Unas jornadas destacan el protagonismo de las ciudades en las políticas de inmigración
Los expertos piden más competencias y recursos para los ayuntamientos, y sufragio local
El reciente proceso de regularización de inmigrantes, el mayor realizado en España con cerca de 700.000 solicitudes, centró el debate público sobre la inmigración durante tres meses. La principal batalla por una integración adecuada de los inmigrantes, sin embargo, se libra desde hace años en las ciudades.
El catedrático de Filosofía del Derecho, Javier de Lucas, afirmó el pasado jueves en la apertura de las jornadas sobre participación social de los inmigrantes en el ámbito local, celebradas en la facultad de Derecho de Valencia, que el secreto de las políticas de inmigración "no está al alcance de los Estados"; se sitúa, como mínimo, a nivel supranacional, y sobre todo "más acá": en los municipios.
La negación del voto conlleva problemas simbólicos, normativos y pragmáticos
La Administración local ha sido la más exigida por el fenómeno de la inmigración por el que España ha transitado "a una velocidad de vértigo", añadió el profesor. Y ha respondido a él sin contar con las transferencias competenciales, ni con los recursos adecuados. Lo cual no significa que no haya ofrecido ejemplos de buenas prácticas.
Las jornadas organizadas por el Instituto de Derechos Humanos de la Universitat de València reunieron a 18 expertos, entre profesores y técnicos municipales. Su objetivo fue compartir esas buenas prácticas e identificar los obstáculos que impiden a los inmigrantes desarrollar su dimensión política, no sólo como sujetos de derecho, sino como participantes en la vida pública.
El sociólogo Francisco Torres abordó en la primera mesa redonda dos de las dimensiones de la inserción urbana de los inmigrantes: la residencial y la ciudadana. Destacó, de la residencial, que la utilización de los espacios públicos presenta un doble fenómeno: Los inmigrantes comparten con los vecinos autóctonos algunos espacios de ocio, como los parques; y reservan otros para estar con su comunidad. Ello, afirmó Torres, no tiene por qué ser entendido como una autoexclusión, sino como la expresión de necesidades distintas: El primer caso contribuye a conocer la urbe y a hacerse visibles para los otros. El segundo, es un ejercicio de acomodación de ese espacio, una forma de "hacerlo propio": Lugares, por ejemplo, en los que llevar el hiyab no sea motivo de que la gente se gire a mirar a su portadora.
El sociólogo planteó tres tipos de problemas derivados de la negación del derecho del sufragio en el ámbito local a los inmigrantes: Pragmáticos -sus preocupaciones no cuentan, o cuentan menos, al no proporcionar votos; y la capacidad de negociación entre los vecinos se ve disminuida; normativos -no se les permite votar a pesar de pagar impuestos y acatar las leyes, lo que contradiría "los valores básicos de la Democracia", y simbólicos -se les conforma como "ciudadanos de segunda": "como los menores o los enfermos mentales".
Los inmigrantes, añadió Torres, sí han utilizado otras vías de expresión social, a la que los ayuntamientos han sido receptivas: las organizaciones compartidas -sindicatos, ampas...- y las propias: el amplio abanico de las organizaciones de inmigrantes.
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