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Reportaje:

El bullicio milenario

El Mercado Central afronta su rehabilitación desde el recuerdo de mil años de historia comercial en Valencia

Sara Velert

Valencia amanece en el Mercado Central. Bajo sus cúpulas de hierro, cristal y cerámica cientos de vendedores se preparan cada mañana para seducir a sus clientes a través de los sentidos, de los aromas, colores y texturas de la huerta, el mar y la granja. El ritual se repite en esta catedral de los mercados desde 1928, cuando abrió sus puertas tras una obra que duró más de una década. Construyó sus cimientos sobre la memoria y tradición de una actividad comercial y mercantil que hunde sus raíces en la Valencia romana, y así lo cuenta El Mercado Central. Mil años de historia, un documental encargado por la Asociación de Vendedores "con motivo de la rehabilitación" del monumento modernista, explica el gerente, Alfonso Goñi.

La obra costó tres millones de pesetas y los aportó el conde de Trénor
La plaza fue lugar para justas, corridas de toros y ajusticiar a reos en la horca

Bajo la dirección de Ricardo Macián, cámara y realizador en Canal 9 del desaparecido programa cultural Cop d'Ull -y cuya firma figura en trabajos sobre la labor de Vicente Ferrer en la India o el conflicto de la antigua Yugoslavia-, el documental relata la historia del mercado y el comercio que lo rodea "con un ir y venir" del pasado a la actualidad. El equipo del documental de Croma Producciones -con guión de Macián y de la periodista de la televisión valenciana y autora del libro Palestinos Lola Bañón- ha rastreado a lo largo de dos años la historia del mercado y del comercio en todas las colecciones privadas de fotografía de la ciudad, y en multitud de archivos, filmotecas, museos, bibliotecas y hemerotecas.

Nace así un documento audiovisual que introduce mil años de historia de la vocación comercial de Valencia tras recordar la ciudad romana, que dejó la huella de un gran mercado en las excavaciones de L'Almoina, como explica el arqueólogo municipal Albert Rivera. Isla fluvial con un puerto cerca de las Torres de Serranos, la Valencia del pasado cubrió de tierra poco a poco el brazo del río Turia que llevaba sus aguas por la calle de Bolsería y sus moradores árabes levantaron la mezquita sobre el suelo que ahora ocupa la iglesia de los Santos Juanes. La mezquita y un mercado que no ha salido a la luz centraron la vida de la ciudad musulmana, con sus zocos, comercios y gremios.

La pujanza de Valencia traspasó su muralla árabe, donde se instaló un mercadillo en la Boatella al que dio carta de naturaleza el rey Jaume I al conceder en 1261 el privilegio para celebrar una feria semanal y el fuero por el que se elige al prohombre responsable de inspeccionar la calidad de los productos y sus precios, como hacía antes el almutacén.

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El control de precios y pesos la heredó en su nombre la calle del Repeso, como explica en el documental Juan Luis Corbín, historiador y responsable de los archivos del arzobispado. Estudioso del Mercado Central, Corbín falleció antes de ver acabado el documental, al que aporta datos, leyendas y detalles casi olvidados: el origen del desaparecido convento de las Magdalenas, en el que un marido despechado quiso encerrar a su esposa después de que huyera con un marinero y vendiera pescado en el mercado; el nacimiento de la calle del Trench al romperse la muralla árabe para dar acceso más rápido a la plaza del Mercat; el apodo a los Santos Juanes como la parroquia "dels pillets" por los chiquillos que merodeaban por los puestos para llevarse algo al despiste; o el abandono de niños entre tenderetes que luego criaban los comerciantes, como cuenta Blasco Ibáñez en Arroz y Tartana, donde también describe "el revoltillo de toldos" que se observaba desde la Lonja, el otro gran monumento del entorno y la actividad mercantil.

