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Reportaje:

El temor a Mahmud Ahmadineyad

A las mujeres iraníes les preocupa perder espacios si el candidato ultraconservador triunfa en las elecciones presidenciales

Ángeles Espinosa

La cafetería del centro comercial Eskan bulle a mediodía. Jóvenes profesionales, parejas de novios o amigas que han salido de compras, hacen un alto para una comida rápida. Predomina el look occidental. Ellos, con vaqueros y camisetas. Ellas, maquilladas, con pantalones por encima del tobillo, guardapolvos ajustados y pañuelos mínimos. La estampa resume los avances logrados por el reformismo: un mínimo de libertades personales que muchos iraníes, sobre todo entre las mujeres urbanas, temen perder si Mahmud Ahmadineyad, llega a la presidencia.

"Sin duda prefiero a Rafsanyani", declara Nilufar, una joven guía turística. "El alcalde es muy religioso", explica. ¿Y Rafsanayani no? "Sí, claro, pero me refiero a su forma de pensar, es muy estricto", aclara. Lo que Nilufar teme es que Ahmadineyad signifique una vuelta al radicalismo ideológico de los primeros años de la revolución. Por eso aunque no votó en la primera vuelta de las elecciones, ahora va hacerlo.

Ahmadineyad insiste en el estricto respeto al código de vestido impuesto a las mujeres

"Es una situación límite", justifica. "Rafsanyani es más liberal y ya lo tuvimos antes; si saliera Ahmadineyad, no podría ir vestida así, con el pelo al aire y las uñas pintadas", asegura, "él lo dejó claro". Son muchas las mujeres que comparten esta percepción, porque a pesar de todas las restricciones, las iraníes han conquistado una participación en la sociedad, sólo comparable a Turquía entre sus vecinos.

El temor es tal que los colaboradores del ex alcalde se han sentido obligados a precisar que si sale elegido, ni anulará los derechos de las mujeres ni impondrá la segregación de sexos. Pero Aresu, una joven periodista, recuerda que a su llegada al Ayuntamiento Ahmadineyad insistió en el respeto al código de vestido impuesto a las mujeres: cabellos cubiertos y batas largas cubriendo las formas del cuerpo. Además, su grupo político, Abadgadán, que domina el Parlamento, redujo los fondos para las ONG y agrupaciones de mujeres.

"Ahmadineyad no es peligroso", discrepa Najmeh Shobeiri. Esta hispanista, de convicciones liberales y que se declara políticamente independiente, cree que hay mucha propaganda falsa en torno a él. "Lo encuentro más sincero que Rafsanyani; en el Ayuntamiento hay tantas mujeres trabajando como antes", añade Shobeiri.

Precisamente, las oportunidades de empleo encabezan la lista de peticiones de las iraníes, según una encuesta del Centro de Participación de la Mujer. Mientras en restaurantes, cafeterías y otros lugares de ocio que sólo están al alcance de ciertas capas sociales, una mayoría señala a su ropa como símbolo de las libertades que temen perder, las verdaderas preocupaciones van mucho más allá del velo.

La mejora de las condiciones de vida, un mayor acceso a la educación y el cambio de las leyes discriminatorias contra la mujer, son exigencias compartidas que muchas iraníes consideran que sólo pueden lograrse con gobiernos reformistas. Pero a la hora de enumerar sus problemas, el paro aparece por delante de la falta de libertad y bienestar, y las dificultades para casarse, debido a los problemas económicos y las imposiciones familiares, son un importante motivo de desasosiego. Esas preocupaciones centraron la campaña de Ahmadineyad y han sido olvidadas por otros candidatos.

"A corto plazo puede que sea más interesante el colorido que ofrece Rafsanyani, pero este país necesita un cambio y Rafsanyani no es un hombre de cambio", afirma Shobeiri. "Si el cambio es para mal, será el fin de la revolución, y si no, triunfará finalmente, pero no podemos seguir en el medio porque llevamos 26 años de luchas entre la derecha y la izquierda, y así el país no avanza", defiende. Esta profesora se muestra convencida de que en cualquier caso, Ahmadineyad no podrá ir en contra de la sociedad.

"Sí, es posible que sea algo más estricto con los asuntos religiosos, pero prefiero ajustarme el pañuelo y que levante el país; si ese es el precio para tener un país económicamente fuerte, estoy dispuesta a pagarlo", concluye.

La movilización de las mujeres fue decisiva en la elección de Mohamed Jatamí en 1997 y 2001. Sin embargo, el entonces candidato reformista contó con el voto de muchas iraníes piadosas, pero con una mentalidad tolerante como Tuba Kermani, la directora de Asuntos Sociales de la Organización para las Relaciones Islámicas. Ahora no existe esa unanimidad.

Kermani muestra cuidado en no revelar sus intenciones políticas, pero descarta que Rafsanyani vaya a lograr suficiente apoyo popular. "Tiene dos puntos débiles", asegura, "su intención de reanudar relaciones con EE UU y favorecer a su familia". En su opinión, la participación de la mujer en la sociedad, "en especial de las mujeres religiosas, es fruto de las enseñanzas de Jomeini, y eso no puede destruirlo ningún presidente".

El chador engaña. Esa pieza de tela negra con que se cubren las iraníes piadosas no es un símbolo de sumisión, sino de rebelión. Las chiíes practicantes lo llevan con orgullo y desafío. El problema está en la obligatoriedad de cubrirse que impuso la revolución y que contestan otras tantas iraníes, menos piadosas o con una visión más privada de la religión. Aunque resulte tentador, sería erróneo asociar la vestimenta a las intenciones de voto.

Una mujer iraní enarbola una fotografía de Alí Akbar Rafsanyani.
Una mujer iraní enarbola una fotografía de Alí Akbar Rafsanyani.AP

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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