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Columna
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Enrique Iglesias y las paradojas de AL

Joaquín Estefanía

Pasado mañana, Paul Wolfowitz tomará posesión como presidente del Banco Mundial, entre el aplauso de los neocons que tanto han apoyado con artículos su nombramiento. Sustituirá a James Wolfensohn, que ha gobernado la institución de Bretton Woods durante una contradictoria década. Si Wolfowitz se acerca a las organizaciones multilaterales financieras, el uruguayo Enrique Iglesias se aleja de ellas. Previsiblemente, en el mes de julio abandonará la presidencia del Banco Iberoamericano de Desarrollo (BID), en la que estaba desde 1988, para ocupar la Secretaría General Iberoamericana (Segib), con sede en España.

La noticia de que Iglesias viene a crear una coordinación permanente de las cumbres latinoamericanas, que se celebran desde 1991, era un secreto a voces. Faltaba la confirmación y ésta ha llegado desde Guimaraes, donde se han reunido los ministros de Asuntos Exteriores latinoamericanos, de España y Portugal. El nombramiento de Enrique Iglesias es un hecho que llena de optimismo a quienes entienden que las cumbres de jefes de Estado y de Gobierno de AL, España y Portugal necesitan un punto y aparte para adquirir la centralidad política que desean sus protagonistas, y para hacer un seguimiento de lo que allí se acuerda. Es difícil encontrar una persona tan adecuada como Iglesias para ello: antiguo secretario general de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), canciller uruguayo con Julio María Sanguinetti y con gran capacidad de consenso no sólo entre los miembros de las cumbres, sino entre este bloque y EE UU, a raíz de su larga estancia en el BID.

Además, la incorporación de Iglesias se produce en un interesante momento: por un lado, la UE y AL hacen esfuerzos para avanzar en una relación mutua que tiene a Europa como el principal inversor en aquel continente y segundo socio comercial, además de principal donante. Las expectativas de un acuerdo entre la UE y Mercosur están varadas por dificultades técnicas (las exportaciones agrícolas de aquellos países hacia Europa) y necesitan de un impulso político. De otra parte, un trimestre después de la toma de posesión de Iglesias se celebrará la siguiente cumbre iberoamericana en Salamanca, que está siendo preparada como el punto de inflexión de las mismas. En esa reunión se discutirá el documento titulado Agenda para el Desarrollo, elaborado hace un año en Barcelona por un grupo de los más significativos economistas del planeta, como alternativa al Consenso de Washington.

Para conocer el contexto latinoamericano en que se sitúan estos acontecimientos, valgan dos reflexiones. La primera proviene del estudio Latinwatch, elaborado por el Servicio de Estudios del BBVA. En su último número se resalta que AL sigue siendo el continente de las paradojas: en 2004 y 2005 la región está registrando sus mayores tasas de crecimiento sincronizado en el último cuarto de siglo. "A pesar de ello, el cóctel de pobreza y descontento social sigue alimentando las ansias de cambios de rumbo bruscos como muestran los acontecimientos de Bolivia". Pero lo que más llama la atención es que AL está buscando el crecimiento desde políticas económicas pragmáticas. Coincide con esta visión el experto en la región José Juan Ruiz, del SCH, que en el ciclo dedicado al protagonismo de las materias primas, organizado por la Fundación SCH, explicó que las dos grandes hipotecas de la región son su sensibilidad a la subida de los tipos y el hecho de que en los próximos 18 meses va a haber elecciones prácticamente en todos los países. Para Ruiz, AL se está escindiendo en dos grandes grupos: Brasil, México y Chile, que han hecho cambios muy favorables, y que suponen el 85% del PIB y el 70% de la población, y los demás países (nótese la ausencia de Argentina en ese primer grupo).

Enrique Iglesias tiene anunciada su presencia en el curso que el SCH organiza en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander, esta vez bajo el título de Democracia, crecimiento y Universidad, antídotos del populismo. Quizás sea la primera vez que comparezca con su nueva gorra de secretario general de las cumbres iberoamericanas, y sin la de banquero.

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