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Reportaje:REFERÉNDUM EUROPEO | Los otros referendos

Los holandeses se rebelan

El desafío de los votantes, que rechazan, según los sondeos, la Constitución, muestra la ruptura entre el Gobierno y la población

Isabel Ferrer

La actitud de los holandeses ante el referéndum del miércoles podría explicarse de dos maneras. La primera atribuye a la falta de experiencia oficial en la práctica de las consultas populares el hecho de que el no a la Constitución europea sumara ayer un 52% y el sí, un escaso 36%. La segunda es preocupante: la mayoría está insatisfecha con el rumbo de una Europa comunitaria que contribuyeron a fundar.

Para algunos europeístas como Hans van den Broek, antiguo comisario europeo y ex ministro holandés de Exteriores, el embrollo es la suma de varios malentendidos. En su opinión, la gente cree que la Constitución confirma sus temores sobre el empleo, la adhesión de Turquía o la supuesta pérdida de soberanía y llega hasta rechazar un texto que garantiza su bienestar. "Votar no es disparar contra nosotros mismos. Quebramos nuestra imagen e intereses frente a una Europa de la que dependemos económicamente, y a cuya integración le debemos gran parte de nuestra riqueza", declaró al rotativo NRC Handelsblad.

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Peter van Grinsven, experto en asuntos europeos del Instituto Clingendael de Estudios Internacionales, sostiene que el error más común del votante es suponer que esa misma integración le restará libertad. "Es la primera vez que los holandeses pueden pronunciarse sobre la Europa unida. Sobre un proyecto político que el votante medio identifica con el peso de Bruselas en la parte que más le atañe, llámese euro o eutanasia. Se confunden, pero la reacción tardía de los políticos no ha disipado sus dudas".

Es cierto que, analizados, los sondeos devuelven la imagen de una población descontenta y en principio poco informada sobre el Tratado Constitucional, que piensa que Holanda se convertirá en la provincia de un superEstado controlador. También se quejan los encuestados de que la conversión del florín al euro, una de las primeras señales de que la integración iba en serio, les costó cara. El florín siempre se había mirado en el marco alemán para ajustar su cotización, pero la llegada de la moneda única supuso una subida de los precios en Holanda. Que el Banco Nacional haya asegurado que no rindió el florín a bajo precio, y que lo esencial era evitar la inflación y el paro, no ha convencido a la mayoría de partidarios del no.

"Es una situación difícil a la vez que interesante. Hay un miedo claro a la burocracia comunitaria y a la pérdida del poder de decisión que ha sorprendido al Gobierno", dice Van Grinsven. Una conmoción que tal vez tenga que ver con el hecho de que el Ejecutivo no quería convocar un referéndum sobre "un asunto tan complejo como la Constitución europea".

La consulta fue forzada por el Parlamento y nadie en círculos oficiales consideró que fuera necesario efectuar una auténtica campaña. Una vez en marcha, su mensaje ha sido poco atractivo, resaltando los peligros del rechazo en vez de las ventajas de la aceptación. Una torpeza evitada por la extrema izquierda de los socialistas radicales (SP), que han forrado el país de carteles con el no, y por la extrema derecha del diputado independiente Geert Wilders, con sus llamadas a "lograr la Europa que nos convenga y no la impuesta".

Es posible que los holandeses carezcan, como señalan otros expertos, de la suficiente visión del proyecto europeo como ciudadanos. También puede serlo que, en la última década, sus distintos Gobiernos hayan considerado la UE como una parte de su trabajo sin expresar bien su parecer sobre lo que querían de ella. Ambas actitudes alientan la percepción de una amenaza cuando se habla de otros valores unidos, más allá del mercado. Si, además, se suma la escasa capacidad de entusiasmar mostrada por los partidarios del (Gobierno, oposición y sindicatos) puede decirse que el rechazo a la Constitución llegaría de rebote, como un intento ciudadano de subrayar el malestar hacia sus gobernantes.

Una mujer pasa junto a carteles que piden el voto en blanco en el referéndum.
Una mujer pasa junto a carteles que piden el voto en blanco en el referéndum.AP

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