Reconversión industrial dura, pero mejor en la EU
LA ENTRADA de España en la Unión Europea coincidió con la gran reconversión industrial en Euskadi, una transformación que aún colea, especialmente en la margen izquierda del Nervión (Vizcaya). El paso de la industria pesada, los altos hornos y el humo al urbanismo y las nuevas tecnologías se ha visto marcado por directrices europeas. A primera vista podría pensarse que los trabajadores recelan de la UE porque perjudicó sus intereses. No es así. "Sin Europa estaríamos, sin duda, peor. Las reglas que impone Europa son iguales para todos, pero nos permitieron mitigar
la crisis social de la reconversión. Aportó cantidades de dinero suficiente para atender los problemas sociales", asegura Amable Martín, antiguo dirigente de CC OO de Euskadi y recién prejubilado de La Naval de Sestao. Aunque Europa suponía una mayor competencia, Martín entiende que la crisis del acero, los bienes de equipo o el sector naval vasco llegan por la crisis del petróleo de 1973 y no por la entrada en la UE. "España abordó la reconversión demasiado tarde", dice.
En Euskadi aún se hacen barcos y se fabrica acero. La industria naval vive su última reconversión, forzada por un expediente de la UE por ayudas del Estado. "La responsabilidad de Europa es no haber sabido defenderse de la competencia desleal de los fabricantes asiáticos", señala Manolo Velado, representante de UGT Euskadi en el metal y trabajador de La Naval. Pero si la construcción naval subsiste a duras penas y mira con esperanza su privatización, el acero sigue siendo uno de los sectores más importantes de la economía vasca. Altos Hornos de Vizcaya se extendía por toda la margen izquierda y daba empleo a 14.000 personas. La Acería Compacta de Bizkaia, su heredera en Sestao, produce más acero con sólo 400 trabajadores. No se encuentran voces críticas con la UE o con la desaparición de un modelo industrial que ha permitido eliminar el gris del Gran Bilbao y emprender una gran regeneración urbanística. Al mirar a la margen izquierda y buscar las antiguas grandes empresas industriales, solamente se encuentran dos: La Naval y el fabricante de bienes de equipo Babcock, una empresa que lleva 10 años en crisis, privatización y reconversión. Ni siquiera sus trabajadores, que pelean por la salida de su propietario del capital y por
la llegada de un nuevo inversor, culpan a Europa. La batuta de la Comisión Europea les condiciona el futuro, pero creen que la responsabilidad
no es de la UE, sino del Gobierno.
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