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Reportaje:UNA JORNADA HISTÓRICA DEL ACTIVISMO MUSICAL

Las estrellas pop sofistican el modelo benéfico

Desde los escenarios o a través de los impactantes "infoanuncios", los mensajes trataron de mostrar la dimensión de la tragedia africana

Diego A. Manrique

Live 8 deseaba evitar la confrontación entre los que piden/exigen y los que tienen la sartén por el mango.Y casi todos los invitados atendieron la susurrada indicación de sir Bob Geldof en el sentido de no provocar gratuitamente a los líderes del G8. Eso sí, desde Berlín, Green Day coló un "jodidos políticos" pero, tratándose de una banda nominalmente punki, era lo menos que se podía esperar. Los mensajes de Live 8, desde los escenarios o en los contundentes "infoanuncios" intercalados entre la música, pretendían concienciar a los espectadores de las dimensiones de la tragedia africana y, de rebote, exigir una acción decisiva a los poderosos que se reúnen a partir del miércoles en Escocia.

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Asombrosa la evolución del activismo musical. En 1985, Geldof juntaba dinero con urgencia para paliar la hambruna en la desdichada Etiopía. No se hacía ilusiones sobre la eficacia de su misión: el concierto bicontinental de Live Aid surgió de un supergrupo fugaz, llamado irónicamente Band Aid que significa tanto "ayuda de la banda" como "tirita". Les preocupaba reafirmar la transparencia y la efectividad de su labor humanitaria, deshacer el clima de sospecha derivado de eventos como Concert for Bangla Desh y otros donde el dinero desapareció o se encogió cuando llegó a su destino. También debía combatir el cinismo dominante en el mundo de la música, siempre cargado de argumentos escépticos para justificar la apatía. Los prejuicios eran reales: el New Musical Express y otros bastiones de la cultura rock despreciaron Live Aid, que en cambio fue potenciado sin reservas por la BBC y los diarios londinenses.

Aparte de ayudar a introducir las miserias de África en las preocupaciones del público occidental, Live Aid estableció el modelo de evento benéfico pop: montones de artistas populares, transmisión por radio y televisión, discos o DVD para reforzar los ingresos de taquilla y la venta de derechos. En los años siguientes, se aplicó esa fórmula para luchar contra el sida, apoyar a Nelson Mandela, socorrer a las victimas de desastres como el reciente tsunami y en mil causas regionales o de menor visibilidad.

Con Live 8, se sofistica el modelo. No conviene menospreciar la hazaña logística de diez conciertos en cuatro continentes (incluyendo dos de última hora, en Cornwall y Johanesburgo, para responder a la ausencia de artistas africanos en los programas de las grandes capitales). Ni los buenos oficios de los organizadores, capaces de montar heterogéneos carteles de figuras internacionales y artistas locales: una pesadilla el torear a tantos mánagers y divos, con sus egos y sus inconfesables deseos de promoción. Además, casi todos los conciertos se difundieron globalmente por televisión, radio, Internet y telefonía móvil.

Lo más novedoso, sin embargo, es que no se pide que los espectadores se rasquen el bolsillo; eso sería aplicar otra "tirita" a un moribundo. No, es la hora de las soluciones estructurales. Se quiere presionar al G8 -los 7 países más ricos del mundo más Rusia- para que, de una vez por todas, se haga un plan Marshall que saque a Africa del pozo. Hoy se impone el pragmatismo: Tony Blair no es amado entre lo más concienciado del rock pero se sabe de su compromiso personal con la campaña Haz que la Pobreza Pase a la Historia. George W. Bush tampoco ganaría un concurso de popularidad entre la aristocracia del rock, es imposible concebir una iniciativa tan ambiciosa sin algún respaldo de Estados Unidos.

Se confirma así la sabiduría de la táctica de Bono, que siguió llamando con su mejor sonrisa a las puertas de un Washington dominado por republicanos, igual que hizo con Bill Clinton y los demócratas. Claro, que el irlandés también sabe mucho de tácticas dilatorias y promesas falsas. Bono, al contar con Paul McCartney para abrir el show londinense e insertar al final una ráfaga de Unchained melody, indicó también las pautas musicales de Live 8. Se ha buscado sorprender con temas inesperados y, como decían los Beatles, con la pequeña ayuda de los amigos. Unos emparejamientos que han brindado momentos simbólicos: la voz islámica de Youssou N' Dour cortando el aire en el segmento reservado a la tibia Dido; el titán del rap, Jaz-Z, integrado con los rockeros de Kinkin' Park. Otras elecciones muestran la plasticidad del pop: Freddie Mercury compuso We are the champions como un disimulado himno gay pero, ya asumida en todos los deportes como canto triunfal, se convirtió en llamada a la movilización de voluntades en la enérgica versión de Green Day.

Lo que se ha visto también es que no resulta nada fácil conectar con el público al principio de un larguísimo concierto, bajo el sol y con tres o cuatro temas por cada artista. No es solo cuestión de pisar el acelerador, caso de los californianos de Green Day; también se trata de afinar con el repertorio y pulsar las fibras de los oyentes, como REM y su Everybody hurts, o el argelino Faudel, proclamando Je veux vivre (Quiero vivir) en Versalles. Sting simplificó su sonido y recurrió al cancionero de The Police: afilada la combinación de las imágenes de los ocho amos del universo y el "cada paso te des, te estaré vigilando" de Every breath you take.

Por el contrario, se colaron aberraciones: la entrada a capón de Celine Dion, actuando en un hotel de Las Vegas, todo aparatosidad y nada de alma . En coreografías, fueron más efectivas las de los raperos de Filadelfia, Kanye West y Will Smith. La exquisita puesta en escena de Björk en Tokio no transmitía mucha emoción: puede que estos conciertos requieran manjares más terrenales o que, como se quejaba alguien de la organización londinense, en Japón nadie se esforzó en explicar que Live 8 aparte de una experiencia estética, es una exigencia de justicia universal.

Bono, líder de U2, durante el concierto del Live 8 ayer en Hyde Park.
Bono, líder de U2, durante el concierto del Live 8 ayer en Hyde Park.REUTERS
Panorámica del Live 8 en Berlín, que reunió a unas 150.000 personas.
Panorámica del Live 8 en Berlín, que reunió a unas 150.000 personas.REUTERS
La banda de <i>hip-hop</i> The Black Eyed Peas, en el concierto Live 8 de Filadelfia.
La banda de hip-hop The Black Eyed Peas, en el concierto Live 8 de Filadelfia.EFE

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