Una fiesta con dolor
Berga celebró la Patum de Lluïment con el ánimo encogido por la muerte de uno de sus vecinos
La Patum de Lluïment se celebró ayer en Berga, pero en un tono menor y dolorido. Los bailes de las comparsas son, habitualmente, acompañados por la multitud, que no puede ver lo que ocurre, pero lo siente y lo vive. Ayer, en cambio, la gente asistía a las evoluciones de los grupos con la alegría desvaída. No saltaba aunque, eso sí, aplaudía los movimientos cortesmente.
El último acto fue el más simbólico. Tenía que haberse producido el baile de los Nans Nous, el grupo al que pertenecía el joven Josep Maria Isanta, de 22 años, muerto de una puñalada la noche del viernes al sábado. Sus compañeros acudieron a la plaza sin las vestimentas de la comparsa: cogidos los unos a los otros y con el rictus del dolor y el sentimiento. En medio se situó el cabezudo que hubiera tenido que utilizar la víctima. Y en ese momento el bullicio se hizo silencio. La plaza, a rebosar, calló de golpe. Durante tres minutos sólo se oyó algún carraspeo, la voz de algún niño. Ni siquiera el arrastrar de pies sobre el terreno.
El águila miró al palco y no saludó, pero inclinó su cabeza ante una plaza abarrotada
La emoción llenó la plaza. Una mujer sorbía las lágrimas. "Lloro por él [Josep Maria Isanta], pero también porque no se haga el baile".
Los habitantes de Berga sienten la Patum muy dentro. Es la fiesta de Berga y los congrega a todos. Y ayer insistían en que, sin reducir un ápice el dolor por la muerte del joven, había que separar la agresión de la fiesta. "Podía haber ocurrido en cualquier momento, cualquier fin de semana", aseguraban repetidamente. Y lo decían convencidos de que los agresores se dedicaban a la pendencia por pura diversión. El viernes, pero también lo habían hecho en muchas otras ocasiones, sin consecuencias tan graves.
Posiblemente por ese convencimiento, la fiesta no fue totalmente suprimida. Eso sí, incorporó el dolor de todos, expresado en el manifiesto que se leyó cuando la colla a la que pertenecía Josep Maria ocupaba el centro de la plaza, rodeada, en señal de solidaridad y cariño, del resto de las comparsas.
"La plaza está llena y la sentimos vacía", decía el texto, para clamar que Berga era ayer la plaza y que tenía "una sola voz" que "rechaza la violencia" y que invocaba "la paz, la concordia y el respeto". Era un llamamiento "a desterrar la violencia que ha traído el dolor".
Los bailes habían empezado, tras el oficio religioso, como es habitual: con los turcs y cavallets, seguidos de las masses, una especie de demonios, vestidos unos de verde y rojo y otros de rojo y verde, que bailan y proyectan las primeras explosiones, muy amortiguadas, antes de morir bajo la espada del arcángel san Miguel. Bailan con una música que ha sido incorporada a la tradición.
Luego llegan los gigantes. Dos parejas. La antigua, con los rostros blancos, y la nueva, mucho más morena. Tras los gigantes, los monstruos de fuego, las guites; la grande y la chica, ésta mucho más bulliciosa, traviesa y alocada, aunque ayer estuvo especialmente comedida.
El águila baila sola. Y antes de hacerlo tiene por costumbre saludar al palco con una ligera inclinación de cabeza.
El palco estaba ayer ocupado por el equipo de gobierno, con el alcalde, Ramon Camps, a la cabeza, y también por los representantes del Gobierno catalán: Pasqual Maragall, Caterina Mieras y Josep Maria Vallès. Estaban también los administradores, representantes de los cuatro barrios tradicionales. Ataviados de negro: con trajes y corbatas, ellos; con peinetas y medias, ellas.
El águila miró al palco y no saludó. Se dio la vuelta e inclinó su cabeza ante una plaza abarrotada que entendió el mensaje y prorrumpió en un aplauso primero y luego entonó un grito casi unánime: "Mossos, on éreu?" (Mossos, ¿dónde estabais?).
Acabada la danza, el águila hizo tres inclinaciones: dos a la plaza y la tercera al palco. También esta vez hubo aplausos y comentarios: "A Maragall le pitan porque ha venido, pero habría que oír lo que le dirían si no estuviera aquí".
Llegaron los Nans con sus bailes. Habitualmente son dos los grupos que intervienen: los Vells y los Nous. Sólo lo hizo el primer grupo. Sus vestimentas son similares, pero sus sombreros son muy diferentes. Los Vells se tocan con un tricornio negro. Los Nous usan, en cambio, sombreros de vistosos colores. Ayer, en una mañana de sol espléndido y abrasador, esos sombreros no slieron a la plaza, en señal de luto. Todo el mundo lo entendió.
Acabada la fiesta, los Nous se entrevistaron con el presidente Pasqual Maragall, que les expresó su dolor y su confianza en que la justicia actuará con eficacia en este caso. Maragall, con expresión grave, y acompañado siempre del alcalde de Berga, calificó de "lógica" la indignación que había percibido, pero aseguró que ayer toda Cataluña estaba con Berga.
La visita de Pasqual Maragall estaba programada desde hace meses y destinada a apoyar la petición de Berga para que la Patum sea declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
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