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Reportaje:

A la conquista del voto joven en Irán

Las nuevas generaciones desconfían de una reforma que no llega y reclaman más puestos de trabajo y menos restricciones

Ángeles Espinosa

"Ya no me interesa. Estoy esperando los últimos papeles para emigrar a Canadá", confía Mandana, una dentista que refleja la apatía estudiantil hacia las elecciones. Emigrar. Ése es el sueño de muchos jóvenes iraníes cansados de esperar reformas que no llegan. Cada año 150.000 se van de Irán en busca de trabajo o de mayor libertad personal. Los siete candidatos a las presidenciales de mañana lo han tenido muy en cuenta en sus campañas. No en vano la República Islámica es el segundo país más joven del mundo: dos tercios de su población tiene menos de 30 años y se vota a partir de los 15.

Con 25 millones de personas en esa franja de edad (un poco más de la mitad del electorado potencial), los jóvenes se han convertido en el principal campo de batalla político. Su participación fue determinante en las victorias de Mohamed Jatamí en 1997 y 2001, y en el triunfo reformista en las legislativas de 2000. Ahora, todos los candidatos se han hecho eco de sus problemas y han tratado de ganarse su confianza.

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Lariyaní les organizó un concierto de música popular. Moin se ha reunido con ellos en las universidades. Rafsanyani ha dedicado uno de sus vídeos electorales a charlar de moda, sexo y religión con una veintena de chicos y chicas, e incluso ha abierto sedes electorales exclusivamente para ellos. Pero los jóvenes desconfían de sus promesas y reclaman más puestos de trabajo y menos restricciones sociales.

"No estoy segura de que vaya a votar, pero es divertido estar aquí", reconoce sin complejos Soghor, una jovencita supermaquillada que reparte propaganda pro-Rafsanyani con un chaleco-anuncio sobre su ropa superajustada. Ése parece ser el caso de los pijos que hacen campaña por el veterano político en los barrios acomodados del norte de Teherán. Da la impresión de que muchos jóvenes han convertido los mítines electorales en una ocasión para divertirse y flirtear con el otro sexo.

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"La mayor libertad en nuestra forma de vestir es sólo una distracción para que los Gobiernos extranjeros no se fijen en las violaciones de derechos humanos", asegura Mandana. Shariyar, a punto de obtener el título de médico, está de acuerdo, pero señala que ésas son preocupaciones de una élite, que la mayoría sólo tiene tiempo de ganarse el sustento. Cada año 600.000 jóvenes entran en el mercado laboral y el último plan quinquenal (2000-2005) sólo ha creado la mitad de los 700.000 empleos previstos.

"Hemos perdido la esperanza y ya no nos importa lo que va a hacer el Gobierno; la vida personal ha pasado a ser más importante", apunta Mandana, para explicar el descenso de activismo estudiantil. La universidad ha sido tradicionalmente el horno de las revueltas en este país. Lo fue a finales de los setenta a favor de la Revolución Islámica y lo volvió a ser entre 1999 y 2003 a favor de la reforma liberal. Su peso potencial se desprende de su alcance: 1,2 millones de universitarios que ya no se limitan a los afiliados ideológicos del núcleo duro del régimen, como ocurriera a principios de los ochenta. "Sin duda la mayor libertad de que gozamos ahora ha influido, pero ha sido sobre todo la represión y la falta de avances lo que ha desanimado a la mayoría", explica Majid Haji Babai, un doctorando en Historia que es responsable de estrategia en la Oficina de Consolidación de la Unidad (OCU), el principal sindicato estudiantil. Babai recuerda que las manifestaciones de 2004 se saldaron con 4.000 detenidos y algunos de los encarcelados por la revuelta de julio de 1999 aún permanecen entre rejas.

Con 80 asociaciones repartidas en los dos centenares de universidades de todo el país, la postura de la OCU hacia las elecciones es muy importante. Sin embargo, el sindicato se encuentra dividido. El llamamiento al boicot de 500 intelectuales críticos y disidentes en mayo ha tenido un gran eco entre la mayoría, pero hay un sector, aparentemente en minoría, favorable a participar.

"La democracia es un proceso y con Jatamí hemos dados algunos pasos en ese camino", justifica Babai, que no esconde su respaldo a Mostafá Moin, el reformista que trata de tomarle el relevo. Sin embargo, el secretario general de la OCU, Abdolá Momeni, se ha manifestado discretamente por el boicot de lo que Alí Afsarí, uno de los líderes de la revuelta de 1999, llama "circo electoral".

En cualquier caso, Momeni ha aclarado que su opción no significa que los estudiantes sean indiferentes a la actual crisis. Lo probaron el pasado mayo cuando el veto del Consejo de Guardianes a la mayoría de los candidatos, en especial a Moin, desató una serie de protestas en las universidades de todo el país. Al final el líder supremo incluyó a Moin y a otro aspirante reformista. Pero los estudiantes siguen reclamando el derecho a elegir libremente a los candidatos y que los agentes de seguridad salgan de los campus.

Una joven iraní en un mitin en apoyo de Akbar Hashemi Rafsanyani.
Una joven iraní en un mitin en apoyo de Akbar Hashemi Rafsanyani.AP

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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