Naufragio laico
Italia acaba de librar una batalla política de enorme seriedad que no ha encontrado reflejo en las páginas de Internacional de los periódicos españoles sino en los espacios especializados de Sociedad. Los ciudadanos italianos habían sido convocados a las urnas para decidir en referéndum sobre cuatro cuestiones relacionadas con la reproducción asistida y con la experimentación con embriones humanos, y conseguir así la derogación de los aspectos más restrictivos de la llamada ley 40, aprobada en 2004 por la mayoría berlusconiana a iniciativa de la Iglesia católica y considerada entre las más conservadoras del mundo. El resultado ha sido un éxito demoledor de la Conferencia Episcopal Italiana y una derrota de la República laica: más del 70% del censo prefirió seguir el consejo de "ir a misa y luego a la playa" predicado desde los púlpitos, dejando así sin efectos la consulta, a pesar de que quienes emitieron su opinión lo hicieron afirmativamente a las cuatro preguntas en porcentajes que oscilan entre el 78 y el 89%.
No es lo mismo abstenerse que votar negativamente. Además de ser más fácil que acudir al colegio electoral, esta abstención se suma a la habitual en toda convocatoria, en un país que no ha conseguido el quórum suficiente en ninguna de las consultas realizadas en los últimos 10 años. La abstención activa propugnada por la Iglesia católica ha contado con una frase desgarbada en el momento oportuno del recién estrenado papa Benedicto XVI, que gana así su primera batalla política contra el relativismo y contra lo que llama la "cultura de la muerte": "Dios bendice a quien se abstiene ante las cosas que disgustan a Dios".
El abstencionismo ha actuado transversalmente sobre todo el espectro político, a pesar de que el referéndum era una iniciativa de los radicales, la izquierda y las feministas. El presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, subrayando los deberes de la ciudadanía, ha ido a votar, pero Berlusconi se ha abstenido. Ha aparecido, además, una nueva e insólita figura pública, que ejemplifica la periodista Oriana Fallaci, la del ateo cristiano, alguien que se declara perfectamente ajeno a las creencias pero perfectamente amarrado a la moral católica más conservadora.
La jerarquía católica considera que el embrión, desde el mismo momento en que el espermatozoide ha fecundado al óvulo, tiene los mismos derechos que un ser humano. Es, por tanto, lógico que exija a sus feligreses que se aparten de todo lo que tenga que ver con la reproducción asistida y con la experimentación con células madre, aunque hay una corriente de la teología católica, actualmente minoritaria, que discrepa abiertamente de estos planteamientos y se acoge a autoridades de tanto peso como el propio Tomás de Aquino. Pero la Iglesia italiana -y no sólo la italiana- no tiene suficiente con exigir a sus feligreses que actúen conforme a sus creencias, sino que quiere imponerlas al conjunto de la sociedad, y utiliza su estructura y su poder temporal para actuar políticamente e influir en el curso de los acontecimientos políticos.
Es un "naufragio laico", en expresión del director de La Repubblica, Ezio Mauro, que significa la irrupción de la Iglesia católica en la acción política directa, ahora sin la mediación de la democracia cristiana. También lleva a la desactivación, como mínimo para una larga temporada, del referéndum de iniciativa popular, pocos días después de que dos Gobiernos, el francés y el holandés, obtuvieran sendos reveses en las consultas sobre la Constitución europea. Todo esto afecta a las mismas raíces de la República laica, que para nacer tuvo que combatir con el Vaticano.
Además de consecuencias políticas, hay otras más prácticas. Las parejas italianas seguirán recurriendo a la reproducción asistida como lo han hecho en los últimos meses, en las clínicas españolas o suizas. Y los excelentes científicos que tiene Italia seguirán marchándose a Estados Unidos, Reino Unido e incluso a Corea del Sur, donde la investigación con células madre avanza a pasos de gigante. Mientras nuestra vieja sociedad europea se debate en sus referendos, las cosas importantes suceden en otra parte. Lejos de Europa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.