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EL DEFENSOR DEL LECTOR
Columna
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Protesta fulminante

La publicación el 25 de mayo de un anuncio contra la ley que permitirá el matrimonio de personas del mismo sexo provocó la reacción de centenares de lectores que remitieron cartas de protesta. En tres días llegaron al buzón del Defensor del Lector más de 500 mensajes y en el momento de escribir este artículo, 10 días después de la difusión del reclamo publicitario, la cifra asciende a 650. Tras consultar a los dos anteriores defensores cabe afirmar que, vía Internet, nunca se había producido una protesta tan masiva y fulminante.

La publicidad contra esa ley ya provocó un chispazo el último día de marzo. En aquella fecha fue publicado otro anuncio, de página entera, firmado por varios grupos evangélicos que exponían en un largo texto sus argumentos. El escrito contenía algunos datos polémicos pero no insultos o falsedades.

Dos lectores llamaron por teléfono para criticar la publicación del texto. Opinaron que en él se hacían afirmaciones homófobas y subrayaron que contradecía la línea editorial del diario, lo que podía generar sentimientos de rechazo entre la mayoría de lectores. Finalmente, lamentaron que cualquiera pudiera exponer su opinión mediante el pago de un espacio publicitario.

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Les pedí a ambos que remitieran por escrito sus consideraciones dado que en esta polémica los matices son importantes, pero ninguno lo hizo y opté por aparcar el tema. Porque frente al argumento de que este tipo de anuncios puede herir a buena parte de los lectores habituales del diario cabe situar el de que no se puede cerrar las páginas a quienes tienen una opinión distinta, siempre que la expresen respetuosamente. Rechazar en bloque este tipo de publicidad podría considerarse una muestra de sectarismo.

Aquel anuncio de marzo permite apreciar mejor el límite que ha sobrepasado el publicado el 25 de mayo. En él sí hay una afirmación que puede considerarse falsa: "El sida y otras enfermedades de origen homosexual proliferarán" si se aprueba la ley. Una segunda afirmación se sitúa entre la confusión y la falsedad: "Los niños adoptados por parejas homosexuales quedarán vulnerables (en Los Ángeles, EE UU, estos niños necesitan escuelas especiales)". Publicado a dos columnas y hasta la mitad de la página, el anuncio lo firmaba Padres y Madres de España.

A primera hora de la mañana del miércoles 25 empezaron a llegar los mensajes electrónicos y las llamadas telefónicas de protesta. El texto más repetido fue publicado en Cartas al Director al día siguiente. Selecciono de él este párrafo: "Decir que el sida es una enfermedad homosexual y que son éstos quienes la propagan es una difamación inaceptable hacia todo un colectivo de personas, además que perpetúa un estigma discriminador. O decir que los niños adoptados por homosexuales necesitan acudir a escuelas especiales. La demagogia es un peligroso vehículo que genera rechazo, odio y violencia. Y los medios de comunicación, si actúan de modo estrictamente mercantilista, pueden convertirse en los cooperadores de la barbarie". La carta acababa exigiendo "una rectificación pública ante esta difamación".

Junto a la protesta, varios lectores han mostrado el máximo interés en aclarar la falsedad de que el sida tiene un "origen homosexual". De la carta remitida por el Colectivo San Blas, un grupo de Madrid que asiste a afectados por el virus del sida (VIH), recojo un par de párrafos: "El VIH no es una enfermedad de origen homosexual, es un virus que se transmite de unas personas a otras a través de unos fluidos muy concretos: la sangre, el semen, el flujo vaginal y la leche materna. Por lo tanto, para que la enfermedad se transmita es necesario que se den unas determinadas prácticas que entrañen riesgo, como las relaciones sexuales desprotegidas, el intercambio de objetos cortantes y punzantes o la lactancia de una madre seropositiva a su bebé. El VIH no se hereda ni tiene que ver con la condición personal ni con las características individuales: ser rubio, ser alto, ser delgada, ser heterosexual, ser homosexual o ser abogada".

El diario se disculpó formalmente el viernes 27 mediante un editorial, del que selecciono estas frases: "Un fallo en nuestro sistema de control hizo posible la inserción de este ofensivo reclamo. Error que nos obliga a disculparnos ante los lectores y a reforzar los mecanismos internos para evitar su repetición. Un periódico no comparte, lógicamente, los contenidos publicitarios que aparecen en sus páginas, pero tiene la obligación de garantizar que no violan su código ético y de impedir que se cuelen bajo el epígrafe de 'publicidad' textos denigratorios como el que nos ocupa".

La columna del Defensor del Lector se debería haber dedicado el domingo 29 a este tema, pero alejado de la redacción por motivos familiares no he podido abordarlo hasta hoy.

Empezaré con una aclaración. Algunos lectores han criticado al departamento de publicidad tras responsabilizarlo de la inserción del anuncio. Es una crítica inmerecida. Dicho departamento, como está establecido para los textos publicitarios sobre temas comprometidos, pasó el original a la Redacción, donde se dio el visto bueno sin leerlo detenidamente. Aquel día, 24 de mayo, otros dos anuncios fueron rechazados.

Lo que aún no es posible aclarar es la paternidad de Padres y Madres de España, que pese a la polémica desatada por el anuncio no ha dado la cara. Se trata de una denominación hasta ahora desconocida, cuyos planteamientos (expresados en el anuncio) no sólo han sido criticados por las asociaciones de gays y lesbianas o las organizaciones progresistas, sino también por el Foro Español de la Familia, que agrupa a numerosas entidades que defienden la familia tradicional.

Padres y Madres de España encargó el anuncio desde Inglaterra, a través de una agencia española. Otro dato: quien elaboró los textos no domina bien el castellano porque escribió algo tan extraño como "los niños adoptados quedarán vulnerables".

Quizá sea casual, pero en sólo dos meses esta columna ha sido dedicada dos veces a anuncios publicados por error: la del 17 de abril, a uno sobre la venta de monedas romanas, y la de hoy. Aunque los fallos se han producido en áreas distintas, es necesario "reforzar los mecanismos internos para evitar su repetición", como señalaba el editorial del día 27.

Pero hay otro aspecto del mayor interés en el caso que hoy nos ocupa: el papel de Internet en la transmisión de mensajes. Los centenares de textos enviados el mismo día de la publicación permitieron a los lectores mostrar con rapidez el nivel de su enfado, y al diario captarlo y reaccionar pronto. Pero Internet tiene su dinámica propia y más de una semana después de que el diario presentara sus disculpas siguen circulando mensajes que dicen que EL PAÍS ha publicado un anuncio homófobo y solicitan a quien lo reciba que remita una carta de protesta contra él. Así, el error está llegando a ordenadores que las disculpas difícilmente alcanzarán.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 913 37 78 36.

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