Los países del G-8 se encaminan a un acuerdo a la baja sobre cambio climático
Violentos disturbios en Edimburgo ensombrecen los prolegómenos de la cumbre
Los países del G-8 se encaminan hacia un acuerdo a la baja sobre el cambio climático que, junto a África, constituye el núcleo de la cumbre de jefes de Estado o de Gobierno que mantendrán desde mañana y hasta el viernes en Gleneagles, en Escocia. En una entrevista emitida anoche por la televisión británica ITV, el presidente de Estados Unidos admitió que el problema del cambio climático se debe "hasta cierto punto" a la acción del hombre, pero rechazó la posibilidad de que se llegue a acuerdos que comprometan a su país a reducir las emisiones de gases invernadero.
Los prolegómenos de la cumbre se vieron ayer ensombrecidos con violentos incidentes en diversos puntos de Edimburgo entre la policía y manifestantes radicales, que se saldaron con unos 60 detenidos. Para mañana está convocada una gran manifestación, a la que se espera que acudan cientos de miles de activistas para presionar al G-8 en favor de un acuerdo para el desarrollo de África y medidas para atajar el cambio climático.
Los negociadores de los siete países más ricos del planeta (EE UU, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido) y Rusia, que forman el Grupo de los Ocho (G-8), acercaron sus posiciones este fin de semana, pero a costa de rebajar las ambiciones iniciales del anfitrión de la reunión, el primer ministro británico, Tony Blair. Estados Unidos parece dispuesto a admitir, aunque sólo sea de manera parcial, la responsabilidad del hombre en el calentamiento del planeta, pero sin llegar hasta el extremo de que eso signifique reconocer que se han de reducir las emisiones de gas invernadero, causantes de ese calentamiento.
La delegación estadounidense ni siquiera admite que esté científicamente probado que la actividad humana contribuya al cambio climático, pero estaría dispuesta a aceptar que hay "un consenso entre los científicos" al respecto. No está claro que el texto reconozca la necesidad de ralentizar primero, detener después e invertir finalmente la tendencia al alza de las emisiones, aunque sí podría concluir que existen las herramientas para conseguirlo.
El problema de fondo es que la llegada de George W. Bush a la presidencia, en 2001, significó un cambio de posición respecto a su antecesor, Bill Clinton, que firmó el Acuerdo de Kioto para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Bush jamás ratificó Kioto con el argumento de que cumplir con las obligaciones de ese tratado hubiera llevado a la crisis a la economía de EE UU, responsable de una cuarta parte de las emisiones.
En sus declaraciones a ITV, realizadas la semana pasada, Bush se ratifica en su negativa a aceptar un acuerdo que comprometa a su país con un programa de reducción de emisiones y defendió que ese problema se ha de abordar mediante el desarrollo y uso de nuevas tecnologías menos contaminantes, como vehículos propulsados con combustible de hidrógeno, centrales eléctricas no contaminantes o secuestro de carbono (una técnica todavía experimental para absorber el carbono contaminante y enterrarlo a gran profundidad). "Creo que es posible que la economía crezca y al mismo tiempo trabajar mejor en torno a las emisiones lesivas de gases de efecto invernadero", afirmó Bush.
El presidente de EE UU negó la posibilidad de que esté dispuesto a hacer un favor a su amigo Tony Blair para lograr el éxito de la cumbre del G-8 como contrapartida al apoyo que éste le brindó durante la guerra de Irak. "Nuestras relaciones no funcionan en términos de quid pro quo [una cosa por la otra]", afirmó. "Tony Blair tomó las decisiones que creyó más convenientes para mantener la paz y ganar la guerra al terrorismo, como yo hice. Y yo no voy a la cumbre del G-8 para hacer que se sienta mal o bien, sino que voy al G-8 con una agenda que creo que es la mejor para mi país".
El G-8 deberá acordar un paquete de ayudas para el desarrollo de África que han ido disminuyendo también de calibre a medida que se ha ido acercando la cumbre, aunque seguramente llamadas a colmar más expectativas que en la cuestión del cambio climático. El último obstáculo parece ser la reticencia de Alemania a aceptar un calendario concreto en el compromiso genérico de doblar la ayuda al desarrollo de África.
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