Más jazz en Vitoria
La exposición sobre jazz en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa llega modo de preámbulo para el nuevo festival de Vitoria que comienza el domingo. La magia de esta música y la extraordinaria expresividad de sus interpretes generan verdadera pasión entre muchos fotógrafos. Son espectáculos sobre los que se han tirado kilómetros de película de gelatina de plata y, por supuesto, innumerables disquetes de registro digital. Los instantes captados de una u otra manera y los muchos publicados en libros, revistas o periódicos ofrecen documentos que nos remiten como poco a unos ambientes sugerentes. Siempre resultan imágenes agradables, composiciones poco aburridas. En ocasiones juegan con una paleta amplia de colores. No obstante, en gran número recurren al blanco y negro. Esta reducción de información cromática nos aleja de la realidad multicolor. Pero lejos de ser un lastre interpretativo, ayuda e induce a la mirada a encontrar el camino de la fantasía, aviva recuerdos aletargados en la memoria y potencia el impacto visual.
Así tenemos las fotografías ahora expuestas por Thor Castro (A Coruña, 1974). Un graduado en fotografía por la Universidad Politécnica de Barcelona cuya labor profesional, dirigida hacia la comunicación, se puede seguir a través de las distintas revistas y periódicos en los que ha colaborado. El trabajo que ahora podemos ver sobre jazz presenta imágenes tomadas en festivales celebrados en París, Barcelona, Vitoria o Terrassa. El panorama es variado aunque priman las escenas de los músicos en su actuación. Cuando cierra los planos se extraen detalles que ayudan a definir la personalidad de los interpretes. Así, realza la delicadeza con que las manos de Christian McBride acarician las cuerdas de su contrabajo, el cariño que emana de la sonrisa de Sam Rivers cuando sostiene ensimismado, con sus dedos pulcros y alargados, el saxofón de sus conciertos o la energía del rostro Billy Hart cuando arranca los zumbidos a la batería.
Cuando su objetivo amplía su campo de visión trae hasta el espectador de sus tomas la atmósfera y ambiente que rodea la actuación. Así se constata en el encuadre del contrabajo del Lincol Center Jazz Orchesta, al que le presenta con un espacio abstracto sobre su cabeza de elementos clarooscuros sin forma definida, como un grito de libertad. Otro significado adquieren unos focos en forma de flecha sobre la actuación en plano medio de Charles Lloyd, que parecen indicarnos el camino de las notas de su instrumento. Son precisamente estos momentos, cuando se congela el tiempo, donde encontramos una combinación de mística y sensualidad muy propia de los ritos jazzísticos.
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