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Reportaje:

La clase de Natalie Portman

Buen año para Natalie Portman, la mujer contradictoria -actriz y universitaria, seria y frívola, alabada y detestada-, pero con algo obvio: su estilo con sólo 24 años. Sus últimos estrenos ('Closer', 'Algo en común' y 'La guerra de las galaxias III') han funcionado muy bien. Aquí desvela muchas caras.

Es fácil entender por qué Natalie Portman se gana tantas enemistades, especialmente entre quienes no la conocen. El sentimiento puede ser tachado de pura envidia hacia una mocosa que, cuando aún no tenía edad de probarse un sostén, dejó al público clavado en la butaca gracias a su aprendiza de asesina en El profesional. Una estrella desde los 12 años cuya carrera tiene poco que ver con la de aberraciones a lo Macaulay Culkin y se aproxima mucho más a la de una Jodie Foster sonriente. Actriz de primera y estudiante de excepción, graduada en Harvard mientras en la pantalla se convertía en la reina Amidala -más tarde, senadora de Naboo, como les gusta precisar a los seguidores más cercanos de la saga de La guerra de las galaxias-, y finalmente este año, a punto de cumplir los 24, consagrada de manera profesional con una candidatura al Oscar, la más joven de las aspirantes, entre las que Cate Blanchett se llevó la estatuilla, pero Natalie Portman se quedó con el orgullo.

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Aun así, o precisamente por todo esto, es fácil encontrar comentarios dudosos contra esta joven israelí, pequeña y de apariencia frágil, pero dura de roer y con una mirada que vale un mundo. "Tiene ese aire de demasiado buena como para codearse contigo", afirma Sarah D. Bunting, una espectadora más convertida en crítica de cine y de sus estrellas gracias a Internet. Los que se llaman críticos profesionales también han vapuleado a esta ninfa después de su paso por los episodios I, II y III de La guerra de las galaxias, quejándose de una interpretación "estirada como un palo". También la recuerdan como una estrecha por rechazar trabajos como la última versión de Lolita, de Nabokov, o forzar a Wayne Wang a que cortara las escenas de sexo antes de aceptar el guión de Anywhere but here (A cualquier otro lugar). Incluso los halagos que recibe de sus compañeros de profesión suenan a una mezcla rara entre condescendientes y babosos. "Es la mejor de las crías, chicas, personas, actrices, estudiantes, amigas… Bueno, una mujer que está muy bien", afirma Ashley Judd sin saber qué calificativo otorgar a su compañera de rodaje en Where the heart is (La fuerza del amor). "Tengo muchas ganas de trabajar con Natalie Portman. Finalmente ha crecido lo suficiente como para poder besar en la pantalla", añade el realizador Gary Marshall. Sin ocultar algo de envidia porque Portman se llevó la candidatura que parecía hecha para ella en Closer, Julia Roberts declara que admira la valentía de su compañera de rodaje: "Me sorprendió que aceptara el papel, porque yo nunca lo hubiera hecho". En el ambiente universitario, la opinión no mejora; un compañero de clase que prefirió no dar su nombre, al hablar de este cerebrito en el aula señaló: "Hay algo en Natalie que te pone a la defensiva".

Claro que también hay quien la idolatra; público, crítica y hasta compañeros de profesión que, como la joven America Ferrera, protagonista de Las mujeres de verdad tienen curvas, colocan a Portman en un pedestal: "Lo que me inspira en ella es que tiene tanto talento que no se siente en la necesidad de perseguir una carrera en Hollywood. Es una persona segura que sabe que Hollywood siempre estará ahí esperándola". Como dijo Ted Demme tras dirigirla en Beautiful girls, se trata de una joven que hará lo que quiera: "Y si un día me dice que deja la interpretación y se presenta a presidente, me lo creeré. Me creo cualquier cosa que me diga", añadió antes de que la muerte le impidiera comprobar la verdad que escondían sus palabras.

Al natural, son fáciles de entender todas las críticas, e igual de fácil rechazarlas. Formal y compuesta, sí, incluso a veces esbozando una sonrisa que se nota de compromiso. Pero no hay pose de diva ni petulancia. Además, le gusta salpicar la conversación de muletillas y risas para terminar casi todas sus frases. Contradictoria: una mujer con gran cultura, pero para la que todo acaba siendo "increíble"; con una blusa negra transparente que responde a los cánones del atrevimiento adolescente, pero con un vestido de raso azul por debajo que frena en seco todas las miradas indiscretas; una belleza obvia, pero que suele pasar inadvertida por su cuerpo menudo. Un gran alivio para una estrella que cobró 3,5 millones de dólares por cada entrega de La guerra de las galaxias, y cuyo rostro, por menudo que sea, vale más de un millón de dólares por anuncio.

