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Perfil | Miguel Castillejo

El adiós de un cura poderoso

Alejandro Bolaños

De un hombre que ha sido causa directa de dos cambios legislativos en el Congreso y de otros tantos en el Parlamento andaluz, se puede intuir que es alguien poderoso. En Córdoba, el poder que ha ejercido el sacerdote Miguel Castillejo en los últimos 26 años tiene poco de espiritual. Su trono ha sido la presidencia de Cajasur, la caja que gestiona el 60% de los ahorros de los cordobeses y es uno de los puntales financieros de la Iglesia. Abdicó el viernes, con 75 años, tras un lustro de dura polémica con la Junta de Andalucía y de pugna eclesiástica.

Don Miguel, como le llaman en Córdoba, levantó en armas la ciudad en 1999 cuando la Junta intentó equiparar Cajasur al resto de cajas. Sacó provecho del enfrentamiento entre la Junta (PSOE) y el Gobierno (entonces PP), para inducir a los populares a recurrir la ley andaluza ante el Constitucional. Después, la Junta confirmó que la caja se había gastado 2,9 millones para asegurarle una alta retribución cuando se jubilase. El entonces obispo de Córdoba, Javier Martínez, puso el grito en el cielo. Castillejo hizo valer su poder económico en la Iglesia y buscó el respaldo vaticano: Martínez perdió el pulso. Y, con el auxilio del Gobierno, volvió a parar en los tribunales la ofensiva de la Junta.

El cambio político en Madrid auguraba el fin de su reinado, pero Castillejo amenazó con alargar la resistencia y tomó como rehén la gestión de la caja. La Iglesia y la Junta pactaron: el consejero de Economía, José Antonio Griñán, garantizó al nuevo obispo, Juan José Asenjo, que respetaría por ley los privilegios de la Iglesia (entre ellos, nombrar el presidente) en Cajasur a cambio de asegurarse la salida de Castillejo y un mayor control de la gestión.

Un busto enorme en la entrada de la caja, y el mayor palacio de congresos de España, ambos bautizados con su nombre, son sólo dos apuntes de su vasto poderío en Cajasur y en la ciudad. El parque joyero, que se inaugura esta semana, también podría llevar su nombre: la caja financió un 80% de la inversión, un gasto con un elevado nivel de riesgo, según el Banco de España. Pero de este informe, que ha acelerado su salida, nadie habla; tampoco la alcaldesa, Rosa Aguilar (IU). El pacto es arreglar el desaguisado en silencio. "Me voy sin resentimiento", dice Castillejo, que no renuncia al homenaje de una presidencia honorífica. Ahora tendrá más tiempo para la fundación que creó y para dar paseos por Marbella, su lugar de descanso favorito. Pero quienes le conocen no dudan de que se mantendrá en la trastienda del poder en Córdoba. Ni tampoco de que empezará a cobrar ya el seguro millonario que la Junta denunció. Y aquí paz y después gloria.

SCIAMMARELLA

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