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Reportaje:64ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Sartre, el mandarín de la subversión

Un encuentro hispano-francés de intelectuales conmemora el centenario del autor de 'La náusea'

Filósofo, político, periodista, novelista, dramaturgo, memorialista, premio Nobel renegado, referente intelectual para tres generaciones de franceses, polemista incansable, pensador siempre "en contra", personaje legendario, primero nihilista y después icono de la contracultura y arquetipo del intelectual mediático y engagé del siglo XX, quizá el primer marido oficialmente feminista de la historia...

Hace 100 años que nació Jean-Paul Sartre y 25 años que murió pero muchas de sus múltiples facetas siguen fascinando igual que entonces.

Ayer, dos profesores franceses y dos españoles debatieron en Madrid sobre la vigencia del pensamiento y la obra del gran maestro de la subversión.

Se habló de su ambigua postura respecto al sufragio universal ("las elecciones, trampa para tontos", escribió en 1973 en Les temps modernes, la revista que fundó con Merleau-Ponty y Simone de Beauvoir); se aventuró su hipotética adhesión al no en el referéndum francés del pasado domingo sobre la Constitución Europea; se elogió Las palabras, su autobiografía incompleta, como su obra más moderna; se ironizó sobre su ambigüedad ideológica, que le llevó a acercarse al comunismo y a alejarse de él buscando una tercera vía e incluso a coquetear con el terrorismo de la Baader Meinhof o las Brigadas Rojas...

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El filósofo desenfocado

Entre el fervor y la crítica, pero siempre dentro de la pasión que suscita la figura gigantesca y crucial del autor de La náusea: ahí estaban Jean-François Sirinelli, catedrático de Historia Política y Cultural en la Universidad de París y autor del ensayo Sartre y Aron, dos intelectuales en el siglo; Pascal Ory, profesor en La Sorbona y autor de Les intellectuels en France, de l'affaire Dreyfus à nos jours (en colaboración con Sirinelli); Juan Bravo Castillo, catedrático de Filología Francesa en la Universidad de Castilla-La Mancha y autor del libro Jean-Paul Sartre (Síntesis, 2004), y Jacobo Muñoz, catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense, crítico y traductor.

Los cuatro charlaron en el Círculo de Bellas Artes sobre Compromiso literario, compromiso político: Sartre, ¿el intelectual subversivo?, en un acto convocado por la Embajada Francesa al calor del Encuentro hispano-francés de historia cultural, que reúne, desde ayer y hasta mañana miércoles en la Casa de Velázquez, a historiadores, críticos y politólogos de ambos países, entre otros Santos Juliá, José Álvarez Junco, José Carlos Mainer, Juan Manuel Bonet, Dominique Poulot, Pascale Goetschel o Michel Leymarie.

¿Qué hubiera votado Sartre en el referéndum del domingo? "Es difícil hacer hablar a los muertos", dicen a coro Sirinelli y Ory. "Pero Sartre estaba a la izquierda de la izquierda y hubiera sido hostil a la Constitución Europea; la hubiera considerado un producto de la Europa capitalista", dice Sirinelli. "O quizá no hubiera votado, depende de si nos fijamos en el Sartre nihilista de antes de la guerra o en el Sartre progresista de los años sesenta", afirma Pascal Ory.

"Su gran mérito, en cualquier caso", añade Ory, "es que fue el maestro intelectual, la legitimación social de Francia, en tres momentos históricos muy distintos: la liberación, la descolonización y el 68. ¡Eso es el récord Guiness del intelectual!".

"Ésa es su gran fuerza", añade Sirinelli. "Sartre proclama el deber del compromiso, lo teoriza, y al mismo tiempo lo encarna como el primer gran intelectual mediático, asumido incluso por la prensa popular como una gloria literaria".

"El verdadero intelectual siempre es subversivo y no puede ser sustituido ni por los políticos, ni por los periodistas", tercia Jacobo Muñoz. "Y Sartre fue realmente subversivo porque puso en cuestión muchos tópicos de su tiempo; por eso fue un intelectual incómodo, siempre atento a desmontar las evidencias primarias; aunque cayera en algunos vicios de los intelectuales tradicionales, como el mandarinismo".

"Siempre estuvo en contra, nunca se puso a favor de nadie", concluye Juan Bravo Castillo. "Y aunque fue un político desafortunado y un filósofo que no creó escuela, fue una guía espiritual para el mundo, un personaje siempre comprometido con su tiempo, uno de esos iconos que siempre se echan de menos".

SCIAMMARELLA
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