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Reportaje:ELECCIONES GALLEGAS | Galicia de esquina a esquina

'Ondiñas veñen'

El pueblo de Castelao, Rianxo, reverencia sus recuerdos, y los pescadores vigilan el peso del mejillón

Juan Cruz

En el bar de Pancho, en Rianxo (A Coruña), la patria chica de Castelao, el fundador de la patria gallega, está la fotografía de la rondalla que entonó por primera vez en Buenos Aires A Rianxeira: "Ondiñas veñen / ondiñas veñen e van / non te embarques, rianxeira / que te vas a marear". Eran los años cuarenta. Ese monumento a la morriña, a las olas que van y vienen, es el segundo himno nacional gallego, después del solemnísimo himno de Pondal, y ahora parece un símbolo, también, del presente y del futuro de Rianxo, y de Galicia.

Ondiñas veñen / ondiñas veñen e van. La letra es de Pinciños y la música es de Romero. Esa canción es tan orgullo de Rianxo como la figura de Castelao, el nacionalista republicano que supo darle a Galicia el sentimiento de una patria.

En la lonja, Josefina espera para comprar a través del ordenador y su teléfono móvil

En la Rua de Abaixo -durante el franquismo la llamaron De Calvo Sotelo- están las tres casas, casi contiguas, del propio Castelao, de Rafael Dieste y de Manuel Antonio. Manuel Antonio murió a los 29 años (en 1930), de una tuberculosis, y dejó atrás algunos de los poemas más importantes de la literatura gallega del siglo XX. Dieste, novelista, poeta, ensayista, fue al exilio, como su amigo (y vecino) Castelao, que puso al servicio del sentimiento nacional gallego sus oficios de político, escritor y dibujante.

Castelao vivió la mayor parte de su exilio en Argentina, donde falleció en 1950, y su cadáver fue trasladado -en 1984, en medio de grandes protestas de los que no entendían por qué se le privaba del orgullo del exilio perpetuo- a Santiago de Compostela; y Dieste falleció en un hospital de Santiago, tras sufrir en su casa de Rianxo, en el otoño de 1981, una caída que sería mortal.

Rianxo vive con orgullo ese patrimonio de reliquias literarias. El cementerio (Manuel Antonio, Dieste) les rinde homenaje visible, y la calle donde todos ellos vivieron es una retahíla de homenajes. Hay un palacio, el del cirujano Baltar -le llamaban El Bisturí, era un gran médico; no cobraba a los de Rianxo; no confundir con el actual político orensano Baltar-, que simboliza aquel tiempo: ilustrado de la Institución Libre de Enseñanza, su patrocinio hizo posible aquel impresionante caldo de cultivo ... Pero el pueblo no vive sólo pendiente de esos recuerdos decisivos. Un día allí es como la visita al microcosmos de problemas (y de esperanzas) que refleja aquella canción famosísima: Ondiñas veñen e van.

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Esta mañana están pendientes de las olas tranquilas de la ría; los que han ido a buscar berberechos están a punto de regresar, y en la lonja les esperan para empezar la subasta electrónica. No hay gritos: todo está en la pizarra; Josefina Silva espera con su ordenador y su móvil; ella va a comprar sin mover un músculo. Sus berberechos nutrirán luego la nevera de los mejores restaurantes del país. Está rodeada de competidores, pero nadie levanta la voz. Los códigos ya no se gritan. La lonja parece una misa.

Donde está el problema es con los bateeiros del mejillón. Antucho Gómez, un veterano, quisiera saber qué pasa, por qué no engordan los mejillones: ¿por las consecuencias del Prestige, todavía? ¿Por las dragas que se hacen en Vila de Arousa, que están llevando el fango a Sálvora? Que lo digan los biólogos; pero, mientras, Antucho denuncia "una crisis bastante grande". ¿El Prestige pasará factura en estas elecciones? "Yo creo que hemos tapado bastante el agujero del malestar"... Juana Francisca, que vende pescado, tiene otra preocupación: ¿por qué siguen vendiendo ilegalmente los que no pagan impuestos por su mercancía?