"Yo me sigo sintiendo muy inmadura", adelanta con su habitual sonrisa. "Y las reacciones que provoco no ayudan. Los agentes de aduanas todavía me preguntan si no tendría que viajar con un pariente o tutor, y todavía [alarga la palabra todo lo que puede] me siguen pidiendo el carné para servirme alcohol. ¡Increíble! Pero aquí me tienes, con mi pelo bien puesto y recién maquillada respondiendo de lo más seria a tus preguntas. Una impostora… Te lo prometo", afirma la actriz, divertida, durante su paso promocional por Los Ángeles. Una impostora que en unas semanas pasó de levantar admiración en la alfombra roja que la conducía a su primera ceremonia de los Oscar a raparse la cabeza como una skin-head para su nuevo rodaje -como protagonista de la adaptación del cómic V for Vendetta, de los hermanos Wachowski-, y todo esto recién graduada en psicología por la Universidad de Harvard y con un ansia de saber que le ha llevado a apuntarse a nuevos estudios de posgrado en relaciones internacionales (antropología de la violencia, para ser precisos), además de clases de español, idioma que piensa añadir a su hebreo natal, al inglés, al francés y al italiano. "Sé que también los hay que me ven como una adulta desde que era pequeña porque me he criado rodeada de gente mayor, con la que he trabajado".

Lo cierto es que las expectativas están muy altas, y son muchos los que, por su físico o por la calidad de su trabajo, no dejan de compararla con una de las estrellas con más clase de Hollywood, Audrey Hepburn. Mike Nichols es uno de ellos, enamorado de Portman desde que la conoció para la obra de teatro The seagull (La gaviota) y seguro de que sería su Alice en Closer. "Recuerdo que Mike le decía a Julia: 'Aquí tienes a tu igual; alguien tan bella, lista, segura y con tanto talento como tú", explica Jude Law, en un nuevo puyazo a la conocida como novia de América. "Cuando ves a Natalie no puedes dejar de pensar en Audrey Hepburn, esa sencillez y a la vez esa clase; inteligente y real", resume la veterana Stockard Channing, que coincidió con Portman en A cualquier otro lugar. "Divertida, sexy, inteligente y de belleza abrumadora con sólo mirarla", agrega Joel Silver, productor de V for Vendetta.

Portman prefiere hacer oídos sordos a esos comentarios. "Es que esto de la fama tiene su truco. No es bueno que construyas un muro a tu alrededor, pero tampoco voy buscando ser el centro de todas las miradas. Sería irreal, ¿no cree?".

Consideraciones de este tipo fueron las que la apartaron del cine casi por completo mientras acababa su carrera, y las que la hicieron pensar que quizá esto de ser actriz no iba con ella. De hecho, Portman nunca quiso ser actriz, o ésa es la leyenda que circula en torno a su descubrimiento. "Como mucho, soñaba con bailar en uno de esos musicales de Broadway, ser una de las chicas del coro; ésa era la ambición más artística que tenía", recuerda Portman. Sin embargo, un agente de la marca de cosméticos Revlon se quedó fascinado con la joven cuando la vio en una pizzería, y le propuso ser modelo. A Portman, la oferta le pareció aburrida. ¡Si al menos se tratara de actuar! Así nació su primer trabajo como actriz en El profesional, de Luc Besson, junto a Jean Reno. "Para él debió de ser un engorro trabajar conmigo, pero para mí ha sido el mejor maestro de mi carrera", admite Portman, que siguió su precoz interpretación con un pequeño papel en Beautiful girls, donde sin ningún problema les robó la película a sus compañeras de reparto Uma Thurman, Mira Sorvino y Lauren Holly. "Sabía lo que quería y lo hacía con una libertad asombrosa. Algo que si lo hubiera hecho a los 44 años hubiera sido extraordinario, pero a los 13…", señaló Timothy Hutton, uno de los actores de este filme de 1995 dirigido por Demme.

