"La difícil conciliación entre trabajo y familia frena la natalidad"
Constanza Tobío (Montevideo, Uruguay, 1954), catedrática de Sociología en la Universidad Carlos III, estudia desde hace una década las dificultades para conciliar la vida personal y familiar con la profesional. El fruto de ese trabajo, que ha contado con el respaldo del Plan Nacional de Investigación Científica, se recoge ahora en Madres que trabajan. Dilemas y estrategias (Ediciones Cátedra). El libro describe los recursos de las españolas para trabajar dentro y fuera de casa, para ser madres y empleadas; una doble jornada en la que cuentan con poco apoyo de su pareja.
Pregunta. ¿Cuáles son los dilemas y estrategias de las madres trabajadoras?
Respuesta. Su problema es abarcar las dos esferas, la familia y el trabajo. Para conseguirlo, la mayoría recurre a la ayuda de la familia. Lo hacen dos de cada tres madres empleadas, según las encuestas que hemos realizado. Para una de cada 10, la clave es la ayuda doméstica remunerada. El resto opta por recursos como vivir cerca del trabajo o del colegio, o disponer de un buen horario laboral.
"Las abuelas son el personaje clave; ante la falta de otros recursos, las madres acuden a la solidaridad familiar, sobre todo por vía femenina"
"La descoordinación de horarios laborales y escolares, las jornadas de trabajo larguísimas y la falta de servicios públicos son los enemigos"
P. ¿Por qué la conciliación es un problema?
R. Porque la incorporación laboral de las mujeres ha sido muy rápida, pero todo lo demás ha seguido igual. La organización familiar, social y la idea de qué es una buena madre se mantienen a la antigua usanza. Tampoco ha habido políticas sociales, cambios en el reparto de tareas hogareñas, en los horarios escolares...
P. O sea, que las abuelas son las que salvan la situación.
R. En gran parte de los casos, sí. Son el personaje clave; ante la falta de otros recursos, las madres acuden a la solidaridad familiar, que funciona sobre todo por vía femenina. Pero también contribuye el sobreesfuerzo de las propias madres.
P. ¿Cuáles son los mayores enemigos de la conciliación?
R. Las jornadas de trabajo larguísimas, la descoordinación de horarios laborales y escolares y la falta de servicios públicos de cuidado de niños y mayores. Sólo un tercio de las madres trabajadoras pueden recoger a los niños en el colegio.
P. ¿Y las vacaciones escolares?
R. Ese es otro problema más. La mitad de las madres recurre a la red familiar. El resto opta por la ayuda económica remunerada o por soluciones que no lo son, como llevar a los niños al trabajo. Eso lo hace con frecuencia el 11% de las madres y el 4% de los padres. El 9% deja solos a los niños en casa.
P. ¿Los horarios flexibles ayudan a la conciliación?
R. Sí, pero son una trampa si la jornada flexible acaba por convertirse en interminable.
P. El 42% de las empresas dice que las responsabilidades familiares limitan el rendimiento laboral de las mujeres, según una reciente encuesta oficial ¿Qué le parece?
R. Se pueden permitir decir eso, en lugar de decir que la familia es lo que produce trabajadores, porque el mundo laboral aún no ha asumido que el problema de la conciliación nos concierne a todos. Hasta ahora el empresario decía: "Compro 12 horas de un trabajador y lo quiero plenamente disponible. Allá se apañe para llegar planchado y con el niño en el colegio". Eso era válido en el viejo modelo, en el que el salario masculino también retribuía a una mujer que proveía la infraestructura. Ahora, las empresas pretenden pagar salarios individuales para personas que trabajan 12 horas y están plenamente disponibles.
P. ¿Las dificultades para compatibilizar pasan factura a la natalidad?
R. Claro. La difícil conciliación entre trabajo y familia frena la natalidad. Esos obstáculos son, en parte, responsables de la baja fecundidad española y demuestran que vivimos en un modelo social no sostenible en el que se sacrifica a las mujeres y no se asume que trabajan también porque hacen falta dos sueldos para pagar la hipoteca. El tema es ver si vamos a resistir otros 20 años con una fecundidad tan baja y esto es algo que aquí no preocupa.
P. ¿Hasta cuándo la red familiar suplirá la falta de servicios?
R. La eficacia de las madres trabajadoras para resolver el problema retrasa su solución. Tenemos unas redes familiares que pueden con todo, pero ya no dan más. Y se acaban con esta generación: las madres trabajadoras no podrán ayudar a sus hijas.
P. ¿Cuál es la solución?
R. En Europa existen tres modelos que se pueden combinar. Por una parte, las políticas basadas en permisos parentales retribuidos para el cuidado de los hijos. Por otra, los servicios públicos de cuidado de niños y por último, dar dinero a las familias para que concilien como quieran (comprar servicios de cuidado, que uno deje de trabajar...). En España tenemos, pero no hay un modelo coherente ni definido frente a uno de los mayores problemas sociales que tiene ahora España. La conciliación cuesta dinero y ahora la pagan las familias.
P. ¿Qué pasa con las amas de casa?
R. La percepción que se tiene de ellas ha cambiado de forma radical y muy rápida. En los años cuarenta, la mujer trabajadora era objeto de conmiseración. Ahora la madre trabajadora es el referente positivo para las mujeres y para los hombres. En cambio, las amas de casa son mujeres que se han quedado atrás. Están mal vistas. A pesar del agotamiento, las madres trabajadoras dicen que no querrían ser como las amas de casa.
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