_
_
_
_
A MANO ALZADA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Escrito en la frente

En las últimas páginas de El telón, Milan Kundera, escribe: "Cuando la Historia pone en movimiento las masas, los ejércitos, los sufrimientos y las venganzas, ya no se pueden distinguir las voluntades individuales; el desbordamiento de las alcantarillas que sumergen el mundo se traga totalmente la tragedia".

En un nuevo episodio de esa tragedia vemos a un soldado estadounidense, armado de un rotulador, que identifica en la frente a un detenido iraquí no con su nombre, que carece de todo valor, sino con un número. El soldado maniató al prisionero y le vendó los ojos. Me pregunto qué habrá sentido en ese instante este hombre cuando su captor lo trata como al ganado, o como un despojo bélico, o tal vez como un botín de guerra. El rotulador presiona sobre las arrugas de la frente y la mano izquierda del enemigo, pertrechado para el combate, lo sujeta por el hombro para evitar que tiemble o retroceda al contacto con ese punzón invisible. ¿Será conducido de aquí a la tortura? ¿Qué horas, días o meses de oscuridad y de pánico le esperan? Como tantos otros civiles iraquíes, forma parte de un maldito ejército de derrotados, víctimas de una guerra contra el terrorismo. Guerra preventiva e ilegal, además de incomprensible.

Amnistía Internacional acaba de publicar su informe anual no solo sobre los "niveles inauditos de crueldad" alcanzados por los terroristas sino, también, sobre los excesos injustificables de los torturadores estadounidenses. Acción y reacción se suceden en la barbarie. A las decapitaciones transmitidas por televisión de secuestrados en poder de los insurgentes, se responde con más muertos, torturas y vejaciones por parte de los vigilantes de los derechos humanos, salvadores de nuestra civilización.

Amnistía denuncia el cinismo de la administración Bush al encubrir la tortura redefiniendo esta violación por la vía de la semántica. Romper los tímpanos de un detenido no sería mas que "una manipulación sensorial". Que el preso vaya a ser colgado de un cable, o que se le fuerce a permanecer de pie sin dormir durante días, o que sea literalmente asfixiado en sus propios excrementos, entra en la categoría de las denominadas a partir de ahora "posturas estresantes". ¿Y quién queda a salvo de esas posturas en una guerra no declarada como tal? A la resistencia, en cambio, conviene etiquetarla de insurgencia. Porque una invasión no es más que una cruzada benéfica y global del credo democrático.

En otro ensayo de dos páginas solamente, titulado El desertor, Kundera afirma que si ahora preguntamos a la gente cuál fue el verdadero motivo de la guerra del 14 "nadie sabrá responder, aunque tan gigantesca carnicería está en el origen de todo el siglo que acaba de terminar, y de todo su mal". Es cierto. Lo mismo ocurrirá cuando dentro de algunos años preguntemos a los más jóvenes cuál fue el motivo qué llevó a la guerra del 39 o, más adelante, incluso, cuando se interrogue a la gente sobre la razón que llevó al líder de la rapiña mundial a desencadenar una guerra terrorista contra el terrorismo. Nadie sabrá responder y, tal vez, las responsabilidades quedarán exoneradas.

Trillo

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Antes del accidente del Yak 42 coincidí con el ministro Trillo en una librería de Madrid. Su presencia no pasó desapercibida. Cuando una persona se le quedaba mirando con gesto de incredulidad, Federico Trillo le saludaba con voz de rompan filas y, de este modo, dejaba claro que se trataba del hombre que mandó poner la gigantesca y polémica bandera española en la plaza de Colón, el hombre que más veces trepaba al podio para mostrarse como el más alto y el más patriota de todos los ministros de Aznar. Y ya entonces Trillo nos daba risa pero también algo de miedo.

Lo estuve observando en la librería. Pensé que quería dar la imagen de político sensible, culto, honesto y responsable. Y sobre todo, de persona tan exigente que cualquier libro no era su libro. Los hojeaba y los dejaba a un lado. Hasta que al final ni siquiera se llevó un manual de autoayuda, con lo bien que le habría venido en estos momentos. De pronto hizo un guiño a sus guardaespaldas y estos lo sacaron en vilo de la librería, y lo sentaron como a un niño inválido en el coche que esperaba en la puerta.

Luego ocurrió el accidente en el que murieron 62 militares españoles víctimas de una chapuza marcada por la corrupción y de la que el ministro debe ser en alguna medida responsable. ¿Responsable? Trillo no asume responsabilidades. No da la cara. Aunque le pidan que entregue su acta de diputado se resiste porque ¿acaso sería algo si renunciara a ser lo que es, por muy indigno e indignante que sea seguir siendo precisamente lo que es? Trillo aguantará lo que le echen hasta que lo saquen a patadas de la vida pública para sentarlo en el banquillo.

Nuevo espacio

Un nuevo automóvil se anuncia a todo trapo así: "Tal como está la vivienda, habrá que invertir en otro tipo de espacios". Por fin, en vez de agua, gasolina. En lugar de sala de estar, un todoterreno. Un monovolumen con asientos abatibles será la solución del problema inmobiliario nacional. Sobrellevaremos esta crisis gracias al túnel que une el Ministerio de la Vivienda con el del Transporte. Porque tu casa es tu coche. Y viceversa. Afortunadamente todavía existen creadores intrépidos como Joan Dolç y Carles Pérez capaces de lanzar al mercado de las ideas una deslumbrante publicación valenciana, bimensual y bilingüe, dedicada a la arquitectura y el mundo relacionado con ella. Esta revista de cultura y ciudad se llama Lars. Su director, Joan Dolç, cuenta con el asesoramiento de Carles Pérez, quien desde hace un año es uno de los pilares que apuntalan el desfalleciente Muvim (Museo Valenciano de la Ilustración y de la Modernidad) que ahora empieza, de abajo arriba, a cambiar de imagen y hasta de público. Las ofertas de Farem (exposiciones, ciclos de cine, conferencias, música y otras) son tan variadas como ambiciosas y han puesto al Muvim en la vanguardia cultural. Lo que la Ilustración no dejó a su paso por España sólo ese parque temático tardío y surreal donde una empolvada Maria Antonieta reparte chocolate Valor para endulzar la guillotina lo que no dejaron ni la Ilustración ni su falso portavoz Zaplana, lo proponen ahora estos nuevos ilustrados de la novísima cultura en los sótanos del Muvim.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_