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Tribuna:LA REFORMA EDUCATIVA | Aulas
Tribuna
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Cambiar los espacios y los tiempos en la escuela

La escuela que hoy conocemos es muy parecida (en sus propósitos, en sus contenidos básicos, en sus espacios y en su tiempos, en su forma de calificar...) a la escuela de hace más de un siglo, cuando se reguló la educación en los estados nacionales. Aquella escuela del siglo XIX buscaba la integración de los alumnos como futuros ciudadanos (o súbditos) apoyándose en una determinada organización por disciplinas y en una estructura de espacios y tiempos, inspirada en el modelo fabril, que favorecía el control de los individuos.

A pesar del paso del tiempo y de las sucesivas reformas, la huella profunda del sistema sigue inscrita en algunos aspectos fundamentales de la escuela. Así, por ejemplo, la organización de los contenidos por asignaturas recuerda el trabajo en una cadena de montaje, donde unas materias se yuxtaponen con otras, produciendo, en el mejor de los casos, un aprendizaje acumulativo, sin sentido de conjunto. Los horarios de las clases parcelan el tiempo de una forma artificiosa que tampoco favorece la conexión entre saberes ni la relación entre los miembros de la comunidad educativa. Los espacios escolares resultan, asimismo, ajenos para quienes los habitan: pasillos abarrotados, aulas reducidas e impersonales, separación de lugares para profesores, para alumnos y, en su caso, para las familias; en definitiva, lo que tendrían que ser lugares de convivencia terminan siendo espacios que nadie considera como propios.

Esa estructura académica del saber y esa organización tradicional de espacios y tiempos, junto con las relaciones que allí se tejen, constituyen el contexto adecuado para el desarrollo de una cultura académico-escolar tradicional, que hoy resulta muy alejada de la cultura manejada por los niños y jóvenes. Por ello -y también por otras razones, claro- no nos debe extrañar que en la escuela se dé a diario un desajuste cultural, que puede derivar hacia conflictos abiertos.

Transformar esta situación no es fácil; no olvidemos que la escuela es una pieza básica del sistema social vigente. En todo caso, consideramos que favorecer el cambio de los contextos espacio-temporales puede contribuir a transformar las relaciones sociales que en ellos se generan y a estimular las posibilidades de desarrollo de otra cultura escolar, necesaria y posible. En ese sentido, el camino hacia una escuela alternativa podría estar pautado por cambios como los que siguen:

- Otros espacios: Es necesaria otra arquitectura escolar, otros lugares que puedan llegar a constituir un espacio público para la reconstrucción de la cultura. Son necesarios otros centros (más pequeños, con un diseño radicalmente distinto...), que se alejen del modelo carcelario al que cada vez se aproximan más muchos centros escolares. Y, por supuesto, otros ambientes espaciales, más flexibles y polivalentes, que faciliten un trabajo alternativo para una comunidad más pequeña que la que suele albergar la mayoría de los actuales centros, pero también más variada; espacios que profesores, alumnos y familias puedan sentir como propios.

- Otros tiempos: En coherencia con la necesidad de otros espacios y de otro tipo de grupo humano o colectividad en los centros, es urgente avanzar hacia otra concepción de los tiempos escolares, superando el marco tradicional del horario escolar, tanto en su aspecto general (el tiempo escolar como algo distinto y separado de otros tiempos sociales) como en su dimensión interna (división del tiempo por asignaturas, etc.). Hay que imaginar otras dinámicas de funcionamiento para grupos pequeños, grupos que, sin embargo, puedan confluir para determinadas actividades; ello requiere esa flexibilidad que hoy parece tan alejada de las realidades de nuestros centros.

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- Otros proyectos de trabajo: El cambio de los espacios y los tiempos escolares habría de ir acompañado de otros contenidos educativos. Habría que favorecer el desarrollo de proyectos de trabajo que tengan más que ver con la realidad social, es decir, con los problemas sociales y ambientales de nuestro mundo. En ese sentido, resulta indispensable una mayor permeabilidad entre las actividades de la escuela y las actividades sociales, intentando que lo que ocurra en el espacio escolar no sea ajeno a lo que ocurre en el medio en el que la escuela se inserta.

Los cambios aquí enunciados pueden parecer ambiciosos -y requieren, sin duda, una política educativa y una financiación adecuadas-, pero el análisis del sistema escolar actual nos muestra que es urgente abordarlos. Por lo demás, reivindicando la necesidad de la utopía, reclamamos el derecho a desear otra escuela, que consideramos necesaria y posible.

Francisco F. García Pérez y Juan Ignacio López Ruiz son profesores de la Universidad de Sevilla y miembros del Foro por Otra Escuela

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