Fue entonces cuando Portman y su familia -su padre, el ginecólogo Avner, y su madre, Shelley- empezaron a sentir el peso de la fama. Esta joven, llegada a Estados Unidos desde Israel cuando tenía tres años y que una década más tarde estaba trabajando con Al Pacino (Heat), Jack Nicholson (Mars Attacks!) o Woody Allen (Todos dicen I love you), no estaba segura de querer llamar la atención de esa forma. "Fue increíble cómo llegaron a idealizarme. Llegué a sentirme como un objeto sexual a los 12 años. Eso es malo a cualquier edad, pero en ese momento tener que oír de labios de una periodista si me había bajado la regla o leer en las críticas de mis películas alusiones al desarrollo de mis senos fue excesivo", admite sin resentimiento, aunque sin entender las razones de ese periodismo morboso. El precio de la fama había llegado. A pesar de utilizar el apellido de soltera de su abuela como nombre artístico en vez del suyo propio (Hershlag), más de un compañero de escuela se dio cuenta de quién era Natalie y florecieron sus anuarios del colegio en las subastas de Internet.

Así comenzó el supuesto control familiar sobre su carrera, decisiones en las que Portman participó rechazando no sólo el papel de Lolita en la versión de Adrian Lyne, sino el trabajo que luego interpretaría Cristina Ricci en La tormenta de hielo por considerarlo muy tétrico para su edad. Tampoco le convenció a nadie la diferencia de edad que la separaba de Leonardo DiCaprio cuando le ofrecieron ser su Julieta en la versión de Romeo & Julieta de Baz Luhrmann. Y el guión de El hombre que hablaba a los caballos tampoco fue de su agrado, por mucho que la dirección corriera a cargo de Robert Redford.

Macaulay Culkin envidia sus elecciones. "Somos amigos desde hace 10 años, es un tipo encantador", adelanta Portman en cuanto escucha el cumplido. "He tenido la suerte de contar con un apoyo indiscutible de mi familia, que me metió en la cabeza lo importante que era tener unos estudios. Me ayudaron mucho, porque cuando eres una cría, y especialmente si te dedicas al cine, estás constantemente pretendiendo ser alguien que realmente no eres. Y entre tanta imitación se puede volver muy confuso el desarrollo de tu propia identidad. Para eso me han servido mucho los estudios, para seguir en contacto con la gente de mi edad y no poner todos los huevos en una misma cesta". Lo que no acaba de explicar es cómo consiguió compatibilizar ambas vidas sin salir hecha un repollo. "Nunca quise hacer más de una o dos películas al año. No doy para más. Ni tan siquiera ahora. Así que me pasaba el año estudiando, con mis amigos, y al llegar el verano, cuando el resto se marchaba de campamento, vacaciones o a sus primeros trabajos, era cuando yo iba a los rodajes". ¿Y por qué eligió psicología? "No tengo ninguna intención de dedicarme a la psicología. Nunca. Pero ayuda porque uno se encuentra con mucho loco en esta carrera, en el cine; mucha gente a la búsqueda de saber quién es realmente".

En la pantalla, George Lucas contribuyó decisivamente a fijar su identidad, como madre de la princesa Leia y Luke Skywalker. "Se puede imaginar lo increíble que fue la experiencia… Pasaron cerca de diez años desde que firmé el contrato hasta que acabamos; eso, dada la edad que tengo, es una parte considerable de mi vida, una oportunidad única de formar parte de todo un fenómeno cultural". De nuevo las leyendas de Hollywood aseguran que la respuesta a Lucas no fue inmediata. También ha sido el trabajo por el que ha recibido más críticas. Portman, educada, prefiere no darse por enterada de estos comentarios: "Sigo admirando el trabajo de George, y el hecho de que hayamos concluido esta colaboración no nos mantendrá apartados", añade enigmática.

"A mí también me resulta duro hablar de estos temas, porque en un rodaje así acabas formando parte de una familia, y sería como airear los trapos sucios del clan", aventura Hayden Christensen, su compañero de reparto en los episodios II y III de esta saga. "Podría llegar a entender las críticas, pero me da la impresión de que están dirigidas hacia nosotros y no hacia nuestros personajes. Hasta lo que yo sé, nuestra labor consistió en dar vida a la visión de George. Eso es lo que hicimos. Y George se fue a su casa contento todos los días. Así que no me preocupa lo que piensen los demás", afirma el joven canadiense, unido a Portman por doble vía: también ha recibido buena cantidad de críticas por su trabajo en la saga galáctica y los rumores señalan insistentemente que ambos jóvenes tuvieron un romance.

