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En el corazón de Europa

Carlos Yárnoz

Al primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, le gusta decir que la supervivencia de Luxemburgo, con fronteras históricamente disputadas por Alemania y Francia, está ligada directamente a la existencia de la Unión. Las sucesivas encuestas del Eurobarómetro señalan que el 80% de los luxemburgueses se encuentran más que cómodos con su pertenencia a la Unión.

Así ha sido desde los orígenes del proyecto europeo en los años cincuenta. Robert Schuman, uno de sus promotores como ministro francés de Exteriores, nació en Luxemburgo en 1886, en una casa del barrio de Clausen donde hoy está el Centro de Estudios Europeos. Hijo de un alemán y de una luxemburguesa, Schuman propuso en 1950 la creación de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA), cuya primera sede estuvo en Luxemburgo hasta que en los años sesenta nació la Comisión Europea.

En Luxemburgo trabajan hoy 9.000 funcionarios europeos en organismos e instituciones de la Unión con sede en esta ciudad: el Tribunal de la Unión, el Banco Europeo de Inversiones, el Tribunal de Cuentas, la oficina estadística Eurostat, la Secretaría General del Parlamento Europeo o la oficina de publicaciones de la UE. La Comisión y el Consejo de la Unión tienen sedes alternativas estables en la ciudad y, de hecho, los Consejos de Ministros programados para los meses de abril, junio y octubre se celebran en Luxemburgo.

Renuncia a la lengua propia

Fue también en este pequeño país, y concretamente en la ciudad de Schengen, donde hace 20 años, el 14 de junio, se firmó el crucial acuerdo para la desaparición de fronteras. Los luxemburgueses aprovechan cualquier oportunidad para demostrar su vocación europeísta. Fueron los primeros, por ejemplo, en colocar en las matrículas de sus coches, habitualmente de lujo, la bandera azul con las 12 estrellas doradas. Y en un gesto sin parangón, incluso renunciaron al uso de su lengua materna, el luxemburgués, en las instituciones europeas. En 1986, los habitantes del país recibieron el prestigioso Premio Carlomagno.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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