Un todoterreno de la cultura vasca
Si alguien ha sido un todoterreno de nuestra cultura, ése ha sido Juan San Martín. Creo que le conocí en el segundo congreso de Euskaltzaindia en Aranzazu, el año 1963, pero cuando nos hicimos amigos y mutuos colaboradores fue en el año 1965, en la primera Feria del Libro y Disco Vascos de Durango, del que fui uno de los creadores. Encontré tal colaboración en él que inmediatamente se hizo miembro de la asociación cultural Gerediaga.
No voy a enumerar las múltiples facetas y actividades más diversas de Juan San Martín. Sobre nuestras mesas está su currículo, y es imposible que sea exhaustivo.
Quiero mencionar de manera especial su gran labor en el campo de la Onomástica y en concreto en la comisión del mismo nombre de Euskaltzaindia. En la especialidad de la oronimia fue el mejor investigador en la confección del Catálogo de Montes de Euskal Herria, preparado para la Federación de Montañismo.
Para conocer, solamente en el ámbito de la institución académica, su cualidad de todoterreno, tendríamos que examinar las actas y carpetas de todos los plenos, así como de las comisiones de las que ha formado parte durante casi cuarenta años. También los de la Junta de Gobierno, ya que ha sido sucesivamente, secretario, tesorero, director de la Sección Tutelar y vicepresidente de Euskaltzaindia. Todo ello sin olvidar las voluminosas cajas archivadoras que, enviadas regularmente desde la delegación donostiarra y su domicilio al archivo de la Biblioteca Azkue, darían para más de una tesis.
Recuerdo, asimismo, su iniciativa de celebrar las primeras Jornadas de Escritores Vascos de la guerra, organizadas por la Asociación Gerediaga, en Ermua en junio de 1968, como preludio del congreso académico de Arantzazu, que tendría lugar unos meses después. En él, Juan San Martín tuvo un papel fundamental como secretario. Poco después me propuso como vicesecretario de Euskaltzaindia para empezar a realizar conjuntamente la renovación de la institución.
En los avatares del proceso de estandarización del euskera y en su desarrollo, que se produjo a lo largo de un decenio, hasta el siguiente congreso, en 1978, en Bergara, San Martín fue una persona clave. Al año siguiente y, debido a su cargo en el preautonómico Consejo General Vasco, ralentizó por ese breve periodo su actividad académica, como sucedió, por razones de incompatibilidad, durante seis años, a partir de l989, mientras ocupó el cargo de primer Ararteko del País Vasco.
A partir de su vuelta a Euskaltzaindia, empezó a trabajar de nuevo, sobre todo, en la Comisión de Onomástica y ha continuado hasta hace poco. Su última intervención fue el 21 de marzo del pasado año, en la sesión de dicha comisión celebrada en la Casa Consistorial de Hondarribia donde, como siempre, hizo acotaciones interesantes. Es autor de uno de volúmenes de la colección Onomasticon Vasconiae, concretamente Toponomástica de Eibar y Elgeta, como lo es del libro Indice de la revista Euskera desde 1920-1979. Como miembro de la Comisión de Publicaciones, su labor promotora en este servicio ha sido primordial. Otra faceta no muy conocida es su labor al frente de la Sección Tutelar, en la que quiero destacar la Comisión de Alfabetización y Euskalduni-zación, que luego tomaría el nombre de AEK.
Juan San Martín merece un reconocimiento expreso como el primer promotor de la cultura vasca en la segunda mitad del siglo pasado, algo que el País Vasco y, especialmente Guipúzcoa, se lo deben.
José Luis Lizundia es académico y tesorero de la Real Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia.
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