaña, que nos constituye, que se mezcla con la alegría amasando nuestro ser- es un proceso. No un suceso que nos acontezca o una fatalidad que nos castigue. Hemos de aprender, por tanto, no sólo a pensarla sino también a vivirla (¿debería añadir "valga la redundancia"?). Para ser fuertes y no abdicar de nuestro deber a las primeras de cambio, en cuanto llega la primera contrariedad, pero también para no volvernos ciegos ante la desgracia de los otros y sordos ante su llanto. Sólo recorriendo ese camino podremos aspirar a ser realmente felices. Si es que tanto nos importa, claro.
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