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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mecánica de matar

J. Ernesto Ayala-Dip

Los cuentos que Jokin Muñoz (Castejón, Navarra, 1963) ha reunido en Letargo tienen como fondo la situación de violencia que ha generado ETA en la sociedad vasca, su forma de inmiscuirse en la vida cotidiana, pero también la descripción del funcionamiento mental de algunos prototipos de la banda armada. El método que ha ideado Muñoz para representar un asunto tan delicado consiste en introducirse en la trastienda de la violencia, en proyectar una posible vida cotidiana en el interior de la explosión de inhumanidad que significa decidir matar a alguien o decidir que eso no nos afecta. Jokin Muñoz nos ahorra la reflexión metafísica. Camus dijo todo lo que había que decir sobre esta materia. El fin del terrorismo es totalitario porque supone el propósito de un absoluto. Y aquí es donde se instala la injusticia y la sinrazón. Un terrorista (y un terrorista de Estado, también) mata con tanta facilidad (incluso brinda con champán su crimen) a un ser de carne y hueso porque antes lo ha sustituido por una abstracción llamada enemigo.

LETARGO

Jokin Muñoz

Traducción de J. Jiménez Bech

Alga. Irún, 2005

113 páginas. 14,50 euros

Letargo está compuesto de cinco relatos. Todos ellos, menos el primero (El mecano), describen la letra pequeña del drama. La política deja de ser el escenario de pugilato dialéctico para dejar paso a las coartadas que permiten más o menos conscientemente que las cosas alcancen la dimensión que han alcanzado. Tres cuentos de este volumen registran este sombrío panorama. Son Silencios, Chantillí y El silencio de la nieve. En el primero se nos relata el miedo doméstico, la insinuación del peligro inminente, la tortura de un teléfono que suena. Un matrimonio que espera que su hijo universitario retorne sano y salvo, como si lo habitual fuera esperar lo contrario. El tratamiento narrativo de Muñoz es impecable. Sentido riguroso de la elipsis y una solvencia absoluta a la hora de comunicar la zozobra. Chantillí es la antesala de la violencia, el fantasma de lo peor inevitable; el germen, diría, de esa fascinación por la violencia homicida y autodestructiva. El último cuento es como una propuesta fenomenológica del acto de matar. El autor navarro nos describe a dos miembros de un comando de ETA. Aquí no hay sátira ni propuesta cómica. El silencio de la nieve es una severa aproximación a esa especie de endogamia, de estructura desafectiva para con sus semejantes, para con su entorno que caracteriza a los terroristas. Es un relato sobre un interrogante: ¿qué pasa en la cabeza de un terrorista cuando tiene que matar a un maestro, a un guardia civil o a un político? La respuesta que se desprende de este relato es que por esa cabeza no pasa nada. Sólo un presente desesperado, sin sentido, sin conexión con el mundo. Un espantoso equívoco. Estas reflexiones son posibles sólo porque Jokin Muñoz ha puesto sobre la mesa literatura de verdad. Y todo el saber de la moderna narrativa corta de relevancia.

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