El presidente italiano defiende ante el Papa el Estado laico
Benedicto XVI recuerda "las raíces cristianas de Europa"
El presidente de la República Italiana, Carlo Azeglio Ciampi, defendió ayer ante el papa Benedicto XVI los valores laicos del Estado y "la necesaria distinción entre el credo religioso de cada uno y la vida de la comunidad civil, regulada por las leyes republicanas". Ciampi, centrista y católico practicante, no se plegó a la campaña abstencionista de los obispos y del Vaticano y votó en el reciente referéndum sobre la ley de procreación asistida.
Las palabras que pronunció al recibir al pontífice en el palacio del Quirinal, donde residieron los papas hasta que la unificación italiana les privó en 1870 de su condición de dictadores vitalicios de Roma, fueron aplaudidas por numerosos dirigentes del centro-izquierda.
La visita de Benedicto XVI a Ciampi fue la primera desde su coronación y se celebró con toda pompa: el Papa fue recibido en la frontera entre el Vaticano y Roma por el ministro de Asuntos Exteriores, Gianfranco Fini, y cruzó el centro de la ciudad a bordo de un automóvil descapotable, escoltado por coraceros motorizados y una nutrida escolta policial. Carlo Azeglio Ciampi y Joseph Ratzinger, antiguos amigos, derrocharon gestos de cordialidad en su encuentro, pero, con toda la delicadeza diplomática que requería la ocasión, expresaron puntos de vista muy distintos en sus discursos oficiales. Ciampi se declaró "orgulloso" de la presencia vaticana en Roma. "Con el mismo orgullo", puntualizó, "afirmo, como presidente de la República y como ciudadano, el laicismo de la República italiana".
"Sano laicismo"
El Papa le respondió que consideraba "legítimo un sano laicismo del Estado" (el adjetivo "sano" suscitó comentarios, porque sugería la existencia de laicismos malsanos), pero reivindicó el derecho de la Iglesia católica a exigir de las autoridades civiles que no excluyeran "las referencias éticas que hallan su último fundamento en la religión". "La autonomía de la esfera temporal", dijo, "no excluye una íntima armonía con las exigencias superiores y complejas que derivan de una visión integral del ser humano y de su destino eterno".
Ratzinger se refirió también a "las raíces cristianas de Europa", que según él podían "favorecer aún hoy la unidad del continente", y cuestiones como las uniones entre homosexuales y la procreación asistida, objeto hace dos semanas en Italia de un referéndum que fracasó porque el abstencionismo preconizado por él mismo y por los obispos impidió el quórum necesario. El Papa se declaró "preocupado" por "los problemas de la tutela de la familia fundada sobre el matrimonio", tal como se reconoce en la Constitución italiana, el problema de la defensa de la vida humana desde la concepción hasta el fin natural y, en fin, a los problemas de la educación y de la escuela, "gimnasio indispensable para la formación de las nuevas generaciones".
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