Anxo Gómez, marinero, poeta y anarquista, nos llama la atención sobre un sonido de Rianxo, y de las costas gallegas: los viejos barcos se quedan con el motor al pairo, y ya ese sonido es como el rumor de la ría. Y cuando se apagan parece que el silencio sea de siglos. Él es quien nos dice que aquellos tres rianxeiros (Dieste, Castelao, Manuel Antonio) "movieron la conciencia del pueblo, como diría James Joyce". Galleguistas en mayor o menor medida (en menor medida, Dieste), dieron desde aquí un toque de atención al que el franquismo quiso poner sordina.

Para Anxo, la conciencia del pueblo tuvo que ver sobre todo con la pesca: las huelgas que se hicieron en los años treinta, para reclamar precios dignos, fue lo último revolucionario hasta que la Guerra Civil sembró de miedo esta orilla... Xosé Luis Axeitos, escritor, profesor y académico, nos llevó luego por los aledaños de la Lonja y nos mostró los restos del campo de concentración donde fueron hacinados 3.000 republicanos... Con otros colegas gallegos (Xesus Alonso Montero, Isaac Díaz Pardo) consiguió que aquí figurara esta placa: "En este lugar, para mayor ignominia y desprecio de la condición humana, existió un campo de concentración entre 1937 y 1939. Este monumento es homenaje a los prisioneros republicanos que en él sufrieron y murieron".

En los años setenta, Castelao integró la conciencia nacional gallega, y ahora su mito es ya indestructible, aunque Axeitos nos dice que la gran voz poética de Rianxo es la de Manuel Antonio, que tuvo en los años veinte el atrevimiento de lanzar un manifiesto (Mais alá, que hoy también sería eficaz, dice Axeitos), en el que reclamaba acabar con los viejos, con las reliquias... Y en 1919, quemó una bandera española, para disgusto de Dieste...

Ahora la gente espera la irrupción del turismo; eso es lo que nos dice Francisco Martínez, actor clásico, que hoy está al frente del restaurante familiar Don Pancho, antes de irse a representar el Ricardo III de Shakespeare al Festival de Teatro de Almagro...

Hay más leyendas de las que se pueden contar. Algunas son mitológicas, como la que recuerda Anxo sobre el pasado de su familia ancestral, que proviene de una sirena y de un hombre; o la del Castillo de la Luna, que cuenta Francisco, sobre una pareja de enamorados cuya muerte violenta no logró apagar su amor, y la luz de la luna los acompaña en la tumba...

Ondiñas veñen. A algunos de nuestros compañeros de excursión por la tierra de A Rianxeira les preguntamos por las ondiñas: ¿cómo vienen ahora? Francisco Lavandeira, que cuida de las instituciones culturales del Ayuntamiento: "Vienen de color azul claro, no del azul del chapapote..." Antucho: "Ojalá con las olas vengan un polígono industrial, un nuevo urbanismo, más trabajo". Anxo: "Que venga un tiempo en que el hombre sea también cómplice de los animales, no se puede ser tan antropocentrista; la naturaleza exige que haya parajes sagrados; apostar por el paisaje, y no por el feísmo gallego. El enemigo es el consumismo. Que las ondiñas nos defiendan". Xosé Luis: "Las ondiñas que se van son la tradición caduca de Galicia, y las que han de venir son las ondiñas de la tradición conquistada. Las olas vienen porque las movemos". El actor: "Las ondiñas que vienen ojalá acaben con un futuro aletargado. Y las que se van representan un pasado duro, en el que también figuran algunas perlas que no debemos olvidar".

Un mariscador de almeja y berberecho, camino de la lonja de Rianxo (A Coruña).
Un mariscador de almeja y berberecho, camino de la lonja de Rianxo (A Coruña).ÓSCAR PARÍS

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