"Yo me fui enganchando a la historia por los datos que íbamos recabando, como el hecho de que se celebraran corridas de toros en la plaza del mercado", dice Macián. Las hubo hasta 1743, año en que murieron varias personas cuando cayó una almena de la Lonja a la que se habían atado las cuerdas de un toldo. Centro neurálgico rodeado de calles en las que se establecieron mercaderes de todas partes y de plazas de distribución de trigo (Almudín), aves (Redonda), arroz (Lonja) o sal (Temple), la del Mercat atrajo a los vecinos a fiestas, justas, torneos y corridas de toros, pero también para ser testigos de ahorcamientos. De los ajusticiados se cuidaba la Cofradía de la Virgen de los Desamparados, que era colocada sobre el féretro. La horca fue el destino del héroe José Romeu, el Palleter, que pagó así su lucha contra la ocupación francesa.

El Mercado Nuevo o de los Pórticos inaugurado en 1839 mantenía a los vendedores "acampados a la intemperie", relata Teodoro Llorente en las últimas décadas del siglo XIX, cuando el Ayuntamiento comenzó a examinar proyectos para un edificio totalmente cubierto. Finalmente, en 1910, se eligió el de los arquitectos catalanes Alejandro Soler March y Francisco Guardia Vial, y el rey Alfonso XIII acudió al acto simbólico de inicio de los derribos del convento de las Magdalenas y decenas de casas.

Sobre 8.000 metros cuadrados se levantó lentamente el actual Mercado Central. La obra se presupuestó en tres millones de pesetas, que aportó Francisco Trénor, que mereció así el título de conde. El edificio modernista se acopló al espacio abierto formando "un doble octógono aplastado" que le confiere un carácter "absolutamente singular", explica en el documental Horacio Fernández del Castillo, el arquitecto encargado de la actual rehabilitación, acompañado por Eugenio Viedma, cuyo padre, Enrique, terminó la obra junto a Ángel Romaní en 1928. El Mercat Central abrió sus puertas el 23 de enero, la onomástica de Alfonso XIII, que no estuvo en la ciudad para vivir la fiesta de los vendedores ni la comida que se dio a 2.000 pobres. Ni para ver la belleza de sus mármoles, forjados, mosaicos y azulejos coronados por una gran cúpula identificada por la veleta de la cotorra, que ha mecido el viento de nuevas historias mientras envejecía el monumento que ahora se librará del óxido y la suciedad mientras en su interior continúa invariable al paso del tiempo el bullicio diario del mercado.

Internet y tradición

El puzzle de imágenes y sonidos que recrea el documental de la historia del Mercado Central tiene dos piezas destacadas que encarnan la memoria y la modernidad. Amparo Vivó, a sus 86 años, recuerda el traslado al edificio en 1928. Ligada a la venta de frutas y verduras desde la niñez, su jubilación no la ha apartado del todo del puesto que ahora lleva su hija. Vicent Bau es el titular más joven, con una carnicería en la que ha dado el relevo a su padre. "Tenemos que mirar adelante pero sin olvidar de dónde venimos", dice al comentar el avance de las nuevas tecnologías en los servicios de venta.

El Mercado Central se precia de ser el mayor de Europa especializado en productos frescos y el primero en afrontar en 1996 la informatización de la venta. Los pedidos llegan por teléfono o correo electrónico y los clientes de este servicio, más de 1.500, pueden seguir a través de la página web la marcha de su compra, y reciben avisos al móvil para conocer la hora de su distribución "en frío, un servicio que no da nadie más", dice el gerente, Alfonso Goñi. El mercado acoge 400 negocios y en él trabajan unas 1.500 personas, lo que da idea de su peso económico. Prácticamente todos los titulares forman parte de la Asociación de Vendedores, que no dispone de cifras de negocio globales. El presupuesto anual del mercado es de 1,8 millones de euros que proceden de las cuotas a los vendedores y los servicios que presta el mercado, al que acuden diariamente 15.000 personas, y hasta 33.000 en Navidad.

El gasto principal es el de limpieza y es alto el de mantenimiento, que ha hecho necesaria una rehabilitación integral que costará 11 millones de euros que aportan el Gobierno, el Ayuntamiento y la Generalitat. "Los vendedores no pagarán un duro", resalta el presidente de la asociación, Vicente Gimeno. Además de la limpieza y recuperación del edificio, la reforma aborda nuevos servicios en el sótano y la modernización de los puestos, que se cerrarán por fases "con las menos molestias posibles" con el fin de sustituir el pavimento. El mercado recuperará su esplendor en 2007.

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Sobre la firma

Sara Velert
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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