Las mujeres pelean por una ilusión de igualdad
La semana pasada, la selección nacional de fútbol de Irán se clasificó para los mundiales al ganar a Bahrein 1-0. Para Leyla Maleki y otra veintena de mujeres fue un doble triunfo. Por primera vez desde la Revolución Islámica hace 26 años, se permitió la entrada de féminas en un estadio. El logro, en el que influyó el permisivo ambiente preelectoral, refleja el lento avance de su causa, a pesar de las promesas de igualdad que les llevaron a apoyar a Mohamed Jatamí.
Ocho años después, la presión del régimen sobre sus apariencias se ha relajado. Ya no hay basiyis (voluntarios islámicos) lanzando ácido a las caras de quienes van maquilladas, ni patrullas morales afeando la conducta a las que muestran su cabello bajo pañuelos cada vez más escuetos, pero la mayoría de las iraníes sienten que no se han producido cambios de sustancia. Jatamí no ha resuelto la contradicción entre derechos civiles y valores religiosos que permite que puedan votar o ser elegidas diputadas, pero no viajar sin autorización de sus maridos.
"Ésa es la razón por la que yo no me caso", bromea Leyla J., una joven profesional que trabaja para una empresa europea. Ella es económicamente independiente, pero sigue viviendo con su familia porque hacerlo sola "está muy mal visto".
Como en muchos países musulmanes, el fundamento de la discriminación legal se halla en la ley islámica. De acuerdo con ella, y aunque la poligamia está mal considerada en Irán, un hombre puede casarse con cuatro esposas; las mujeres no pueden pedir el divorcio salvo en circunstancias excepcionales; en caso de separación, la custodia de los hijos mayores de siete años va automáticamente al padre y su testimonio ante un tribunal vale la mitad que el de un hombre. Aprovechando su control del Parlamento entre 2000 y 2004, los reformistas presentaron diversos proyectos de ley a favor de la igualdad. Sin embargo, la mayor parte de ellos han sido rechazados por el Consejo de Guardianes, el órgano no electo que supervisa el carácter islámico de las leyes. Ha habido cambios sutiles, pero insuficientes, según las activistas. Un hombre ya no se puede divorciar sin la decisión de un juez y sin pagar pensión, y se les han abierto las puertas de trabajos reservados a los hombres, como policías o camareras. Pero dadas sus expectativas, es muy probable que una buena parte de ellas ignore las urnas el próximo viernes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.