Pero los labios de ella están sellados. "No hablo de mi vida personal", zanja Natalie Portman, educada y tajante. Hay que reconocerle a esta actriz que, sin importar de dónde venga la atribución de amoríos, la respuesta siempre es la misma: "No hablo de mi vida personal". Aunque Natalie ha sabido alejarse de los escándalos, su lista de supuestas conquistas es larga. Junto al joven Anakin, hay que citar a Lukas Haas, de cuando rodaron juntos Mars Attacks!; Jake Gyllenhaal, al parecer tras separarse de Kirsten Dunst, o Gael García Bernal, el ídolo mexicano al que conoció en una fiesta en 2003. Lo único que Portman está dispuesta a admitir es que todos ellos son grandes actores. Del resto, aplica la respuesta ya ofrecida.

"Es alguien extremadamente guapa; entre las bellezas de Hollywood, Natalie pertenece a la pequeña élite con talento", admira un engatusado Zach Braff, actor, guionista y director de Garden State (Algo en común), película que ya escribió con Portman en la cabeza aunque no se podía imaginar que la actriz le iba a decir que sí, al parecer en más de un sentido. Pero el silencio continúa. Natalie no habla de su vida personal.

De lo que sí habla y sin parar, incluso agradeciendo a la periodista su interés, es de esa otra Portman, además de actriz y estudiante, dedicada a apoyar causas por las que cree que merece la pena luchar. Su apariencia de mosquita muerta desaparece, y con la misma intensidad con la que se declara vegetariana desde la infancia, habla de su trabajo como embajadora de buena voluntad para la fundación internacional FINCA. "Una de las mejores cosas de ser actriz es que puedes rodar una película al año y trabajar durante tres meses, pero luego dispones de tiempo y dinero para hacer lo que quieras, y lo que yo quiero es saber más del mundo en el que vivo". Su interés se ha centrado en Guatemala y en Uganda, países que ha visitado para promocionar programas de microcréditos para mujeres. "Uno aprende muchas cosas en la universidad, pero hasta que no he realizado esos viajes no me había enterado de que las dos terceras partes de la población mundial vive con menos de tres dólares diarios, y, de ellos, la mayor parte son mujeres y niños".

La entrega de Portman está por encima de cualquier duda, lo mismo que su preocupación por la situación en Israel, país en el que acaba de rodar Free zone, o su admiración por figuras que se salen de Hollywood, como la reina Rania de Jordania. También admira a las compañeras de profesión que han sabido equilibrar su talento artístico con la familia, mujeres como Meryl Streep, Julianne Moore y Cate Blanchett. Pero cuando entra en detalles sobre la historia de Nahima, la mujer ugandesa maltratada y con 10 hijos a los que tenía que mantener con 80 centavos de dólar al día hasta que un préstamo de FINCA de 2.000 dólares solucionó su vida, resulta difícil equilibrar la honestidad que destila Portman con el vestido de Zac Posen que lleva puesto, y que es más caro que el préstamo del que está hablando. "No soy idiota, y me doy cuenta de estos contrastes, pero tampoco creo que el sufrimiento sea la única forma de ayudar al prójimo. Hay que apreciar lo que se tiene, pero sin dejarse caer en la frivolidad. Está muy bien poderse poner esta ropa, pero tampoco hay que echarse a llorar si no está a nuestro alcance".

Así es la vida de Natalie, constantemente entre dos aguas: actriz y estudiante, desfilando por la alfombra roja o por los poblados de Uganda; capaz de demostrar su erudición ante sus compañeros, obsequiando a Nichols con un ejemplar de Alicia en el país de las maravillas que perteneció a Alice Liddell -la musa de Lewis Carroll-, o traviesa y malhablada, como prueba el colgante que le regaló a Julia Roberts tras el rodaje de Closer, en el que ponía "puta".

"Prefiero no desvelar mis metas para no defraudar a nadie. Ante todo, necesito tiempo para ser persona", admite la estrella, que ya está en conversaciones para su próxima película, Goya's ghosts, una visión del pintor español dirigida por Milos Forman y en la que Javier Bardem también está negociando para convertirse en su compañero de reparto. "Tampoco tengo un plan a largo plazo. Me encanta la gente que se apasiona y se vuelca en un solo asunto, pero a mí me interesan muchas cosas y por ahora no pienso dejar ninguna atrás, porque quiero explorar nuevos mundos".

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