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Austria investiga la participación del presidente iraní en un crimen en 1989

Viena analiza nuevas pruebas sobre el asesinato de un líder kurdo

Ángeles Espinosa

El pasado proyecta sombras sobre el nuevo presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad. Apenas desmentidas las denuncias que le vinculan con la toma de la Embajada de EE UU en Teherán en 1979, el Gobierno austriaco ha anunciado que dispone de documentos que le acusan en el asesinato de un líder kurdo en Viena en 1989. Ayer, el portavoz del Ministerio iraní de Exteriores, Hamid Reza Asefi, negó también esa implicación.

"Aconsejamos a los europeos que no caigan en la trampa de los medios de comunicación sionistas y que separen sus intereses de los de Estados Unidos y la entidad sionista", declaró Asefi durante su conferencia de prensa.

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Ceguera occidental

"El servicio de lucha contra el terrorismo recibió a finales de mayo un dossier relativo al señor Ahmadineyad y lo remitió a la fiscalía general", dijo el sábado el portavoz del Ministerio austriaco del Interior, Rudolf Gollia, citado por el diario francés Le Monde. La información se refiere al asesinato el 13 de julio de 1989 en Viena de Abdul Rahman Ghasemlu, el entonces secretario general del Partido Democrático del Kurdistán iraní (prohibido en Irán), y dos de sus colaboradores. La policía austriaca no logró detener a los responsables.

Los documentos supuestamente probatorios han sido recopilados por el diputado Peter Pilz, portavoz de los Verdes para asuntos de seguridad en el Parlamento austriaco. Pilz, que ha pedido la apertura de una investigación, declaraba el sábado al diario Der Standard que "existen fuertes sospechas" de que el nuevo presidente iraní estuviera implicado en aquel asesinato. Sin embargo, el portavoz de Interior aseguró que hasta ahora no habían recibido instrucciones para iniciar una investigación.

La acusación no es nueva. Durante los días que precedieron a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales iraníes el pasado 24 de junio, Teherán se llenó de rumores difícilmente verificables sobre la supuesta vinculación de Ahmadineyad con los asesinatos de opositores en el extranjero durante su época de oficial de operaciones especiales en la Guardia Revolucionaria (Pasdarán), el ejército ideológico del régimen.

Acusaciones de un exiliado

Ya el viernes, el diario checo Pravo publicó el testimonio de un responsable de la oposición kurda iraní exiliado en Irak que acusaba al presidente electo de haber facilitado las armas al comando que asesinó a Ghasemlu. La misma versión ha sido defendida en EE UU por Alí Reza Jafarzadeh, que dirige el think-tank Strategic Policy Consulting y quien, con anterioridad, fue representante para ese país de los Muyahidín del Pueblo, grupo de resistencia armada al régimen iraní que tanto EE UU como la UE tachan de terrorista.

"Los cargos son tan claramente falsos que no merece la pena contestarlos", respondió el portavoz iraní a los periodistas. "El enemigo ha inventado esas imputaciones para contrarrestar la alta participación en las elecciones", añadió. Ahmadineyad obtuvo un 62% de los votos, con una participación cercana al 60%, después de que en la primera vuelta lograra colocarse como segundo candidato más votado, contra todos los pronósticos y en medio de las acusaciones de fraude de dos de los políticos derrotados.

Su fama de ultraconservador ha hecho que su elección fuera recibida con recelo por Occidente, en especial por Estados Unidos, donde seis ciudadanos que permanecieron como rehenes durante los 444 que duró la toma de su Embajada en Teherán aseguran reconocer en el nuevo presidente a uno de sus carceleros. Tal posibilidad no sólo ha sido desmentida por el propio Ahmadineyad, sino por varios de los que, como estudiantes, participaron en aquel acto simbólico de rebeldía contra el apoyo de Washington a la dictadura del sha.

El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad (derecha), en el frente, durante la guerra Irán-Irak (1980-1988).
El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad (derecha), en el frente, durante la guerra Irán-Irak (1980-1988).EFE

"Estaba dentro de la Embajada"

"Me opongo a las políticas y el pensamiento de Ahmadineyad, pero él no participó en el drama de los rehenes ni en el asesinato de un líder opositor kurdo en Viena", ha declarado a la agencia Associated Press Said Hayarián, un ex agente de los servicios secretos iraníes e ideólogo reformista que estuvo a punto de perder la vida en 1999 por un atentado atribuido a los ultraconservadores.

Hayarián identifica como Taqui Mohamadi al joven barbudo que aparece en una foto trasladando a uno de los rehenes con los ojos vendados hace 26 años. Según su relato, Mohamadi terminó suicidándose en la cárcel tras ser detenido por el atentado que mató al presidente y al primer ministro en 1981.

El antiguo espía, que desde el atentado necesita un andador para caminar y tiene dificultades para articular las palabras, está considerado la memoria andante de la historia reciente de Irán. Su desmentido se suma a los de Abbás Abdi y Hamid Reza Yalaipur, otros dos destacados reformistas que participaron en el secuestro y tampoco tienen motivo para querer proteger al nuevo presidente. Sin embargo, el ex presidente Abolhasan Bani-Sáder, exiliado en París, insiste en su participación.

"No estaba entre los que tomaban decisiones, pero sí dentro de la Embajada", defiende Bani-Sáder, según el cual, "uno de sus cometidos era informar a Jomeini de lo que estaba sucediendo dentro".

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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