Sáhara, un conflicto empantanado
La tensión entre Argelia y Marruecos y la pasividad de la ONU colocan a la antigua colonia española en un callejón sin salida
Los líderes de los países del Magreb no consiguen reunirse desde hace más de una década; la frontera entre Argelia y Marruecos permanece cerrada desde 1994; pese a haberlo aprobado por unanimidad hace dos años, el Consejo de Seguridad es incapaz de aplicar el llamado Plan Baker para el Sáhara Occidental y no propone una alternativa; y el secretario general de la ONU, Kofi Annan, ha dejado vacante el puesto de representante especial para la zona. El conflicto de la antigua colonia española está más empantanado que nunca, mientras las protestas en el territorio incrementan la tensión.
La cumbre de la Liga Árabe en Argel, a finales de marzo, y la entrevista entre el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, y el rey Mohamed VI, dieron la impresión de que el cruce de acusaciones del verano y del otoño de 2004 había quedado superado.
Buteflika sabía que su felicitación al Polisario iba a hacer descarrilar la unión magrebí
La cancelación de la cumbre de los líderes de la Unión del Magreb Árabe (UMA), convocada en Libia a finales de mayo, ha dejado claro que persisten con la misma intensidad.
Poco después de la reunión de Argel, Buteflika llevó a cabo una gira por Latinoamérica y en cada una de las capitales que visitó comparó, ante sus anfitriones, a los saharauis con los palestinos sometidos a la ocupación. Aquellos discursos molestaron a los marroquíes, pero la gota de agua que colmó el vaso, y provocó la renuncia del monarca a asistir a la cumbre de Libia, fue la felicitación del presidente al Frente Polisario.
Con motivo del 32º aniversario de la fundación del movimiento independentista, Buteflika afirmó en su mensaje que acudiría a Libia "sin renegar de los principios" de su apoyo al Polisario "en tanto que movimiento de liberación". El ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Mohamed Benaissa, se apresuró en replicar que el Sáhara no era un tema de la agenda de la reunión.
Los argelinos insisten en que aquella felicitación fue la misma de todos los años, y que Buteflika no iba a plantear el asunto en la cumbre, sino que quería recalcar que su presencia en ese foro no significaba dar la espalda al Polisario.
Pero, al reiterar ese mensaje cuatro días antes de la cita en Libia, prevista para el 25 de mayo, el jefe de Estado argelino sabía que corría el riesgo de hacer descarrilar a la maltrecha Unión del Magreb Árabe.
¿Por qué tomó entonces Buteflika esa iniciativa? Desde diciembre de 2001, pero con especial insistencia estos últimos meses, el Polisario amenaza con retomar las armas contra Marruecos -en 1991 fue decretado un alto el fuego- para obligar a la comunidad internacional a tomar cartas en el asunto. El hacha de guerra está, sin embargo, guardada bajo una doble llave, la saharaui y la argelina.
Buteflika, que ha declarado en público que su país no entraría en guerra por el Sáhara, no desea que se reanuden las hostilidades. Prueba de ello es que el diario oficialista El Moudjahid, el órgano de prensa que le es más afín, silencia estas advertencias de los independentistas.
Pero, aunque no deja a Mohamed Abdelaziz, secretario general del Polisario, desenterrar el hacha, el presidente "le pasa la mano por el lomo para reconfortarle con declaraciones de apoyo", opina un diplomático acreditado en el Magreb.
De paso, Buteflika refuerza también al Polisario e intenta evitar que se abra camino el argumento marroquí de que el contencioso del Sáhara es "artificial" y que se trata, en el fondo, de un conflicto bilateral. Las manifestaciones de la semana pasada en El Aaiún y en otras ciudades acreditan también la tesis de que es un enfrentamiento entre un pueblo y un Estado.
Por eso Rabat ha denunciado, a través de su agencia de prensa y de sus periódicos oficialistas, que detrás de los disturbios hay un complot instigado por Argel con la complicidad de parte de la prensa española.
Varios testigos independientes aseguran, sin embargo, que las protestas, que se desencadenaron contra el traslado de un preso y adquirieron rápidamente tintes independentistas, fueron espontáneas en El Aaiún y en los campus universitarios en los que los estudiantes saharauis se echaron a la calle.
El periodista británico Toby Shelley, autor del último libro sobre el Sáhara, Endgame in the Western Sahara, sostiene que el conflicto sólo se desbloqueará si se reanudan las hostilidades, aunque sea con baja intensidad. Acaso, si se repiten, las manifestaciones logren el mismo objetivo sin que corra tanta sangre.
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